SIN CUENTA
LEn este caso, el presente símbolo no se trata de una letra, ni de una esquina perdida del mundo. Según los antiguos romanos es la forma de escribir 50, cifra que automáticamente se convierte en sinónimo de celebración.
La naturaleza festiva del número 50, se evidencia en lo religioso. Tanto judíos como cristianos, en momentos de su historia, han celebrado el año 50, como fecha jubilar o del jubileo, es decir un momento para festejar y agradecer. No resulta extraño que la palabra jubilación tenga la misma raíz semántica, pues
se trata del momento en que la persona, después de años de sacrificio y esfuerzo, puede disfrutar de su vida en familia, contando con un ingreso asegurado. Aunque lamentablemente los sistemas de seguridad social ya no otorgan la pensión a los 50, pues lo hacen justamente cuando no se puede disfrutar y sólo sirve para pagar un servicio funerario medianamente digno.
Si uno observa un cartel con el símbolo 50%, de inmediato sabemos que aquel comercio promueve una oferta irresistible, para vender a mitad de precio lo que antes era el doble. Se pone uno a pensar si ahora es el valor justo, si la calidad lo amerita o si la empresa está próxima a cerrar, aunque para nuestra naturaleza consumista resulta un anzuelo difícil de rechazar.
Cuando una entidad, empresa o un matrimonio, acumula
50 años, se dice que son las bodas de oro. En este caso, el metal amarillo que los especialistas definen como noble, otorga realce e importancia al aniversario. Representa la culminación de una meta propuesta, frente a la incertidumbre del futuro, aunque siempre se desea llegar más lejos. Los seres humanos quisieran acumular mas velitas en su torta de cumpleaños, así sea tan difícil festejar cien años, a no ser que sea un habitante de Macondo o uno de los nuevos seres que prepara la biotecnología e ingeniería genética, asunto presentido por la ciencia-ficción que se insinúa en el horizonte.
En nuestro presente, 50 resulta ser un número paradójico para el ser humano, mujeres y hombres, lo aceptan con algo de resignación, ya pasaron el terror, los cambios hormonales y los
nuevos hábitos de salud preventiva al arribar a los cuarenta (al cuarto piso, como decimos en Colombia). Algunos sólo lo ven, como el anticipo de la tercera edad, cuota inicial de la vejez. Pero no por ello, deben ocultarse las ventajas y bondades de tener 50 años.
Cuando se dice quincuagésimo aniversario, parece demasiado tiempo, aunque no sea tanto. Es seguro que más de un cincuentón, término algo peyorativo, considere esta cifra como el estado perfecto y en realidad no se es ni muy viejo ni muy joven, se logra cierto estado equilibrado, de serenidad y sabiduría, cuando se puede gastar la energía en medidas dosis. Sin el derroche juvenil ni la agonía senil.
Es cuando todos los mitos han caído, la preocupación por la imagen personal regresa
a su justo puesto banal, la hora de aceptar el destino, así sea calvo, canoso, gordo o artrítico. Queda la satisfacción de ser un sobreviviente, de haber superado no sólo la larga lista de enfermedades tenebrosas, sino los exámenes médicos, hijos de la inquisición, que intentan detectarlas. Sobrevivientes a inventos humanos como las guerras, los accidentes injustificables, los virus pandémicos.
Hay motivos para celebrar al llegar a los 50. Como en pareja, en donde los retos, pero también las alegrías se multiplican por dos o en el caso de un periódico como La Raza, es decir un matrimonio de papel, tinta, neuronas, corazón y buenos propósitos. Son 50 motivos para celebrar. Finalmente es media vida.
Se llega a cincuenta, podría decirse que sin cuenta… sin darnos cuenta.l