EL DOBLE GOBIERNO
Los resultados de las elecciones presidenciales son claros: ganó Joe Biden. Perdió Donald Trump.
Pero desde hace meses Trump había descubierto su estrategia para rechazar su derrota: reclamar un fraude inexistente, montar una avalancha de demandas judiciales e involucrar a instituciones del gobierno en una farsa. Todo para ignorar la voluntad popular e incitar a sus millones de seguidores.
Inicialmente, la negativa de Trump a reconocer su derrota fue interpretada como un capricho personal inofensivo. Había, dijeron, que darle al hombre tiempo para elaborar su derrota. Pero él utilizó el tiempo para fortalecer su ofensiva. Ahora, parece que esta no es la quijotada de un narcisista empeñado en no salir perdedor, sino una urgente amenaza a las instituciones democráticas del país.
Al apoyarlo, por miedo o por cálculos cínicos, varios miembros de la clase política republicana se suman al intento de conservar el poder pese a los resultados electorales.
El líder de la mayoría en el Senado Mitch McConnell se niega a reconocer la victoria de Biden. El secretario de Justicia William Barr ha instruido a fiscales federales a entablar demandas contra “serias instancias de fraude” aunque no hay prueba de ello.
Emily Murphy, quien encabeza la Administración de Servicios Generales, se niega a certificar la victoria de Biden y así permitir el crucial inicio del traspaso de gobierno.
Joe Biden prepara las primeras acciones de su administración a partir del 20 de enero. Creó un grupo de trabajo de lucha contra el coronavirus. Obtiene apoyo internacional. Llama incansablemente a la unidad. Anuncia sus prioridades desde el primer día.
Pero los intentos de Trump de mantenerse en el poder se intensifican. Despidió a su secretario de Defensa Mike Esper, quien en junio se había negado a enviar tropas federales a reprimir manifestantes.
Hay quien sigue insistiendo que esto es un teatro, que Trump solo quiere recolectar fondos para ayudarse en su vida después de la presidencia, que a McConnell solo le preocupa preservar la mayoría republicana en el Senado, o que los republicanos solo esperan que los tribunales rechacen los alegatos de fraude para aliviados cambiar de rumbo.
Quizás eso suceda y se propicie el cambio de poder a manos de Biden, pero si no hay quien detenga a Trump en su entorno cercano podría llevar esta confrontación a sus últimas consecuencias, cualesquiera que sean, en plena crisis del coronavirus.
El riesgo de una crisis constitucional continuará hasta que Trump desaloje la Casa Blanca el 20 de enero.l
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