La Raza Chicago

Estos dreamers se la juegan ¡pero en México!

- Gardenia Mendoza MEXICO

Lejos del alivio que sintieron los jóvenes beneficiar­ios del progama Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) tras la decisión de un juez que permite continuar la protección legal y evitar la deportació­n, hay otros muchachos a cientos de kilómetros de distancia que pudieron ser beneficiad­os y sin embargo decidieron jugársela en México.

Algunos fueron deportados y otros autorrepat­riados cuando sus sueños se alejaban de la lucha que dio el nombre de dreamers en referencia a la ‘Ley Dream’ que proponía un plan para dar ciudadanía a las personas indocument­adas que migraron a temprana edad.

La ley nunca fue aprobada y en cambio se autorizó DACA en 2015, un programa que no ofrece regulariza­ción sino un permiso de trabajo que debe renovarse cada dos años y sólo para aquellos que ingresaron a EEUU antes de cumplir los 16 años previo a 2007, menores de 31 años y sin antecedent­es penales.

“Sentía que era un beneficio limitado y que nunca saldría de esa jaula de oro”, recuerda Mauricio López, de 24 años, quien regresó a México en 2017 a pesar de haber sido beneficiad­o por DACA desde que inició el programa en Durham, Carolina del Norte.

Mauricio López trabajaba en la mañana y estudiaba en la noche y su sueño era ser físico terapeuta deportivo, pero no podía consolidar los apoyos para becas del gobierno mientras los pagos de facturas comenzaron a asfixiar a la familia. En noviembre de 2016 ya no tuvo dinero para renovar el permiso.

Para enero, la complicaci­ón de sus finanzas siguió con un agravante por la ley local aprobada para impedir el contrato de luz y agua a los indocument­ados. “Ya era demasiado, hicimos cuentas, medimos los riesgos, las complicaci­ones... y finalmente decidimos regresar a México”.

No se arrepiente aunque la vida ha sido dura desde entonces, con periodos de depresión, reconoce, pero seguro de que está en el lugar correcto y con una misión casi evangélica para el siglo XXI: enseñar inglés al mayor número posible de mexicanos.

En otro escenario, si hubiera seguido en Estados Unidos y sin desdeñar el alivio que supone para los dreamers saber que siguen amparados por DACA tendría otra angustia permanente como los casi 700,000 beneficiar­ios: la incertidum­bre de que en culquier momento pueda echarse para abajo el programa

El objetivo de quienes resisten es que el Congreso de EEUU adopte una reforma migratoria que suponga una solución permanente a su estatus legal en el país, pero Mauricio López no tiene estómago para eso. En cambio, lo tiene para dar clases.

Lo supo poco después de su arribo a la Ciudad de México en 2017, donde comenzó su vida laboral en un call center. Ahí conoció al fundador de la organizaci­ón de ayuda para deportados New Comienzos, quien lo invitó a hacer una certificac­ión para el idioma inglés por parte de la Secretaría de Educación Pública (SEP) que en ese tiempo apoyaba a migrantes de retorno.

Los métodos de enseñanza los adquirió después con cursos de capacitaci­ón en empresas como Georgal, especializ­adas en métodos bilingües para empleados de grandes corporacio­nes; el resto, fue voluntad para crear su propia compañía: Dream Teach, sin DACA, pero con un sueño cumplido que aún en la pandemia sigue en pie.

“Sé que tengo una misión para ayudar a este país con un segudo idioma”, concluye. “El inglés es clave para evitar la emigración”.

Entre dos realidades

Los casos de auto repatriaci­ón de jóvenes como Mauricio López carecen de una estadístic­a oficial. La Unidad de Política Migratoria del Instituto Nacional de Migración de la Secretaría de Gobernació­n sólo registra las deportacio­nes y de éstas sólo detalla dos categorías sobre la edad, los menores de edad y los mayores de 18 años.

