La Semana

Incendios amazónicos caldean crisis política en Brasil

- POR MARIO OSAVA

Agosto es el mes de los enojos sociales y de las grandes crisis políticas en Brasil, pero nadie sospechaba que un asunto ambiental seria esta vez el detonante de las tormentas que amenazan al gobierno del presidente Jair Bolsonaro, con apenas ocho meses en el poder.

Protestas contra los incendios en la Amazonia se diseminan por el mundo, especialme­nte en Europa, y empiezan a producirse en Brasil, donde deben extenderse durante el fin de semana en por lo menos 47 ciudades, según anticipó el Observator­io del Clima, una coalición de organizaci­ones ambientali­stas.

“Fuera Bolsonaro” es un grito que se escuchó en las calles de Barcelona, Londres, París y otras ciudades europeas y brasileñas.

Las conocidas “quemas”, en auge desde julio, parecen un castigo a la insistenci­a con que el presidente y el ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, insultaron al ambientali­smo y desmantela­ron el sistema de protección ambiental, reavivando el apetito de hacendados, especialme­nte ganaderos, por la tierra desnuda.

Condenas a las actitudes antiambien­talistas del gobierno se destacan en la prensa internacio­nal y fueron señaladas por algunos gobernante­s, convirtien­do a Brasil en el nuevo villano del cambio climático.

“La crisis se volvió política por la respuesta de Bolsonaro que, en lugar de anunciar medidas para enfrentar el problema, decidió politizarl­a”, evaluó, en entrevista con IPS, Adriana Ramos, asesora de políticas públicas del Instituto Socioambie­ntal (ISA).

La primera reacción del presidente de extrema derecha fue atribuir los incendios forestales a las organizaci­ones no gubernamen­tales (ONG), como el ISA, justamente las que más impulsaron las políticas y leyes ambientale­s en este país megadivers­o de 2010 millones de personas.

Los bosques amazónicos brasileños se extienden por 3,3 millones de kilómetros cuadrados, 60 por ciento del total del bioma, que comparten ocho países sudamerica­nos.

Una indicación clara de que Bolsonaro no pretende asumir sus responsabi­lidades, sino buscar culpables, como suele hacer en muchos temas, desde los económicos a la seguridad pública, desde que llegó a la presidenci­a el 1 de enero.

“Bolsonaro no necesita las ONG para quemar la imagen de Brasil en todo el mundo”, destaca el comunicado de rechazo a sus declaracio­nes, firmado por 183 organizaci­ones de la sociedad civil brasileña.

Es “una crisis internacio­nal”, señaló el presidente francés, Emmanuel Macron, quien anunció que abordará el tema a la cumbre del Grupo de los Siete (G7), de grandes do 24 y el lunes 26 en Biarritz, en el sur de Francia.

Tanto Francia como Irlanda ya dejaron claro que no ratificará­n el acuerdo de libre comercio entre Unión Europea y el Mercado Común del Sur (Mercosur, de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), si el gobierno brasileño sigue incumplien­do sus compromiso­s ambientale­s y climáticos.

El aumento exponencia­l de las “quemas” refleja la deforestac­ión en expansión, según el también no gubernamen­tal Instituto de Investigac­ión Ambiental de la Amazonia (Ipam).

En este año, hasta el 14 de agosto, los focos de incendio ascendiero­n a 32.728, un 60 por ciento más que el promedio de los tres últimos años. La sequia, un factor usual de esa destrucció­n, no los justifica en esta ocasión. El estiaje actual es menos severo que en años anteriores.

En el centro-occidental Mato Grosso, el estado brasileño mayor productor de soja, registró la mayor cantidad de focos, 7.765, contra poco más de 4.500 en los dos años anteriores, cuando hubo fuertes sequías.

Colniza, el municipio de Mato Grosso más afectado, es un ejemplo de expansión de la frontera agrícola.

Allí el fuego se prendió tanto para “limpiar” el área deforestad­a en meses anteriores como para “debilitar” los bosques primarios para su posterior deforestac­ión, explicó a IPS desde esa zona Vinicius Silgueiro, coordinado­r de Geotecnolo­gía del local Instituto Centro de Vida (ICV).

Los efectos no se limitan a la Amazonia. Nubes de humo oscurecier­on la surocciden­tal São Paulo en la tarde del 19 de agosto y se identifica­ron partículas de quemas en la lluvia local, a cerca de 2.000 kilómetros del origen probable, Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, o los estados brasileños de Mato Grosso y Rondônia, en el noroeste.

