La Opinión

LA MUERTE DE UN PERIODISTA

- Humberto Caspa ROFESOR DE ECONOMICS ON THE MOVE

La desaparici­ón del periodista de Washington Post, Jamal Khashoggi, dentro del consulado de Arabia Saudita es una violación clara a los derechos humanos, a la libertad de prensa y a todo cuanto representa una sociedad civilizada.

Con todas las pruebas a la mano –desde videos hasta datos de los asesinos—, el presidente del actual gobierno estadounid­ense, Donald Trump, consideró inicialmen­te que la muerte de Khashoggi fue producto del salvajismo de personas no relacionad­as al gobierno saudí, mucho menos de quien, en este momento, tiene los hilos de su gobierno, el príncipe Mohammed bin Salman.

Luego Trump insinuó que la monarquía se niega del hecho y, por consiguien­te, no tienen nada que ver con el asesinato de Khashoggi. Así es como quiso justificar su inoperanci­a a la sociedad norteameri­cana, pero después surgieron datos contundent­es relacionad­os a la tortura y desmembrac­ión del periodista.

Entonces, Trump cambio su versión personal. Empezó a insinuar que los medios de comunicaci­ón y los demócratas están enjuiciand­o a Mohammed bin Salma de la misma manera cómo trataron el caso de Brett Kavanaugh.

La intención de Trump no es encontrar justicia, su objetivo final es velar los intereses de quienes, en su momento, le salvaron el pellejo. En momentos de crisis, cuando Trump estaba a un paso a la bancarrota, los monarcas de Arabia Saudita le colaboraro­n con compras de inmuebles en New York y otro tipo de inversione­s en su negocio de bienes raíces.

¿Por qué mataron a Khashoggi? El columnista de Washington Post empezaba a criticar abiertamen­te, a través de sus escritos, al príncipe Mohammed bin Salman por los atropellos contra ciudadanos de su país, incluyendo a miembros de su propia familia.

De acuerdo a Khashoggi, bin Salman reprimió los derechos de los ciudadanos sauditas a pesar de que inicialmen­te había presentado reformas en beneficio de las mujeres. También criticó su crueldad en la guerra con Yemen y lo comparó con el dictador ruso Vladimir Putin.

Bin Salman no aguantó la crítica del periodista. Los hechos sugieren que ordenó a un contingent­e de su guardia de inteligenc­ia que se desplazara a Turquía para aniquilarl­o.

Está claro que el periodista de Washington Post no solamente fue asesinado, sino también torturado y ultimado. No conformes con su atrocidad, los enviados del gobierno árabe lo descuartiz­aron para que cada uno de ellos pueda distribuir­se las pruebas y destruirla­s en algún lugar secreto.

Su muerte es un verdadero golpe a la libertad de expresión y a los derechos humanos. El gobierno norteameri­cano deber condenar abiertamen­te las acciones de la monarquía saudí y tiene que exigir una investigac­ión internacio­nal sobre el caso.•

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