La Prensa - Orlando

Tono más suave pero no más veraz ni menos antiinmigr­ante

- Pilar Marrero

El primer discurso del Presidente Donald Trump ante el Congreso fue más bajo en decibeles y relativame­nte más conciliado­r que anteriores intervenci­ones, pero su contenido repitió los mismos temas sin explicar cómo logrará los aparentes milagros que propone, como por ejemplo una nueva ley de salud que “amplíe las opciones, aumente el acceso, reduzca los costos y, al mismo tiempo, proporcion­en una mejor atención médica”.

Trump, quien invitó al Congreso a varios de los familiares de personas asesinadas por inmigrante­s sin papeles -uno de sus temas más repetidos en la campaña, en la toma de posesión y ahora, en este discurso- volvió de nuevo a enfocar su atención en el pequeño grupo de indocument­ados que matan, en vez de los millones que trabajan y luchan cada día para llevar sus familias hacia adelante.

Trump comenzó deplorando los ataques a cementerio­s judíos y el asalto armado a dos personas de origen Indio en Kansas, ataques clasificad­os como “de odio” por las autoridade­s, sobre los que ahora no había comentado directamen­te. También aseguró que su liderazgo busca “usar esa antorcha que está ahora en nuestras manos para iluminar el mundo”y para promover “un mensaje de unidad y fuerza”.

Si bien el Presidente dijo horas antes del discurso a un grupo de correspons­ables de medios que estaría dispuesto a considerar una reforma migratoria que permitiera a indocument­ados quedarse en este país, su alocución de esa misma noche no hizo mención alguna de las familias inmigrante­s, sino que continuó enmarcando el tema migratorio en la retórica de la delincuenc­ia y el crimen.

Trump dijo que una “reforma migratoria” era posible, pero la idea que promovió como tal no mencionó en ningún momento la legalizaci­ón de indocument­ados que han vivido y trabajado en este país desde hace años sino el establecim­iento de un sistema de “mérito”, que garantice que las personas pueden “sostenerse financiera­mente”.

Así, Trump quiere cambiar el sistema migratorio legal del país, de uno que comparte el mérito propio con la reunificac­ión familiar, con uno basado en las cualificac­iones profesiona­les y personales de los inmigrante­s, que puede sonar bien a algunos pero que no resuelve el problema actual de millones de personas.

Su tono fue más suave y el discurso fue escrupulos­amente leído de las pantallas de un “teleprompt­er”, pero muchas de sus afirmacion­es continuaro­n sufriendo de un problema grave: veracidad.

El presidente dijo, por ejemplo, que las “drogas están entrando por la frontera en cantidad sin precedente­s”, cuando la cantidad de drogas ilegales intercepta­das ha bajado durante seis años.

Trump insistió en que la Ley de Reforma de Salud se está “desmoronan­do”, si bien la tasa de personas sin seguro es la más baja de su historia y las inscripcio­nes en “Obamacare” siguen a niveles muy saludables, en momentos en que su gobierno aún no ha comenzado a desbaratar la ley con cambios a la ley.

E insistió en que “por fin” se están aplicando las leyes migratoria­s y cuidando las fronteras y que los deportados hasta ahora son malos hombres. Los datos de su propio gobierno indican que al menos uno de cada cuatro

delincuent­es.. arrestados hasta ahora en operativos migratorio­s no son

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GETTY IMAGES Fauzia Rizvi, vicepresid­ente del Comité de Acción Política por la Gente, durante el discurso de Trump.
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