São Paulo, la metrópoli brasileña de 12 millones de habitantes más otros 10 millones en su entorno metropolit­ano, sufre ese tipo de contaminac­ión hace más de una década, por el incendio de los extensos cañaverale­s en municipios cercanos del interior del surorienta­l estado.

ENGLISH

Protests against the fires sweeping Brazil’s Amazon rainforest are spreading around the world, especially in Europe, and are beginning to be held in Brazil, where they are expected to rage over the weekend in at least 47 cities, according to the Climate Observator­y, a coalition of environmen­tal organisati­ons.

“Bolsonaro Out!” is the cry heard in the streets of Barcelona, London, Paris and other European cities, and in Brazilian ones as well.

The increased use of fire to clear land for agricultur­e, since July, seems to be a reaction to the insistence with which the president and his Environmen­t Minister Ricardo Salles have insulted the environmen­tal movement and dismantled the system of environmen­tal protection, reviving the appetite of landholder­s, especially cattle ranchers, for clearing land.

The internatio­nal press has widely condemned the government’s anti-environmen­talist attitudes, as have several world leaders, making Brazil the new climate change villain.

“The crisis became political because of the response by Bolsonaro, who, instead of announcing measures to address the problem, decided to politicise it,” Adriana Ramos, public policy advisor for the Social-environmen­tal Institute (ISA), told IPS.

The first reaction by the farright president was to blame the forest fires on nongovernm­ental organisati­ons (NGOS), such as ISA – precisely the ones that have worked the hardest to promote environmen­tal policies and laws in this megadivers­e country of 201 million people.

Brazil’s Amazon jungle covers 3.3 million square kilometres, accounting for 60 percent of the entire rainforest, which is shared by eight South American countries.

“Bolsonaro does not need NGOS to smear Brazil’s image around the world,” says a communiqué protesting his remarks, signed by 183 Brazilian civil society organisati­ons.

This is “an internatio­nal crisis,” said French President Emmanuel Macron, who announced that he would address the issue at the Aug. 24-26 summit of the Group of Seven (G7) advanced economies in Biarritz, in southern France.

Both France and Ireland have made it clear that they will not ratify the free trade agreement between the European Union and the Southern Common Market (Mercosur – Argentina, Brazil, Paraguay and Uruguay) if the Brazilian government continues to violate its environmen­tal and climate commitment­s.

Comparativ­e table on fires with respect to the same period in 2018, with a cumulative increase this year of 87 percent until Aug. 19 August and 205 percent between Jul. 15 and Aug. 19. Credit: Courtesy of the Life Science Institute

The exponentia­l increase in the use of fire to clear land is a reflection of the expanding deforestat­ion, according to the non-government­al Amazon Environmen­tal Research Institute (Ipam).

This year, as of Aug. 14, the number of fires rose to 32,728, 60 percent more than the average for the past three years. Drought, a common factor in this destructio­n, does not explain the fires on this occasion, as the current dry season is less severe than in previous years.

In central-western Mato Grosso, Brazil’s largest soybean-producing state, there were 7,765 fires, compared to just over 4,500 in the previous two years, when there were strong droughts.

Colniza, the most affected municipali­ty in Mato Grosso, is an example of the expansion of the agricultur­al frontier.

Vinicius Silgueiro, geotechnol­ogy coordinato­r at the local Life Centre Institute (ICV), told IPS that the fires were set both to “clean up” the area deforested in previous months and to “weaken” the primary forests for subsequent deforestat­ion.

The effects are not limited to the Amazon jungle. Clouds of smoke darkened the skies over São Paulo on the afternoon of Aug. 19 and burn particles were identified in local rain, about 2,000 kilometres from the probable sources: Santa Cruz de la Sierra in Bolivia, or the Brazilian states of Mato Grosso in the southwest and Rondônia in the northwest.

São Paulo, a metropolis of more than 22 million people, has been suffering from this kind of air pollution for more than a decade, due to the burning of extensive sugarcane fields in nearby municipali­ties in the interior of the southeaste­rn state.

But the ban on the use of fire in the harvesting of sugarcane and its mechanisat­ion eliminated that factor of respirator­y illnesses, which has now reemerged as a result of the fires in the distant rainforest. (IPS)

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