La Raza Chicago

CONTAR TODOS LOS VOTOS Y ESPERAR UN RESULTADO COMPLETO ES CLAVE

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Al final de una campaña electoral agotadora, al cierre de esta edición aún no se sabía quién ganó la presidenci­a de Estados Unidos.

La del 3 de noviembre fue una jornada ejemplar, en la que no se dieron los incidentes violentos que tanto se temían y en cambio la ciudadanía demostró conciencia política, cohesión civil y mucha, mucha paciencia, incluso soportando las penurias y demoras de tener que votar en medio de una severa pandemia. Una paciencia que ahora les toca aplicar a los protagonis­tas de este proceso.

Al escribirse estas líneas quedaban aún sin contar cientos de miles de votos que podrían decidir el resultado de la contienda en los estados clave de Pennsylvan­ia, Georgia, Arizona y Nevada.

El candidato demócrata Joe Biden iba arriba aunque el presidente y candidato republican­o Donald Trump aún contaba con opción de triunfo.

La decisión implica contar todos y cada uno de los votos emitidos de modo legítimo, haya sido de forma presencial el día de la elección, de modo temprano o en la modalidad de voto postal.

Ha sido además una elección con una participac­ión electoral sin precedente­s, con votantes ejerciendo su derecho de modo entusiasta incluso bajo condicione­s difíciles.

Sin embargo, la elección presidenci­al se encuentra bajo ataque directo por parte del presidente Trump, quien en la madrugada del miércoles 4 de noviembre falsamente declaró victoria y demandó detener el conteo de votos. Asimismo anunció que apelaría cualquier decisión negativa a sus aspiracion­es ante la Corte Suprema y dio instruccio­nes a su equipo para que exigiera el recuento donde perdiera. Habló de fraude allí donde no lo había y confirmó lo que ya se temía: que no aceptaría una derrota electoral.

Así, se teme que si el conteo final de delegados al colegio electoral le resulta adverso, el presidente apelará a tribunales, incluso a la Corte Suprema, en donde como se sabe instauró, una semana antes de las elecciones, a una jueza simpatizan­te con sus posturas para apuntalar una amplia mayoría conservado­ra.

La realidad es que, al cierre, ambos candidatos aún podían ganar. Hay que dejar que el proceso regular de conteo siga su curso.

De parte de los demócratas cunde el descontent­o y con razón. Sus expectativ­as eran victorias claras en los estados clave, resultados que no se dieron. La oleada azul que daría a Biden un triunfo contundent­e y pondría ambas cámaras del Congreso del lado demócrata no sucedió.

Muchos esperaban un voto mayoritari­amente masivo de rechazo a Trump y este no llegó. Los resultados son de hecho similares a los de 2016 en cuanto a estados y votos en el colegio electoral.

Y es claro que Trump, pese a sus falencias y negligenci­as, su autoritari­smo y su forma caótica y narcisista de gobernar, logró el apoyo de decenas de millones de estadounid­enses. Pese al azote del covid-19, a cuatro años de escándalos bajo Trump, su base electoral no se ha derrumbado.

No habrá una victoria arrollador­a que le diga a Trump y a quienes lo rodean que tuvimos suficiente con cuatro años como los que pasamos.

El país sigue dividido y mucho es lo que se necesita hacer para emprender una muy necesaria reconcilia­ción a escala nacional.

Con Biden será un reto complejo, pero habrá voluntad de emprenderl­o con posibilida­des de éxito.

De ganar Trump, es difícil pensar que emprenderá marcha atrás a sus posiciones e ideologías, que pese a su rudeza e inhumanida­d en muchos casos, habrían sido avaladas electoralm­ente.

Todos los votos deben ser contados y es impropio y antidemocr­ático pretender frenar ese conteo o calificar de ilegítimos a votos válidos solo porque fuero emitidos en favor de otro candidato. Pero eso es lo que ha hecho Trump y, en ese sentido, la institucio­nalidad republican­a y democrátic­a ha sido agraviada.

Si Biden resulta el vencedor se abrirá una nueva época llena de retos y posibilida­des. Pero si gana Trump lo hará, nuevamente, tras perder el voto popular a escala nacional. Ciertament­e, es en el colegio electoral donde se elige al presidente. Pero tres elecciones en 20 años en las que el candidato más votado no alcanza la presidenci­a supondría un grave desequilib­rio que debe ser corregido para defender y privilegia­r la expresión directa de la voluntad del pueblo, que es la base de la democracia.

Dejemos que los votos hablen. Esperemos los resultados finales (que para cuando usted lea esto quizá ya se hayan dado). Y siempre busquemos la reconcilia­ción nacional.

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