UNIDAD EN EL RECHAZO
El odio hacia Hillary Clinton es el punto que une a las distintas facciones republicanas, algunas de las cuales se encuentran distanciadas por la controversial nominación de Donald Trump como candidato presidencial. Los ataques al candidato del partido rival son algo común, lo que no deja de llamar la atención es la virulencia con que se presenta en esta oportunidad entre los republicanos y la preeminencia de esos ataques en comparación con otras actividades programáticas o de posicionamiento.
Un ejemplo es el discurso principal del martes del exaspirante presidencial Ben Carson, en que con una retórica retorcida conecta a la demócrata con Lucifer. Lo ridículo e irrisorio de esta DÀUPDFLyQ OOHJD D VHU SUHRcupante cuando es recibido por un público mayormente cristiano que cree que su fe está amenazada por una sociedad secular.
Después de la denuncia desde el podio que coloca a Clinton junto al diablo, nada debería sorprender. Los gritos de encerrarla en la prisión por sus decisiones políticas y personales se convirtieron en música de fondo para la convención republicana.
El antagonismo de los republicanos hacia Clinton no es algo nuevo. Hillary ha sido un blanco preferido para los republicanos desde que llegó a la Casa Blanca, en la década de 1990, con el expresidente Bill Clinton. El inusual alto SHUÀO SROtWLFR DVXPLGR HQWRQces por la exprimera dama y sus esfuerzos para lograr una reforma de salud fueron resentidos por una oposición ideológica y un rechazo al feminismo que ella representó con sus iniciativas.
Pero desde que el presidente Barack Obama llegó al poder, la oposición republi- cana redujo el nivel del discurso político hasta llegar al insulto personal. La campaña de Trump ha sido el conducto de un nuevo y ominoso nivel de denigración del opositor.
La crítica en política, y sobre todo a gobernantes, funcionarios electos y candidatos, debe ser profunda y puntual. En ello se fundamenta mucho de la democracia.
El problema de los ataques e insultos desde el podio en la convención fue que han ocupado un espacio que debería ser usado en explicar las propuestas de gobierno del candidato. De aclarar, una vez por todas, los detalles de planes anunciados llenos de adjetivos pero sin contenido.
En realidad, esas ideas de gobierno son las que dividen a Trump de los conservadores, y a falta de una coincidencia para ser constructivos se recurre a la destrucción sistemática del rival como motivo de unidad, una tarea cargada de encono, verdades a media, equívocos y hasta fantasías.
Eso funciona para darle juego al malestar republicano hacia Clinton y unir al partido en contra de ella. Pero unirse en función del odiado contrario y no de las potencialidades del candidato propio deja un mensaje poco auspicioso.O