La Raza Chicago

LOS POLICÍAS NO SON AGENTES DE INMIGRACIÓ­N

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Las autoridade­s locales saben mejor cómo salvaguard­ar sus comunidade­s que una persona desde Washington. La política de castigar a las localidade­s ¶VDQWXDULRV· WLHQH HO ÀQ GH TXHrer obligarlas a seguir un punto de vista sobre inmigració­n que no tiene nada que ver con la seguridad pública y mucho con una cerrada visión ideológica.

Tiene un fundamento sólido que las autoridade­s del orden en las jurisdicci­ones con población indocument­ada no quieran ser vistas como agentes de inmigració­n. Es un argumento práctico para quienes patrullan las calles, pero aparenteme­nte ajeno para los conservado­res de escritorio.

Este no es el resultado de políticos liberales, débiles ante el crimen, a favor de fronteras abiertas que simpatizan más con asesinos indocument­ados que con las víctimas residentes y ciudadanas. Eso es lo que se quiere mostrar tanto en la Casa Blanca como en el Congreso.

En realidad parte de los mismos jefes de la policía y de los sheriff que comprenden que la inmensa mayoría de indocument­ados son gente honesta y trabajador­a deseosa de contribuir a la seguridad de las comunidade­s en que viven. Estos LQPLJUDQWH­V QHFHVLWDQ FRQÀDU en que la policía no los va a entregar a las autoridade­s migratoria­s cuando denuncien un delito. Lo malo para la seguridad pública es que no lo hagan.

La orden del presidente Donald Trump busca restaurar lo peor del pasado. Quiere convertir al policía en un agente de inmigració­n, forzar a entregar a ICE a personas sin una orden formal, ampliar las condicione­s por las cuales se puede deportar una persona, llegando hasta el “juicio (personal) del agente de inmigració­n” para determinar si una persona es peligrosa. Y DXQTXH KD\ RÀFLDOHV MXLFLRVRV también hay quienes podrían hacer abuso de esa prerrogati­va de modo injusto, persecutor­io y discrimina­torio.

Se estima que hay siete estados, 39 ciudades y 364 condados con límites en su relación con las autoridade­s federales de inmigració­n. Trump quiere castigarlo­s recortando fondos y subsidios. El Congreso lo puede hacer con las asignacion­es federales, pero la Corte Suprema en 1982

que los recortes se deben limitar al área en cuestión; así, por ejemplo, podrían afectarse fondos federales relacionad­os a la seguridad pública, pero no los dedicados a educación.

El camino de Trump para perjudicar las ciudades y condados que deciden cómo manejar su seguridad pública se opone a principios defendidos por los republican­os, como la no intromisió­n federal en asuntos locales y el rechazo al alcance excesivo de las órdenes ejecutivas.

Por todo esto, el argumento y acción actual en contra de los indocument­ados al respecto es una hipocresía que pone más en peligro al público que dice querer proteger.O

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