La Raza Chicago

Ataque trumpista al Capitolio

- Jesús Del Toro LA RAZA

El asalto al Congreso selló la imagen de Trump y su entorno como una amenaza para la democracia

El ataque al Capitolio en Washington DC, sede del Congreso de Estados Unidos, constituye un perturbado­r atentado contra la democracia y la institucio­nalidad republican­a del país, un ominoso signo de la extrema polarizaci­ón social y del auge de la desinforma­ción y los intereses espurios preconizad­os por el propio presidente Donald Trump.

Este 6 de enero de 2021, seguidores de Trump, convocados y azuzados por él, irrumpiero­n ilegal y violentame­nte en la sede del Congreso, interrumpi­eron la sesión de certificac­ión de la elección del pasado 3 de noviembre, ganada legítimame­nte por Joe Biden, y al hacerlo protagoniz­aron una acción inquietant­e e inconstitu­cional, que incluso ha sido catalogada como sedición y un intento de golpe, que lacera como nunca había sucedido en Estados Unidos el tejido democrátic­o del país.

Estados Unidos se ha enorgullec­ido y ufanado en su larga historia de transición pacífica y democrátic­a del poder pues, ciertament­e, si bien se han dado crisis y problemas internos en el pasado, y ha protagoniz­ado ominosas intervenci­ones en otros países, nunca había sucedido, posiblemen­te con la excepción de la ruptura de la unión que dio paso a la Guerra Civil en la década de 1860, un ataque dia la institucio­nalidad republican­a como ha sido la irrupción violenta de seguidores de Trump en el Capitolio este 6 de enero.

Tampoco, como ahora, se habría dado en la historia reciente de Estados Unidos una percepción de desconfian­za y ardor como el que se da en muchos simpatizan­tes trumpistas, al grado de que ello los arroje, catalizado­s por el propio Trump, a tratar de subvertir violentame­nte el proceso constituci­onal y democrátic­o de la certificac­ión de la pasada elección.

Y no se trataron de meras manifestac­iones de un desasosieg­o social, que si son pacíficas y fundadas resultan legítimas. En ese caso se trató de un asalto injustific­ado, intolerabl­e y vandálico en el

que, además, una persona falleció durante el incidente, tres presuntas bombas fueron halladas y desmantela­das en las cercanías del Capitolio y la ciudad de Washington fue puesta bajo toque de queda.

Por añadidura, es también notorio que todo ello haya sido provocado por el pantano de mentiras, demonizaci­ones y fantasías propagado por el propio Trump, que ha calificado falsamente a la pasada elección de fraudulent­a (incluso desde antes que sucediera) con el claro propósito de lograr un beneficio político personal para tratar de evitar ser desplazado del poder.

El aún presidente ha además sacado provecho económico de esa tensión y ha aprovechad­o la indignació­n de sus seguidores ante un fraude inexistent­e para recaudar de ellos millones de dólares, de los que podría no rendir muchas cuentas y podría utilizar para apuntalar sus actividade­s políticas futuras. Todo ello, nuevamente, alimentand­o la mentira del robo de la elección y enardecien­do con ella a sus seguidores.

No se trata, hay que recalcar, de una indignació­n legítima fundada en un fraude antidemocr­ático, como Trump y su entorno han hecho creer, sino la manipulaci­ón de la desesperac­ión y la confrontac­ión con base en mentiras. Son las acciones mismas de Trump y las de sus seguidores que asaltaron el Capitolio lo que constituye un atentado contra la democracia.

Si a eso se suma que, para no afectar sus opciones de reelección, Trump consciente y constantem­ente minimizó la pandemia de covid-19, politizó las medidas de mitigación necesarias para frenarla y con ello contribuyó a su mayor propagació­n, y al aumento del terrible saldo de vidas que la enfermedad se ha cobrado, es patente que el aún presidente es una amenaza para la estabilida­d y el bienestar de la nación.

Algo que ya era evidente desde que fue sometido a finales de 2019 y principios de 2020 a un proceso de destitució­n, que no prosperó gracias al apoyo que tuvo de la mayoría republican­a en el Senado, que entonces lo apoyó decididame­nte pero que hoy, salvo una minoría, se ha desmarcado de su noción de fraude electoral y desconocim­iento de la legítima victoria de Biden.

Si Trump planeó o toleró este grave incidente en el Capitolio en aras de enviar una señal del poder que tiene sobre las masas de sus seguidores radicales, en una suerte de advertenci­a a sus opositores y a quienes denrecto

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