EL RACISMO sigue latiendo en América
El asesinato de una joven mujer que protestaba ante una marcha de supremacía blanca en Charlottesville, Virginia, el pasado fin de semana, nos muestra que a dos décadas de haber ingresado en el siglo XXI todavía debemos erradicar el racismo tan arraigado en la sociedad americana.
Heather Heyer, de 32 años, estaba protestando contra la marcha del grupo “Unite the Right” el 12 de agosto cuando fue arrollada por un auto de policía que arremetió contra la multitud disconforme. El vehículo era manejado por James Alex Fields Jr., un joven de 20 años oriundo de Ohio que había viajado a Virginia para participar de la marcha por la supremacía blanca.
El domingo vecinos de Tulsa se reunieron en el parque de la reconciliación en una vigilia contra la violencia.
A pesar de lo terrible del ataque, muchos en Estados Unidos y el resto del mundo han expresado su preocupación ante las ambiguas declaraciones del presidente Donald Trump, quien decidió culpar tanto a los que participaban en contra de la marcha como a los defensores de los Nazis y el racismo del fatídico episodio. Horas más tarde el presidente decidió denunciar públicamente al racismo y al Ky Klux Klan, pero sólo después de que tres miembros prominentes del consejo americano de manufacturas – los CEOs de Intel, Merck, y Under Armour – renunciaran como protesta a las nulas declaraciones del republicano.
A 152 años del final de la guerra civil y la abolición de la esclavitud, este incidente prueba que las tensiones raciales siguen siendo un tema candente en el país, particularmente en los estados sureños donde las memorias de esos tiempos difíciles parecen encontrarse por doquier. Muchos estados confederados han reconocido estas cuestiones y decidido remover las ban- deras y estatuas que celebraban los controversiales legados racistas, de sitios de honor público.
A pesar de esto seguimos sin entender que es lo que mueve los sentimientos nacionalistas con tanto fervor, un frenesí que hasta da autorización a matar a quienes piensan distinto. Hay quienes creen que la elección de Trump, en parte por su retórica anti-minorias y anti-hispana, ha permitido revivir los discursos racistas que estaban ocultos desde fines de los años 60’. De hecho el ex líder del KKK, David Duke admitió en la marcha de Charlottesville que está seguro de que Donald Trump comparte su visión del mundo.
“Este es un punto de quiebre para la gente de nuestro país”, dijo Duke. “Estamos determinados a recuperar nuestro país. Vamos a cumplir con las promesas de Donald Trump. En eso creemos, por eso lo elegimos; porque él nos dijo que iba a volver a hacer de Estados Unidos un gran país, y eso es lo que tenemos que hacer”.
Si bien Trump condenó al KKK y dijo que era una organización criminal que defendia el racismo, que era pura maldad, para muchos la condena llegó mucho más tarde de lo aceptable. La era Trump continua siendo una en la que los David Dukes de la nación se sienten con energía y derecho. Un presidente que tilda a millones de mexicanos americanos de asesinos, violadores y narcotraficantes, y que le dice a la policía que está bien detener sospechosos por cómo lucen no tiene autoridad moral para hablar del racismo. (La Semana)