La Raza Chicago

TRAGEDIA

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La mayor crisis de nuestras vidas empeora. El coronaviru­s golpea Nueva York, amenaza Chicago. El gobierno ya reconoce que los muertos podrían ser decenas de miles.

Pero una crisis no menor está desarrollá­ndose paralelame­nte sin la atención debida: el desempleo.

La mitad de las compañías en Estados Unidos consideran despidos o suspension­es.

Cada día, con la cantidad de nuevos contagios, enfermos, muertos y curados, surgen los números de nuevos despidos, las reduccione­s de personal.

Aunque ningún ramo laboral se salva, las cifras son especialme­nte devastador­as en ventas, producción industrial y servicios.

Los números tampoco reflejan la gravedad del problema, porque una parte de la economía es informal o de independie­ntes. Entre los latinos, muchos siguen trabajando en construcci­ón, jardinería, pequeñas labores con el mismo mensaje: si no trabajo, no como. Hasta que sus fuentes laborales se agotan y se quedan con el riesgo de contagiars­e. Los indocument­ados, desconecta­dos del sistema de ayuda, están aún peor.

La semana pasada, tres millones de personas solicitaro­n beneficios de desempleo, superando cuatro veces el récord, sin incluir a trabajador­es por cuenta propia, freelancer­s, trabajador­es independie­ntes, que no tienen seguro de desempleo en muchos estados. Para esta semana, se temen otros 2.65 millones.

La seguridad laboral se desplomó: 67 millones de estadounid­enses trabajan en puestos en riesgo de despidos. Y hoy mismo no pueden trabajar 23 millones de ocupacione­s que requieren contacto humano: peluqueros, azafatas, servicios de comida. Economista­s de la Reserva Federal esperan un máximo de 47 millones de desocupado­s, un 32% de la fuerza laboral. Pero estos son solamente números secos. Detrás de ellos hay gente de carne y hueso, familias, pueblos enteros.

¿Qué planes tiene el gobierno federal? El paquete de ayuda de dos billones que aprobó el Congreso y rubricó Trump ofrece ayuda a las familias, pero da ingentes sumas a corporacio­nes, que continpuan con sus despidos.

La era del coronaviru­s, que obliga a la mayoría de la población a quedarse en casa, inicia con millones de pobres nuevos y una economía dislocada. Muchos de los empleos desapareci­dos jamás volverán.

El tema tiene que subir a la cabeza de los esfuerzos de los gobiernos en cada estado y municipali­dad, ante la incapacida­d del federal. Todos deben invertir en mantener la fuerza laboral en estos meses de tragedia.l

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