EL CÁLCULO POLÍTICO DE LA VISITA DE TRUMP A MÉXICO
Es imposible no haber visto con incredulidad la sorpresiva visita de Donald Trump a México para reunirse con el presidente Enrique Peña Nieto. Y se ha cuestionado por qué el mandatario se prestó a ser parte de la campaña del republicano, especialmente después de todos los insultos de Trump a los mexicanos.
Es cierto que fue Peña Nieto quien abrió la puerta para la visita cuando invitó a los candidatos presidenciales demócrata y republicano a ir a México para conversar sobre los temas de interés común. La importancia de la relación entre ambos países amerita el encuentro. Además, el tema de México, ya sea por el comercio, la inmigración o la frontera, es una pieza central en el discurso de este ciclo electoral porque Trump lo usa como de chivo expiatorio de los males que afectan a los estadounidenses.
Lo curioso no es que Trump haya aceptado la invitación de Peña Nieto, sino que el presidente mexicano aceptara que la visita se acomodara a las necesidades electorales del magnate. No es casualidad que este encuentro se realizó horas antes al promocionado discurso sobre inmigración de Trump. La visita sin lugar a dudas es un golpe publicitario para el magnate.
La visita le dio la oportunidad a Trump de parecer presidencial (aunque lució muy rígido), de ser un interlocutor respetable como para ser re- cibido por un jefe de Estado, capaz de mantener una plática seria sobre comercio e inmigración. Pero al hacerlo Trump mostró tonos menos ríspidos que los del pasado. Proclamó la amistad con los mexicanos que antes denigró, habló de mantener empleos e industrias en Norteamérica, es decir en EEUU y México, lo que va en contra de su discurso de traer esas fábricas de vuelta al país. E incluso reconoció que de Estados Unidos fluyen a México armas y millones de dólares, ya no solo la cauda de males que él alega que México arroja al norte de su frontera. Habló del muro fronterizo pero no de quién lo pagaría.
Peña Nieto quizá buscó reforzar su maltrecha imagen al declararse defensor de los mexicanos en México y fuera de él, pero muchos le criticarán que justo eso es lo que no ha logrado en su propio país.
La visita es una calculada maniobra política a la que Trump le sacará el jugo a medida que dé su versión de lo que le dijo a Peña Nieto. Pero eso mismo podría ser visto por muchos de los seguidores más extremos y nativistas del magnate, que lo apoyaron en la contienda primaria, como una suerte de traición pues México es ahora el amigo y no nido de violadores, los empleos serán para Norteamérica y no sólo para Estados Unidos.
París, o Washington, se diría, bien vale una misa, o una charla con Peña en México.