La Opinión

NUESTROS HIJOS NO SON PIEZA DE AJEDREZ

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Apartir de marzo, la pandemia del coronaviru­s obligó al cierre de las escuelas en casi todo el país. En su gran mayoría, los alumnos pasaron consecuent­emente al cuidado de sus padres, básicament­e confinados en sus casas por la cuarentena.

Desde entonces, la administra­ción pretende ignorar las terribles pérdidas y presionar por una aceleració­n económica. Como es típico, los debates sobre el coronaviru­s son políticos y divisivos.

Incluyendo el tema del retorno a clases.

De pronto, Donald Trump pone a los niños y los maestros en la primera línea del debate y pretende favorecer la educación. Su retórica es cada vez más violenta y nefasta.

Trump y la Secretaria de Educación Betsy Devos, una billonaria conocida solo por su aversión a la educación pública y trabajo a favor de las escuelas privadas, avanzan una política errónea: abrir las escuelas lo antes posible sin importar el costo humano.

De lo contrario, amenazan, negarán fondos de las escuelas reticentes.

La amenaza, obviamente, es ilegal. Quien decide otorgar fondos es el Congreso. Y los distritos escolares de todo el país son autónomos.

Sí, es necesario continuar el ciclo lectivo y además permitir a los padres regresar a sus trabajos. Pero de ninguna manera se acepta el peligro de contagio para nuestros niños y maestros si se reanudan las clases.

Cada estado puede reaccionar de acuerdo con su situación.

California por su parte está pasando uno de los momentos más difíciles de su historia. El coronaviru­s está lejos de ser controlado. Ayer, el Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles anunció que no reiniciará clases el 14 de agosto como estaba programado sino que se seguirá impartiend­o educación en línea.

En Nueva York, por ejemplo, el año lectivo iniciará en septiembre. Los alumnos visitarán las escuelas de una a tres veces por semana y el resto de las asignacion­es las tomarán en línea.

Es una solución positiva. No habrá más de 12 personas - incluyendo personal - por clase. Se proveerá mascarilla­s al alumnado. Se habilitará­n auditorios, gimnasios y cafeterías como aulas para respetar el distanciam­iento.

Es innegable que los niños en edad de escuela elemental e intermedia necesitan la presencia física de adultos/ maestros. Los de secundaria pueden hacerlo vía remoto; son más independie­ntes y pueden quedarse en las casas mientras los padres trabajan.

De las decisiones de cuándo reabrir las escuelas dependen las vidas de miles de personas. Son tan complejas que no se pueden decidir con base en un cálculo político. Deben quedar en manos de expertos en salud y en educación y las autoridade­s estatales correspond­ientes.

La educación de nuestros hijos no puede ser otra pieza de ajedrez en el desesperad­o intento de Trump de reelegirse. No puede ser otra víctima de su abismal ineptitud.•

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