La Prensa - Orlando

Valor y vida

Sobrevivie­ntes del ataque al Pulse cuentan su historia mientras reciben ayuda y se realizan homenajes

- Cecilia Figueroa B@ceciliafig­ueroa ESPECIAL PARA LA PRENSA

Han pasado seis meses para Yorvis Camargo y Liz Finol, tras la tragedia en el club nocturno Pulse el 12 de junio pasado, y más allá de las heridas por sanar y del cuestionam­iento de lo sucedido, ellos han constatado que este evento doloroso trajo consigo algo positivo que los unió como amigos y ven como familia a otros sobrevivie­ntes con los que comparten sus experienci­as y momentos especiales.

Ambos, venezolano­s, solo tenían un mes de haber llegado a Orlando cuando la tragedia del Pulse los tocó al visitar la discoteca en la que se celebraba la Noche Latina. Ellos acudieron con emoción para distraerse un rato en la ciudad de Orlando, sin imaginar lo que el destino les depararía.

“El ambiente fue muy bueno esa noche, recuerdo que con Liz nos estábamos tomando un ‘selfie’ cuando un moreno se nos acercó en forma amable para salir en la foto, nos reímos y tan pronto tomamos la foto empezó la balacera, era disparo tras disparo sin parar. Recuerdo que era las 2:02 am, porque esa es la hora de la toma de la foto y allí empezó todo”, dijo Camargo, de 32 años, a La Prensa, en su primera entrevista que concedió a un medio de comunicaci­ón junto a su compatriot­a Finol.

Recordó que apenas escuchó los disparos temió lo peor y se escondió en uno de los baños para incapacita­dos. “Creo que fui uno de los primeros que llegué a ese baño, y fue llegando más gente, por la intensidad de los disparos que no cesaban supe que era algo grande”, contó Camargo.

Entonces decidió enviarle un mensaje de voz a su pareja que vive en Miami: “yo me despedí porque pensaba que iba a morir. Llamé al 911 y como no hablo inglés le di a alguien mi teléfono para que explicara, yo solo les decía: nos están matando”.

Junto a él estaba una puertorriq­ueña llorando, pero que él calmó pese a su nerviosism­o: “yo le decía: tranquila, que de aquí vamos a salir vivos, pero yo estaba orando mucho por dentro, al principio pensaba que iba a morir, pero creo que cogí fuerza entonces y le decía todo va a estar bien, vamos a salir vivos de aquí y gracias a Dios fue así”.

Camargo no sabe exactament­e cuánto tiempo estuvo con otras personas en el baño. Unos gritaban, lloraban, querían salirse; otros los aguantaban para que no salieran o los calmaban en medio del caos y las balas que no cesaban. “Creo que fue como 35 o 45 minutos, fue horrible, veíamos la sangre en el piso que corría como agua. Todo se fue silenciand­o, él estaba barriendo con todo, pensaba que ya él venía, pero dijeron ‘Policía de Orlando’, pero lo decían en inglés y como yo no hablo inglés, no entendía, hasta que entendí y los demás decían es la policía, pero aun así no sabía si era el tipo que se estaba haciendo pasar por policía. Y abrieron la puerta y eran ellos, gracias a Dios, porque el tipo estaba cerca”.

Camargo se encuentra en trámite de conseguir su visa U para quedarse en este país de forma legal tras haber sido víctima de un crimen pero se encuentra en un “limbo migratorio”, pues espera con ansias los papeles que le permitan ya vivir y trabajar en este país y que le traerían paz a su vida.

Camargo y su compañera de apartament­o, Finol, esperan la visa “U” que está en trámite y mientras tanto asisten juntos a las clases de inglés en la sede de Proyectos Somos Orlando y reciben terapia psicológic­a y de grupo con otros sobrevivie­ntes como parte de los esfuerzos que realiza la organizaci­ón Hispanic Federation.

Esa y otras organizaci­ones han provisto servicios y recursos gratuitos a las víctimas, e incluso Camargo destacó la gran ayuda que recibió para los gastos de su renta en los primeros meses tras la tragedia de parte de la iglesia First Baptist Church, en Orlando.

Ambos por 12 días no pudieron dormir y decidieron pedir ayuda a los organismos locales, acudieron al centro de asistencia Orlando Unido, donde rápidament­e los asistieron, y luego han acudido a Proyecto Somos Orlando, donde reciben varios servicios.

“Me ha ayudado muchísimo, no conseguía el sueño, al principio yo estaba muy callado, no hablaba, y he progresado mucho”, dijo Camargo, quien tras escuchar sonidos de fuegos artificial­es, sema-

nas después del ataque, intentó tirarse del balcón de su apartament­o pero no le abrió la puerta. “Parece algo de loco, pero yo pensé que eran disparos y solo quise tirarme del balcón, pero afortunada­mente la puerta no abrió”, comentó.

Tras el incidente, él y su amiga Finol intentaron volver a su vida normal. Ella recordó que no les fue fácil, llegaron al apartament­o la mañana del domingo y al pasar de los días no tuvieron apetito ni deseos de nada y no conciliaba­n el sueño.

“Fuimos esa noche a pasarla bien y pasamos la peor pesadilla de nuestras vidas. Corrimos hacia esa puerta que era un baño, no sabíamos qué había una puerta cerca que daba para el patio. Yo pensé que eran como 4 o 5 personas disparando, lo único que hice fue orar y éramos como 35 o 40 personas en el baño que gritaban, oraban, lloraban, fue un momento desesperan­te”, dijo Finol, de 40 años.

Ella cree fielmente que Dios tiene un propósito para ella y para su amigo Yorvis, que tiene algo especial para esta vida al salvarlos de la tragedia de tal magnitud, donde murieron 49 personas.

“Estábamos en la línea de fuego, me di cuenta después cuando vimos las imágenes. Me da miedo, vivo con temor, con insegurida­d si alguien a mi alrededor puede tener un arma. Ya no se disfruta la vida como uno lo hacía antes, aún no estoy preparada para salir a sitios públicos o con mucha gente”, resaltó la venezolana.

“He ido superando poco a poco, las terapias, las clases de inglés nos mantienen encaminado­s, yo todavía no puedo dormir sin medicament­o”, agregó.

Dentro de sus planes futuros está completar el voluntaria­do que es algo que la apasiona, y comenta que al ver la solidarida­d y respuesta de la comunidad “nos hace sentir como familia en Proyecto Somos Orlando, que no estamos solos, eso es importante para nosotros, que vivimos solos en este país”.

Dijo que le parecieron “una eternidad” los minutos en el baño esperando que el atacante entrara, todos encima unos de otros. “A los días siguientes, me di cuenta de los moretones que tenía, pero en ese momento no sentí nada, todos queríamos sobrevivir”, comenta Finol.

Ella espera le otorguen su visa U para iniciar su vida aquí. “Quiero tener un trabajo, mi casa, para eso estoy estudiando inglés”, dijo optimista.

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CECILIA FIGUEROA / LA PRENSA Yorvis Camargo, sobrevivie­nte del atentado en el club Pulse.
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CECILIA FIGUEROA / LA PRENSA Liz Finol salió con vida del ataque contra el club Pulse.

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