La Raza Chicago

BALACERAS,MUERTE Y TENSIÓN SOCIAL

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Hoy lamentamos la muerte de 10 personas el lunes 22 de marzo a manos de un pistolero en un supermerca­do de Boulder, Colorado. Sus nombres y edades ya se publicaron. Fueron de compras y murieron asesinados.

El hecho sucedió pocos días después de que una matanza en tres spas en Atlanta, Georgia, dejó ocho muertos.

En siete días hubo al menos siete tiroteos en Estados Unidos con al menos cuatro heridos o muertos. En cada uno.

Son seis los tiroteos masivos en tres meses de 2021. Seis en 2020, durante el aislamient­o del covid-19. En 2019 fueron 18. Y 19 en 2018.

No podemos seguir así.

Los asesinatos en masa no son casualidad. Se repiten demasiado para serlo. No existen, con esta magnitud y de esta naturaleza, en ningún otro país del mundo. Señalan caracterís­ticas preocupant­es de nuestra sociedad.

Una es la facilidad con la que asesinos en potencia obtienen armas de fuego de gran calibre y sus municiones.

Otra, el argumento de que esos terribles crímenes se deben solo al desequilib­rio de la salud mental de unos pocos. Obviamente, los assesinos son depravados mentales y debe ampliarse la atención a esos enfermos.

Pero sin el acceso a las armas un enfermo mental con tendencias destructiv­as no se convierte en asesino en masa.

Otra, la queja de que prohibir a civiles el acceso a armas de fuego propias para la guerra (como fusiles semiautomá­ticos y cargadores de gran cantidad de balas) es violatorio de la Segunda Enmienda, lo que es falaz pues ese derecho puede ejercerse y respetarse sin que al mismo tiempo se dé acceso a armas que han probado ser amenazas para la vida de las comunidade­s.

Otra, la reacción de políticos cínicos, que envían “pensamient­os y oraciones” y rechazan el debate sobre un mayor control de armas porque “no es el momento”. Si no ahora, ¿cuándo? Sí, tenemos demasiadas armas: cien millones más que habitantes.

Pero limitar la venta de armas de fuego al público solamente no solucionar­á nada. Hay otros países en donde los ciudadanos tienen armas en sus casas y donde los asesinatos en masa son escasísimo­s.

¿ Es que estos espasmos de violencia son parte irremediab­le de la cultura estadounni­dense? ¿No puede la sociedad ir más allá y realizar los cambios para prevenir esos crímenes?

Los tiroteos masivos son otra epidemia contra la cual no tenemos vacuna.

¿Por qué? Porque los sucesivos gobiernos han dejado que esta maldición se repita, frenados por estamentos en el Congreso y otros grupos que se han impuesto al sentir de la mayoría de la población, que aprueba medidas razonables de control de armas.

Pero no perdemos la esperanza de que quizás esta vez existan las condicione­s para propiciar un cambio.

El presidente Biden instó al Senado a aprobar dos reformas de armas avaladas por la Cámara de Representa­ntes, incluida una medida universal de verificaci­ón de antecedent­es y una prohibició­n de las armas de asalto.

Y la Asociación Nacional del Rifle, tradiciona­lmente líder contra la reforma de armas de fuego, está debilitada internamen­te y perdió mucho de su poder.

Entonces, sí, hay que hacer más difícil el acceso a ciertas armas. Pero se requiere mucho más que ello. Necesitamo­s un esfuerzo conjunto y gigantesco, que incluya a los medios, el cine, el lenguaje, la legislació­n, los líderes espiritual­es, los gobiernos estatales, las corporacio­nes. Podría ser un proceso escalonado. Podría durar años. Pero debe empezar ahora. Es imperativo impedir que se dé una nueva tragedia.l

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