La Raza Chicago

UNIDAD EN EL RECHAZO

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El odio hacia Hillary Clinton es el punto que une a las distintas facciones republican­as, algunas de las cuales se encuentran distanciad­as por la controvers­ial nominación de Donald Trump como candidato presidenci­al. Los ataques al candidato del partido rival son algo común, lo que no deja de llamar la atención es la virulencia con que se presenta en esta oportunida­d entre los republican­os y la preeminenc­ia de esos ataques en comparació­n con otras actividade­s programáti­cas o de posicionam­iento.

Un ejemplo es el discurso principal del martes del exaspirant­e presidenci­al Ben Carson, en que con una retórica retorcida conecta a la demócrata con Lucifer. Lo ridículo e irrisorio de esta DÀUPDFLyQ OOHJD D VHU SUHRcupant­e cuando es recibido por un público mayormente cristiano que cree que su fe está amenazada por una sociedad secular.

Después de la denuncia desde el podio que coloca a Clinton junto al diablo, nada debería sorprender. Los gritos de encerrarla en la prisión por sus decisiones políticas y personales se convirtier­on en música de fondo para la convención republican­a.

El antagonism­o de los republican­os hacia Clinton no es algo nuevo. Hillary ha sido un blanco preferido para los republican­os desde que llegó a la Casa Blanca, en la década de 1990, con el expresiden­te Bill Clinton. El inusual alto SHUÀO SROtWLFR DVXPLGR HQWRQces por la exprimera dama y sus esfuerzos para lograr una reforma de salud fueron resentidos por una oposición ideológica y un rechazo al feminismo que ella representó con sus iniciativa­s.

Pero desde que el presidente Barack Obama llegó al poder, la oposición republi- cana redujo el nivel del discurso político hasta llegar al insulto personal. La campaña de Trump ha sido el conducto de un nuevo y ominoso nivel de denigració­n del opositor.

La crítica en política, y sobre todo a gobernante­s, funcionari­os electos y candidatos, debe ser profunda y puntual. En ello se fundamenta mucho de la democracia.

El problema de los ataques e insultos desde el podio en la convención fue que han ocupado un espacio que debería ser usado en explicar las propuestas de gobierno del candidato. De aclarar, una vez por todas, los detalles de planes anunciados llenos de adjetivos pero sin contenido.

En realidad, esas ideas de gobierno son las que dividen a Trump de los conservado­res, y a falta de una coincidenc­ia para ser constructi­vos se recurre a la destrucció­n sistemátic­a del rival como motivo de unidad, una tarea cargada de encono, verdades a media, equívocos y hasta fantasías.

Eso funciona para darle juego al malestar republican­o hacia Clinton y unir al partido en contra de ella. Pero unirse en función del odiado contrario y no de las potenciali­dades del candidato propio deja un mensaje poco auspicioso.O

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