Ataque trumpista al Capitolio
El asalto al Congreso selló la imagen de Trump y su entorno como una amenaza para la democracia
El ataque al Capitolio en Washington DC, sede del Congreso de Estados Unidos, constituye un perturbador atentado contra la democracia y la institucionalidad republicana del país, un ominoso signo de la extrema polarización social y del auge de la desinformación y los intereses espurios preconizados por el propio presidente Donald Trump.
Este 6 de enero de 2021, seguidores de Trump, convocados y azuzados por él, irrumpieron ilegal y violentamente en la sede del Congreso, interrumpieron la sesión de certificación de la elección del pasado 3 de noviembre, ganada legítimamente por Joe Biden, y al hacerlo protagonizaron una acción inquietante e inconstitucional, que incluso ha sido catalogada como sedición y un intento de golpe, que lacera como nunca había sucedido en Estados Unidos el tejido democrático del país.
Estados Unidos se ha enorgullecido y ufanado en su larga historia de transición pacífica y democrática del poder pues, ciertamente, si bien se han dado crisis y problemas internos en el pasado, y ha protagonizado ominosas intervenciones en otros países, nunca había sucedido, posiblemente con la excepción de la ruptura de la unión que dio paso a la Guerra Civil en la década de 1860, un ataque dia la institucionalidad republicana como ha sido la irrupción violenta de seguidores de Trump en el Capitolio este 6 de enero.
Tampoco, como ahora, se habría dado en la historia reciente de Estados Unidos una percepción de desconfianza y ardor como el que se da en muchos simpatizantes trumpistas, al grado de que ello los arroje, catalizados por el propio Trump, a tratar de subvertir violentamente el proceso constitucional y democrático de la certificación de la pasada elección.
Y no se trataron de meras manifestaciones de un desasosiego social, que si son pacíficas y fundadas resultan legítimas. En ese caso se trató de un asalto injustificado, intolerable y vandálico en el
que, además, una persona falleció durante el incidente, tres presuntas bombas fueron halladas y desmanteladas en las cercanías del Capitolio y la ciudad de Washington fue puesta bajo toque de queda.
Por añadidura, es también notorio que todo ello haya sido provocado por el pantano de mentiras, demonizaciones y fantasías propagado por el propio Trump, que ha calificado falsamente a la pasada elección de fraudulenta (incluso desde antes que sucediera) con el claro propósito de lograr un beneficio político personal para tratar de evitar ser desplazado del poder.
El aún presidente ha además sacado provecho económico de esa tensión y ha aprovechado la indignación de sus seguidores ante un fraude inexistente para recaudar de ellos millones de dólares, de los que podría no rendir muchas cuentas y podría utilizar para apuntalar sus actividades políticas futuras. Todo ello, nuevamente, alimentando la mentira del robo de la elección y enardeciendo con ella a sus seguidores.
No se trata, hay que recalcar, de una indignación legítima fundada en un fraude antidemocrático, como Trump y su entorno han hecho creer, sino la manipulación de la desesperación y la confrontación con base en mentiras. Son las acciones mismas de Trump y las de sus seguidores que asaltaron el Capitolio lo que constituye un atentado contra la democracia.
Si a eso se suma que, para no afectar sus opciones de reelección, Trump consciente y constantemente minimizó la pandemia de covid-19, politizó las medidas de mitigación necesarias para frenarla y con ello contribuyó a su mayor propagación, y al aumento del terrible saldo de vidas que la enfermedad se ha cobrado, es patente que el aún presidente es una amenaza para la estabilidad y el bienestar de la nación.
Algo que ya era evidente desde que fue sometido a finales de 2019 y principios de 2020 a un proceso de destitución, que no prosperó gracias al apoyo que tuvo de la mayoría republicana en el Senado, que entonces lo apoyó decididamente pero que hoy, salvo una minoría, se ha desmarcado de su noción de fraude electoral y desconocimiento de la legítima victoria de Biden.
Si Trump planeó o toleró este grave incidente en el Capitolio en aras de enviar una señal del poder que tiene sobre las masas de sus seguidores radicales, en una suerte de advertencia a sus opositores y a quienes denrecto