JESUCRISTO, LUZ DEL MUNDO
Antes de la creación del mundo, todo estaba en tinieblas, todo era oscuro y el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas y lo primero que Dios creó fue la luz y vio que era buena y la separó de las tinieblas y llamó Dios a la luz día y a las tinieblas noche.
Espiritualmente nos sucede lo mismo, nacemos en la carne, en el pecado, y muchos se quedan en la oscuridad del mundo, satisfaciendo nuestros deseos carnales como es el pecado lejos de la voluntad de Dios y viviendo en las tinieblas.
Pero vino Jesucristo y dijo: “Yo soy la luz del mundo”, el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
Que bendición tan grande encontrar esa luz en nuestras vidas, recuerdo la historia cuando vinieron a Je- sús dos hombres ciegos que le gritaban: ¡ten misericordia de nosotros, hijo de David! Y Jesús tocando sus ojos les dio la vista, salieron de la oscuridad y pudieron ver la luz del día. Hoy podemos decir como estos dos hombres, ¡tenga misericordia de nosotros! para que alcancemos la luz y podamos a ayudar a otros que están, como estábamos nosotros, viviendo en las tinieblas.
Por esta razón el mismo Jesús nos dice que nosotros debemos ser la luz del mundo, para que vean y glorifiquen a Dios. Nunca llegaremos a la perfección pero sí iremos en la vía de la santificación. La Navidad esta a la vuelta de esquina y vemos muchas luces a nuestro alrededor, recordándonos que tenemos que ser como un faro en las costas, alumbrando constantemente. Estos faros tienen que ser alimentados con energía (aceite) para que no se apaguen, así nosotros no podemos separarnos de Jesucristo.
Dios me los bendiga, se me portan bien y buen genio.