EL MEJOR REGALO M

uchas veces hemos recibido regalos que, por muy buenos y útiles que son, no los hemos apreciado y en la mayoría de los casos terminan en un rincón de nuestra casa o en el ático en donde nadie los ve.

Así le sucede a nuestra pobre humanidad en este mundo en que vivimos. Nuestro Dios y creador nos ha enviado el mejor regalo de todos, se hizo hombre en la deidad de Jesucristo para que todo aquel que crea en Él no se pierda y tenga la vida eterna. En otras palabras nuestra salvación, pero ha sido despreciada desde aun antes de su nacimiento.

Juan escribió: “A lo suyo vino y los suyos no le recibieron”. Ellos esperaban al Mesías y en el pensamiento de ellos pensaban que iba a nacer en un palacio como todo un rey. Pero sucedió todo lo contrario, nació en un establo rodeado de animales, pobre y no hubo lugar decente para su nacimiento.

Muchas veces ellos se preguntaban, ¿no es este el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, José? ¿No están aquí sus hermanas? Y se escandalizaban de Él y en una oportunidad toda la cuidad le salió al encuentro, pero no para adorarlo como se lo merecía sino que le rogaron que se fuera de ellos.

Así estamos nosotros en estos tiempos con la diferencia de que ellos se transportaban en camellos y burros y nosotros en aviones y automóviles sofisticados. Pero al igual estamos en las mismas, no lo queremos en nuestra vida, no queremos oír nada de Él, su nombre produce desprecio, malestar, división ¿Qué triste, verdad? Lo mejor que nos puede pasar es aceptar este gran regalo ya que no hay otro nombre dado a los hombres en que podamos ser salvos, sino en Jesucristo.

Se portan bien y buen genio.