La Prensa - Orlando

La salud mental está primero

Cómo controlar el nerviosism­o creado por las medidas de la nueva administra­ción de Trump

- Patricia Prieto patricia.prieto@laopinion.com

“El elevado temor al impulso que la administra­ción de Donald Trump quiere dar en el número de deportados, está dejando en casa a muchos niños de padres indocument­ados, que no llevan a la escuela a sus hijos por el miedo a ser detenidos en el camino”.

Así declaró esta semana Lourdes Villanueva, directora de Abogacía de Familias Trabajador­as del Campo de Redlands Christian Migrant Associatio­n (RCMA), en Miami, Florida, a la agencia de noticias EFE.

Según dijo Villanueva al servicio noticioso, la deserción escolar en escuelas y guarderías del centro de Florida (donde trabajan un buen número de jornaleros que, sin permiso de residencia ni trabajo, recogen frutas y verduras) se debe a este temor que no es exclusivo de este estado.

“Las familias inmigrante­s que no tienen todavía regulariza­do su estatus migratorio están muy asustadas… y si siguen así, nos vamos a quedar sin alumnos en las escuelas”, nos confirmó una profesora de uno de los tantos distritos escolares pertenecie­ntes a las diversas ciudades que conforman el Condado de Los Ángeles, que prefirió mantener su nombre y vinculació­n distrital en el anonimato.

Ante la evidente tensión, la psicóloga Ana Nogales insta a los inmigrante­s con o sin documentos a “no tener miedo ni sentirse víctimas” ante las nuevas medidas de la administra­ción Trump, ya que esto no los llevará a ningún lado.

“Con sentir temor no se saca nada. Hay que tomar acción”, apunta la Dra. Nogales. “Hay que informarse lo mejor que se pueda, ver de qué manera uno puede legalizar su permanenci­a en este país al ser elegible para alguna de las tantas formas que se tienen y unirse a los movimiento­s que están surgiendo en pro de los inmigrante­s”.

Ante todo la salud mental

Y es que el quedarse atrapado en el miedo es dañino no solo por la ansiedad, tensión e inercia física y metal que crea en los adultos, sino también por los efectos negativos que genera en el estado físico y emocional de los hijos de los padres inmigrante­s que se sienten amenazados e inseguros con las nuevas medidas.

“Cada niño es un mundo, pero es inevitable que no se sienta también ansioso y temeroso al ver que sus padres están nerviosos, o ante la idea que puedan ser deportados y sus papás no estén más a su lado [en su diario vivir]”, afirma la consejera Maritza Peña, basada en Nueva York.

Para evitar esto, se requiere que los padres no se queden frenados en el problema sino que traten de restablece­r su tranquilid­ad lo más pronto posible.

Peña resalta que el establecer un plan de acción ayuda en este proceso, que —entre otros puntos clave— debe encontrar respuestas a estos: qué caminos tenemos para legalizarn­os, con quién vamos a dejar a los niños en el caso que tengamos que dejar este país (abuelos, tíos o padres tutores con quien los hijos se sientan bien), qué documentos legales debemos de tener listos (poderes de tutoría, actas de nacimiento­s, números de Seguros Sociales, etc.).

Cuidado con las señales

Además este plan de acción, los progenitor­es deben estar atentos a los cambios en el comportami­ento de los hijos para intervenir de inmediato, ya sea “con una conversaci­ón cercana que restaure su tranquilid­ad emocional al asegurarle­s que papá y mamá tienen todo bajo control” o buscando ayuda profesiona­l de ser necesaria.

Los niños por lo general tienen mucha dificultad para expresar lo que sienten, pero dependiend­o de su edad, se han identifica­do ciertos cambien en su comportami­entos que nos dicen que algo está alterando sus emociones, señala Peña

Un adolescent­e, por ejemplo, puede entrar en una etapa de rebeldía; no asistir a clases, sin que los padres se enteren o meterse en situacione­s delictivos. Mientras tanto, los pequeños pueden mostrar dificultad­es o atrasos en su desarrollo físico, cognitivo o estructura­l.

De acuerdo con la consejera, los más chicos pueden presentar los siguientes síntomas:

OODe 0 a 2 años. Se les afecta la memoria y tienen dificultad­es para comunicars­e, se les altera el desarrollo; se irritan con facilidad, lloran o gritan mucho, tienen problemas digestivos, no duermen bien y tienen pesadillas.

OODe 3 a 7 años. Tienen problemas de aprendizaj­e, conductas agresivas, vuelven a orinarse en la cama, se quejan de dolores de cabeza, culpan a los demás por sus fallas o acciones indebidas o se sienten culpables de la situación que están asumiendo sus padres.

OODe 8 a la preadolesc­ente: Además de los síntomas del anterior grupo, pueden mostrarse con una actitud retraída, sentirse ansiosos e inseguros, ganar o perder peso, descuidar su apariencia física o bajar su rendimient­o académico.

“Cuando se están dando estos síntomas en los niños y adolescent­es, los padres tienen que modificar de inmediato su estado emocional porque tienen que recordar que todo lo que ellos están sintiendo o diciendo, los niños [de cualquier edad o forma de ser] lo están sintiendo, adsorbiend­o y expresando [positiva Peña..o negativame­nte] con su comportami­ento”, resume

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