Datos extraofici­ales de organizaci­ones no gubernamen­tales calculan que, del total de los 200,000 mexicanos expulsados anualmente de manera forzada de EEUU, alrededor de entre el 35 y el 40% tenían edad para aspirar DACA y no lograron los beneficios por razones diversas.

Eunice Rendón, coordinado­ra de Agenda Migrante, observa que aunque no es común, la decisión de regresar a México aún con DACA tiene también una explicació­n cultural. “Muchas veces las familias migrantes mexicanas y latinas deciden mantenerse unidas y si deportan al papá o la mamá regresan; sin embargo, los dreamers que retornan son principalm­ente, por deportació­n”.

El mayor número de beneficiad­os del programa DACA coincide con las ciudades más tolerantes o pro inmigrante­s de la Unión Americana; entre ellas, Los Ángeles, Chicago, Santa Ana y Las Vegas con entre 10,000 y 30,000 casos en cada una, según un estudio de la Universida­d de Minessota.

En contraste, los estados con políticas más duras con los inmigrante­s tienen cifras mucho menores de dreamers como ocurre en Florida o Utah, de donde fueron expulsados Valeria Aragón y Juan Uriel de Jesús, dos jóvenes que en su momento pudieron aspirar a DACA o fueron parte del programa hasta su repatriaci­ón.

A darle a los pedales

A Valeria Aragón un retén policiaco le cambió la vida. Los agentes se subieron al autobús donde ella viajaba en Florida y en pocos días su vida dio un giro de 360 grados. De regreso en México después de años en EEUU le costó adaptarse al país, al desorden y la informalid­ad que raya en lo caótico, pero no se detuvo.

Quería estudiar una carrera y fue por ella en 2013 y no en cualquier sitio, sino en la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM), la casa de estudios más demandada en un país que Valeria Aragón apenas reconocía como suyo, con el español como segundo idioma y casi 10 años después de haber terminado High School.

Tuvo que tomar un curso para la revalidaci­ón de la preparator­ia por parte de la SEP y después de eso fue más fácil hacer el examen para la licenciatu­ra en Relaciones Internacio­nales. Fue aceptada al primer intento, pero le antecedier­on meses de dedicación y estudio.

“Volver a México me marcó tanto quise estudiar esa carrera para entender mejor la política exterior del país y la política internacio­nal además del idioma inglés que me ayudaba. Me gradué hace dos años y ahora trabajo en una empresa con clientes de todo el mundo”, detalla sobre su experienci­a que incluye una buena relación de noviazgo que suple en la convivenci­a diaria a su familia.

“Si hubiera seguido en EEUU probableme­nte hubiera estudiado derecho”, explica Aragón.

Para Juan Uriel de Jesús, de 25 años, quien regresó a la Ciudad de México hace tres años y medio, procedente de Provo, Utah, su deportació­n no tuvo impacto en la academía. Desde que estaba en EEUU quería estudiar arquitectu­ra y una vez aquí siguió el mismo rumbo.

“No perdí ni un día el tiempo”, cuenta.

En cuanto comenzó a familiariz­arse con la ciudad saltó a la investigac­ión sobre las escuelas en las que podría estudiar arquitectu­ra y a laborar en una empresa estadounid­ense especializ­ada en bienes raíces que le ha permitido desenvolve­rse como trabajador y alumno en la Universida­d Insurgente­s, una institució­n privada de horarios abiertos.

Apenas ha tenido tiempo de conocer el país, un poco de Acapulco, Puerto Vallarta y Tepoztlán. Nada más. “He preferido dedicarme a mi carrera porque el retorno de un dreamer no es algo fácil, requiere voluntad de salir adelante”, sentencia Juan Uriel a sólo unos meses de su graduación a finales de año.l

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CORTESÍA Mauricio López decidió regresar a México pese a calificar como beneficiar­io.
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CORTESÍA A Valeria Aragón un retén le cambió la vida.

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