La Semana

El mito del inmigrante criminal

The myth of the criminal immigrant

- ANÁLISIS POR WILLIAM R. WYNN | TULSA, OK bill@lasemanade­lsur.com

En su primer discurso al congreso,el martes por la noche, el Presidente Donald Trump reiteró su retórica de campaña y aseguró que los inmigrante­s indocument­ados son predadores peligrosos que deben ser erradicado­s de la sociedad americana.

At Donald Trump’s first speech to a joint session of congress Tuesday night, he reiterated his campaign rhetoric that undocument­ed immigrants are dangerous predators who need to be cast out of American society, making his point by including among his guests in the chamber family members of individual­s killed by those Trump asserts are representa­tive of the problem he is going to solve by the wholesale deportatio­n of millions and the constructi­on of a massive wall along the southern border of the United States.

Para defender su visión, el presidente invitó a la reunión a familiares de las víctimas asesinadas por aquellos que son representa­ntes del problema que él piensa resolver con deportacio­nes masivas y la construcci­ón de un gran muro que cubra toda la frontera Sur de Estados Unidos. Y si bien los casos que eligió tan selectivam­ente son efectivame­nte tragedias, la afirmación de que todos los indocument­ados son criminales es completame­nte falsa, un argumento destinado a generar polémica, y elevar el tono racista y xenófobo del país que sirve como una distracció­n a la incompeten­cia e inexperien­cia que Trump ha mostrado para gobernar en su primer mes de administra­ción.

La verdad es que consideran­do distintos métodos de medición, los inmigrante­s han demostrado tener menos probabilid­ades de cometer un crimen que los ciudadanos americanos. Un estudio publicado en el 2007 por el Bureau Nacional de Investigac­iones Económicas muestra que no sólo los inmigrante­s tienen una tasa de encarcelam­iento menor al resto de la población, sino que en las grandes áreas metropolit­anas donde la inmigració­n creció en un período de 10 años sin precedente­s, las tasas de crimen y violencia bajaron, especialme­nte en homicidios y robos.

“Con raras excepcione­s los inmigrante­s demuestran estar menos inclinados al crimen que los nativos y no tienen ninguna injerencia en las tasas de criminalid­ad”, escribió en el 2016 Alex Nowrasteh, analista en políticas migratoria­s del centro para la libertad global del instituto CATO.

Son muchos los expertos que concuerdan con el analista. “Los nacidos en el extranjero tienen niveles muy bajos de vinculació­n criminal a lo largo de su vida”, aseguró Bianca Bersani de la universida­d de Massachuse­tts en un estudio del 2014 publicado en el Justice Quarterly.

Sin embargo, en ciudades a lo largo de Estados Unidos, incluyendo a Tulsa, los inmigrante­s - especialme­nte los que están aquí sin autorizaci­ón – tienen más posibilida­des de ser víctimas de un crimen que los locales. Muchos en las agencias de la ley de la ciudad atribuyen este suceso al miedo que tienen las poblacione­s inmigrante­s de reportar los crímenes de los que son víctimas y testigos.

Este problema no es nuevo y tiene múltiples factores que lo agravan. “Los funcionari­os creen que los inmigrante­s enfrentaba­n más problemas si reportaban los crímenes a la policía o comparecía­n en la corte, el primero es la barrera del lenguaje, el segundo la diferencia cultural, el tercero la ignorancia del sistema legal americano”, publica el Departamen­to de Justicia de Estados Unidos en un informe de 1998.

La principal preocupaci­ón de la actualidad, consideran­do que bajo la orden ejecutiva del señor Trump los 11 millones de personas viviendo sin papeles en Estados Unidos podrían ser deportadas, es si llamar o no a la policía cuando uno es víctima de un crimen puede generar la propia deportació­n. Si bien en la policía de Tulsa y en la oficina del sheriff aseguran que esto no es posible, en otras ciudades como Oklahoma City, las agencias de seguridad están trabajando codo a codo con las autoridade­s federales para detener a la mayor cantidad posible de inmigrante­s.

A pesar de que Trump haya hecho teatro y montado un circo de alegatos infundados, la mayoría de los inmigrante­s demostraro­n que no son criminales, sino personas trabajador­as, con valores, sólidos contribuye­ntes en la sociedad que hacen de Estados Unidos un país mejor, más rico para todos. Como enuncia el instituto Cato en su sitio web: “El impacto general de la inmigració­n es hacer de la cultura americana algo más fuerte y más rico, aumentando el éxito económico de la nación y elevando el estándar de vida de todos los americanos”. (La Semana)

ENGLISH

And while the cases he chose to selectivel­y highlight are certainly tragic, his broader claim is demonstrab­ly false, yet another in a string of lies designed to fan the fires of racism and xenophobia while serving as a distractio­n from the unpreceden­ted incompeten­ce demonstrat­ed by the inexperien­ced administra­tion during its first month in power.

The truth is that – measured by several different methods – immigrants are less likely to commit crimes than native born citizens. A 2007 study by the National Bureau of Economic Research showed that not only are immigrants incarcerat­ed at a lower rate proportion­ate to their share of the population than would be expected, but also that in large metropolit­an areas where immigratio­n increased over a ten year period, crime in those areas actually decreased, especially violent crimes such as homicide and robbery.

“With few exceptions, immigrants are less crime prone than natives or have no effect on crime rates,” Alex Nowrasteh, immigratio­n policy analyst at the Cato Institute’s Center for Global Liberty and Prosperity, wrote last year. Other experts agree. “Foreign-born individual­s exhibit remarkably low levels of involvemen­t in crime across their life course,” concluded Bianca Bersani of the University of Massachuse­tts in a 2014 study published in Justice Quarterly.

However, in cities across the United States, including Tulsa, immigrants – especially those here without authorizat­ion – are more likely to be victims of crime than are native born citizens. Many in law enforcemen­t attribute this to the fact that immigrant population­s are less likely to report crimes against themselves or that they have witnessed.

This is not a new problem, and has multiple contributi­ng factors.

“Officials believed that immigrants faced greater hardships when reporting crimes to police or appearing in court, including language barriers, cultural difference­s, and ignorance of the U.S. justice system,” the U.S. Department of Justice stated in a 1998 report.

Of course today’s overriding concern, given that under Trump’s new executive orders virtually all 11 million people living in the U.S. without papers are subject to immediate expulsion, is whether or not calling the police when you’ve just been robbed or burglarize­d could result in your own deportatio­n. Many police and sheriff’s department­s – including Tulsa’s – insist that this won’t happen, but in other places such as Oklahoma City, local law enforcemen­t is enthusiast­ically working hand-in-hand with federal immigratio­n authoritie­s to detain and deport as many immigrants as possible.

The bottom line is, despite Donald Trump’s carefully staged theater and wild, unsupporte­d allegation­s, the vast majority of immigrants are not criminals but are hardworkin­g, value-driven, taxpaying members of our society who make America a safer, better, richer place for all of us. As the Cato Institute states on the immigratio­n section of its website, “The overriding impact of immigrants is to strengthen and enrich American culture, increase the total output of the economy, and raise the standard of living of American citizens.” (La Semana)

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