ANTE EL TERROR, ACCIÓN CÍVICA
El brutal ataque contra el club gay Pulse en Orlando es repudiable y aterrador por el odio y la barbarie que lo incitó y con los que fue cometido, por la desoladora pérdida de vidas y el dolor que provocó y por el riesgo de que, en la consternación y la rabia que genuinamente ha suscitado entre los estadounidenses, esta tragedia sea aprovechada para estigmatizar a comunidades enteras, perpetuar lacras que están en el origen de la violencia en el país y VDFDU EHQHÀFLRV HOHFWRUHURV con retóricas incendiarias y demagógicas.
El atentado en el que un tirador, al parecer cargado de homofobia e inspirado en el integrismo terrorista del Estado Islámico, asesinó a 49 personas es en todo sentido condenable, pero el hecho de que su autor fuese de religión musulmana no convierte a todos los que profesan ese credo en factores de riesgo para la seguridad del país.
La estigmatización de una comunidad entera por los crímenes de una minúscula proporción de sus integrantes es injusta y peligrosa, pues agita los odios y la xenofobia y abre la posibilidad de nuevos resentimientos y violencias.
Perseguir a un grupo humano por la religión que profesa es éticamente errado y contrario a los valores fundacionales y a la Constitución de Estados Unidos. El uso político electoral del miedo o el prejuicio hacia el diferente debe, por ello, ser señalado y neutralizado con el poder del voto y la bondad de la democracia.
Por otro lado, quienes han sido hostiles, antes y después del atentado, contra la comuQLGDG /*%7 GHEHQ UHÁH[LRQDU a fondo sobre los impactos que el discurso homofóbico y el rechazo a la diversidad tienen para una sociedad.
Cada quien es libre de profesar la religión de su preferencia y seguir sus valores, pero el respeto, la tolerancia y la vi- gencia de la ley y los derechos humanos deben regir esas relaciones y no únicamente las consideraciones subjetivas o particulares, que son válidas en el marco del respeto y la convivencia armónica pero pueden volverse destructivas si se degradan en prejuicios, sean estos motivados por la raza, el sexo, la edad, el origen nacional, la orientación sexual, las capacidades físicas o intelectuales, la religión, el nivel socioeconómico o las actitudes políticas.
< ÀQDOPHQWH HV LQGLVSHQsable que la sociedad entera y sus gobernantes impongan controles mayores a la venta de armas de fuego que, preser- vando el espíritu de la Segunda Enmienda, contrarresten los excesos, las enormidades y los intereses que reducen la seguridad común. Las histerias que alegan que todo control de armas en el país es contrario a la Constitución se equivocan, pues esa regulación no solo preserva el derecho de la Segunda Enmienda sino que la hace posible al compatibilizarla con el resto de las garantías fundamentales.
El horror en Orlando debe mover a la acción en favor de la tolerancia, la democracia, la dignidad común y la seguridad inteligente. Esa es una excelente manera de honrar la memoria de las víctimas.
O