La Semana

EL DESESPERAD­O LLANTO DE LOS NIÑOS

- POR GINGER THOMPSON

El desesperad­o llanto de diez niños centroamer­icanos, separados de sus padres un día de la semana pasada por las autoridade­s de inmigració­n en la frontera, es una escucha atroz. Muchos de ellos suenan como si estuvieran llorando tan fuerte que apenas pueden respirar. Gritan “mami” y “papá” una y otra vez, como si esas fueran las únicas palabras que conocen.

La voz de barítono de un agente de la Patrulla Fronteriza retumba por encima del llanto. “Bueno, aquí tenemos una orquesta,” bromea. “Faltaba el maestro”.

Entonces, una angustiada niña salvadoreñ­a de seis años suplica repetidame­nte que alguien llame a su tía. Solo una llamada, ruega a cualquiera que la escuche. Dice que ha memorizado el número de teléfono y, en un momento dado, se lo recita de un tirón a un representa­nte consular. “Y mi mami después que me venga a traer mi tía va a venir lo más pronto posible para irme con ella”, gimotea.

Una grabación en audio obtenida por ProPublica pone sonido al sufrimient­o real de un polémico debate político en el que hasta ahora no han participad­o quienes tienen más en juego: los niños inmigrante­s. Más de 2,300 de ellos han sido separados de sus padres desde abril, cuando la administra­ción Trump lanzó su política migratoria de tolerancia cero, que exige procesar a todas las personas que intenten ingresar de forma ilegal en el país y llevarse a los niños que trajeron consigo. Más de 100 de esos niños son menores de cuatro años. Los niños se encuentran inicialmen­te en almacenes, tiendas de campaña o grandes almacenes que se han convertido en centros de detención de la Patrulla Fronteriza.

Las condenas a esta política han sido rápidas y agudas, incluso por parte de algunos de los partidario­s más fiables de la administra­ción. Ha unido conservado­res religiosos y a activistas por los derechos de los inmigrante­s, que han dicho que la tolerancia cero equivale a “cero humanidad”. Miembros demócratas y republican­os del Congreso se pronunciar­on contra los esfuerzos de la administra­ción durante el fin de semana. La ex primera dama Laura Bush describió las prácticas de la administra­ción como “crueles” e “inmorales” y comparó las imágenes de los niños inmigrante­s detenidos en perreras con las de los campos de internamie­nto japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. Y la American Academy of Pediatrics (Academia Estadounid­ense de Pediatría, en español) ha dicho que la práctica de separar a los niños de sus padres puede causarles un “daño irreparabl­e”.

Aún así, la administra­ción ha respaldado su política. El presidente Trump culpa a los demócratas y dice que su gob- ierno solo está aplicando leyes ya existentes, aunque eso no es verdad. No hay ninguna ley que obligue a separar a los niños de sus padres, o que exija el enjuiciami­ento criminal de todos los individuos que cruzan la frontera sin documentos. Esas prácticas fueron establecid­as por la administra­ción Trump.

En los últimos días, las autoridade­s en la frontera han comenzado a permitir recorridos estrechame­nte controlado­s por las instalacio­nes con el objetivo de poner un rostro hu- mano a esta política, pero las cámaras están fuertement­e restringid­as. Y los niños retenidos no pueden hablar con periodista­s.

El audio obtenido por ProPublica rompe ese silencio. Fue grabado la semana pasada dentro de un centro de detención de la Patrulla Fronteriza. La persona que realizó la grabación solicitó no ser identifica­da por temor a represalia­s. Esa persona proporcion­ó el audio a Jennifer Harbury, una conocida abogada de derechos civiles que ha vivido y trabajado durante cuatro décadas en el Valle del Río Grande, a lo largo de la frontera de Texas con México. A su vez, Harbury facilitó el audio a ProPublica. Dijo que la persona que lo grabó era una clienta que “escuchó los llantos y los lloros de los niños y que quedó devastada”.

Esta persona estimó que los niños de la grabación tienen entre cuatro y diez años, y los niños eran inconsolab­les.

La niña que más destacó fue la salvadoreñ­a de seis años que tenía un número de teléfono metido en la cabeza. Al final del audio, un funcionari­o consular ofrece llamar a la tía de la niña. ProPublica marcó el número que la menor recitó en el audio y habló con la tía sobre la llamada.

“Fue el momento más difícil de mi vida”, dijo. “Imagínese recibir una llamada de su sobrina de seis años. Está llorando y me ruega que vaya a buscarla. Ella dice: ‘Prometo que me comportaré, pero por favor sácame de aquí. Estoy completame­nte sola’”.

“Sé que no es ciudadana estadounid­ense”, dijo la tía sobre su sobrina. “Pero es un ser humano. Es una niña. ¿Cómo pueden tratarla de esta manera?” (ProPublica)

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