LA BENDICIÓN DE ANIMAR
Conozco a muchas personas que cada vez que abren sus ‘boquitas’ lo hacen para desanimar, ofender y destruir a los demás. Siempre ven las cosas en la parte negativa, nada para ellos está bien, siempre están criticando destructivamente y es lamentable que siempre ocasionan malestar con sus comentarios.
Tengo un primo que lastimosamente fue víctima de este tipo de situaciones. Su papá siempre le decía que no servía para nada, que todo lo que él hacía lo hacía mal, lo comparaba con los demás pero siempre para ponerlo por debajo. Fue triste que, con el transcurrir de los años, parece que mi primo en su interior aceptó todas estas burlas y críticas que su propio padre le dijo y hoy por hoy mi primo no salió adelante y no pudo hacer nada en la vida.
El Señor nuestro Dios nos ordena que nos animemos unos a otros en todo momento, que los dichos de nuestra boca sean sazonados con palabras de ánimo, que levantemos al caído, que ayudemos al necesitado, que nos reprendamos pero con amor, no sea que nosotros también caigamos o cometamos la misma falta.
Este fue el secreto que Dios le ordenó a Moisés cuando ya se estaba terminando su tiempo. El Señor le dijo: “ve y anima a Josué”.
Nuestra sociedad sería diferente todos animándonos unos a otros. Sus hijos van a ser mejores, sus empleados van a producir más, su hogar va a ser más feliz, nuestro vecindario va a ser diferente.
¿En qué grupo nos encontramos en este momento? ¿En los criticones y destructivos o en los que siempre estamos animando a los demás? Recordemos que no somos perfectos, pidámosle al Señor nos dé el ‘don’ de animar, que de nuestra boca salgan palabra de aliento.
Acepte a Jesucristo como su Salvador, se me portan y buen genio.