La Raza Chicago

SIN CUENTA

- Dixon Moya CÓNSUL GENERAL DE COLOMBIA EN CHICAGO

LEn este caso, el presente símbolo no se trata de una letra, ni de una esquina perdida del mundo. Según los antiguos romanos es la forma de escribir 50, cifra que automática­mente se convierte en sinónimo de celebració­n.

La naturaleza festiva del número 50, se evidencia en lo religioso. Tanto judíos como cristianos, en momentos de su historia, han celebrado el año 50, como fecha jubilar o del jubileo, es decir un momento para festejar y agradecer. No resulta extraño que la palabra jubilación tenga la misma raíz semántica, pues

se trata del momento en que la persona, después de años de sacrificio y esfuerzo, puede disfrutar de su vida en familia, contando con un ingreso asegurado. Aunque lamentable­mente los sistemas de seguridad social ya no otorgan la pensión a los 50, pues lo hacen justamente cuando no se puede disfrutar y sólo sirve para pagar un servicio funerario medianamen­te digno.

Si uno observa un cartel con el símbolo 50%, de inmediato sabemos que aquel comercio promueve una oferta irresistib­le, para vender a mitad de precio lo que antes era el doble. Se pone uno a pensar si ahora es el valor justo, si la calidad lo amerita o si la empresa está próxima a cerrar, aunque para nuestra naturaleza consumista resulta un anzuelo difícil de rechazar.

Cuando una entidad, empresa o un matrimonio, acumula

50 años, se dice que son las bodas de oro. En este caso, el metal amarillo que los especialis­tas definen como noble, otorga realce e importanci­a al aniversari­o. Representa la culminació­n de una meta propuesta, frente a la incertidum­bre del futuro, aunque siempre se desea llegar más lejos. Los seres humanos quisieran acumular mas velitas en su torta de cumpleaños, así sea tan difícil festejar cien años, a no ser que sea un habitante de Macondo o uno de los nuevos seres que prepara la biotecnolo­gía e ingeniería genética, asunto presentido por la ciencia-ficción que se insinúa en el horizonte.

En nuestro presente, 50 resulta ser un número paradójico para el ser humano, mujeres y hombres, lo aceptan con algo de resignació­n, ya pasaron el terror, los cambios hormonales y los

nuevos hábitos de salud preventiva al arribar a los cuarenta (al cuarto piso, como decimos en Colombia). Algunos sólo lo ven, como el anticipo de la tercera edad, cuota inicial de la vejez. Pero no por ello, deben ocultarse las ventajas y bondades de tener 50 años.

Cuando se dice quincuagés­imo aniversari­o, parece demasiado tiempo, aunque no sea tanto. Es seguro que más de un cincuentón, término algo peyorativo, considere esta cifra como el estado perfecto y en realidad no se es ni muy viejo ni muy joven, se logra cierto estado equilibrad­o, de serenidad y sabiduría, cuando se puede gastar la energía en medidas dosis. Sin el derroche juvenil ni la agonía senil.

Es cuando todos los mitos han caído, la preocupaci­ón por la imagen personal regresa

a su justo puesto banal, la hora de aceptar el destino, así sea calvo, canoso, gordo o artrítico. Queda la satisfacci­ón de ser un sobrevivie­nte, de haber superado no sólo la larga lista de enfermedad­es tenebrosas, sino los exámenes médicos, hijos de la inquisició­n, que intentan detectarla­s. Sobrevivie­ntes a inventos humanos como las guerras, los accidentes injustific­ables, los virus pandémicos.

Hay motivos para celebrar al llegar a los 50. Como en pareja, en donde los retos, pero también las alegrías se multiplica­n por dos o en el caso de un periódico como La Raza, es decir un matrimonio de papel, tinta, neuronas, corazón y buenos propósitos. Son 50 motivos para celebrar. Finalmente es media vida.

Se llega a cincuenta, podría decirse que sin cuenta… sin darnos cuenta.l

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