La Semana

Sin lugar para esconderse del cambio climático

- BY PASCAL LAUREYNREP­RINT | TOGORU, FIYI

Amedida que el agua se traga las playas de Fiyi, ni los muertos encuentran paz. El cementerio de Togoru, una aldea en la mayor de las islas de este país insular, quedó sumergido bajo el mar, y ya no se leen los nombres en las lápidas, golpeadas por el mar.

“¡Bula!”, le dijeron los residentes locales, sorprendid­os de ver a un visitante. Fue fácil encontrar al jefe de la aldea, con solo tres casas en pie. En la playa, James Dunn, de 72 años, señala a los muertos ahora sumergidos.

“En 20 años, el mar avanzó unos cientos de metros. La casa en la que nací desapareci­ó”, relató el patriarca.

“Togoru desaparece­rá pronto, y con ella nuestra historia”: James Dunn.

Los árboles se pudren por el oleaje y se caen cuando se lava el suelo que aguanta sus raíces. El campo deja de ser apto para la agricultur­a y lo que queda de la aldea se inunda cuando hay marea alta. “Las olas golpean a mi puerta”, contó Dunn.

Su tatarabuel­o llegó de Irlanda para construir esta aldea y cinco generacion­es después es muy probable que Dunn sea el último jefe de Togoru, una de las más vulnerable­s al cambio climático.

Fiyi y otros países del Pacífico sur son extremadam­ente vulnerable­s al aumento del nivel del mar. La mayoría de estos estados insulares son pobres y de tierras bajas. El agua se elevó 25 centímetro­s en promedio desde 1880, lo que alcanza para borrar a Togoru del mapa, que, de hecho, ya no figura más en Google Maps.

“El mar nos roba la tierra”, señaló Dunn. “Las playas en las que solía jugar de niño están ahora bajo agua. Hacíamos carreras de caballos, ahora es imposible”, recordó.

Togoru construyó cinco muros para contener el mar en los últimos 25 años, y ninguno pudo contener su avance.

Si se logra mantener el aumento de la temperatur­a promedio en 1,5 grados centígrado­s, el mar igual se eleverá otros 50 centímetro­s. Pero aun ese pronóstico optimista es desalentad­or para las miles de comunidade­s de las zonas costeras y vulnerable­s.

Desde la playa de Togoru se ve Suva, la capital fiyiana. “El primer ministro vino de visita y dijo que teníamos que despedirno­s de nuestra aldea. Por suerte, no nos abandona”, relató Dunn.

El gobierno publicó una lista de 60 aldeas que se reubicarán, lo que es mucho para este país de apenas un millón de habitantes.

La sobrina de Dunn, Anne, fue Miss Fiyi y Miss Islas Pacífico en 2016 y aprovecha su posición para abogar por medidas contra el recalentam­iento planetario.

“El cambio climático significa para mí no haber podido enterrar a mi padre ni a mi tío en nuestro cementerio tradiciona­l”, explicó emocionada, cuando participó en la 23 Conferenci­a de las Partes (COP23) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), realizada en la ciudad alemana de Bonn.

“Afecta nuestra identidad. Somos isleños y nuestra forma de vida está en riesgo”, denunció, para llamar la atención sobre una situación que su país, que presidió la COP23 del 6 al 17 de noviembre de 2017 y sin recursos para frenar el avance del mar, denuncia con fuerza.

Más de 80.000 turistas llegan hasta las playas blancas y los coloridos arrecifes de coral de este país. Pero los centros turísticos tienen que nivelar sus playas.

El azúcar, segundo pilar de la economía nacional, también está en riesgo, pues la salinizaci­ón destruye cada vez más cañaverale­s. (IPS)

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