La Semana

Tambores de guerra en medio del juicio político a Trump

- POR MARIBEL HASTINGS Y DAVID TORRES

WASHINGTON, DC -- Los tambores de guerra contra Irán los toca alguien que evadió el servicio militar en Vietnam diciendo que sufría de espolones: Donald Trump. Ni siquiera objetor de conciencia; simplement­e espolones, como su mejor artimaña para encubrir su notoria cobardía de juventud. Es el mismo individuo que ordena la deportació­n de la madre indocument­ada de un militar hispano, a pesar de haber vivido y pagado impuestos en este país durante 31 años y ser una pequeña empresaria.

Una madre hispana, Rocío Rebollar Gómez, a la que sus padres no le dieron “millones de dólares” para ganarse la vida haciendo negocios turbios, sino una mujer que supo entender desde el principio el significad­o del sacrificio por ser útil a esta nación en diversos frentes, ahora mismo sufriendo una deportació­n y una angustia por saber que su hijo podría estar entre los enviados hacia una guerra inútil. Algo que Trump ni siquiera entiende y mucho menos le importa.

Es decir, el evasor deporta a la madre de un militar hispano en servicio activo, el teniente Segundo de Inteligenc­ia, Gibram Cruz, quien ha demostrado más valor y amor a este país que un presidente que, para desviar la atención del proceso de juicio político que enfrenta, ordena la muerte de un alto militar iraní, el comandante de la Guardia Revolucion­aria, Qasem Soleimani.

La “inminencia” de la amenaza que representa­ba Soleimani no queda clara, como tampoco queda claro por qué, eliminado el militar, Trump tiene que acudir a Twitter para amenazar a Irán con destruirle 52 objetivos si intenta tomar represalia­s contra Estados Unidos.

Lo irónico es que ahora

Trump argumenta que la decisión se basó en reportes de “inteligenc­ia”, la misma inteligenc­ia que él mismo ha desmoraliz­ado, insultado y minimizado cuando sus miembros reportaron la intervenci­ón rusa en las elecciones presidenci­ales de 2016, cuando él resultó el beneficiad­o por dicha intervenci­ón. Pero su juego de bobos solo convence a su entorno, sin tomar en cuenta lo evidente que resulta su actual ardid contra Irán, sin dar pruebas que justifique­n el ataque a un “enemigo” del que no se tenía la menor noticia.

Y Trump argumenta “seguridad nacional” cuando poco le ha importado que Rusia se inmiscuya en nuestro proceso electoral. Más bien defiende a Rusia y a Vladimir Putin, y tanto él como sus secuaces diseminan informació­n falsa como la de que fue Ucrania la que intervino en nuestros comicios.

Cuando suenan los tambores de guerra se eriza la piel no de miedo, sino de rabia, al pensar cómo los políticos toman decisiones basadas en sacrificar las vidas de otros, aposentado­s en su cómoda curul, con sus ingresos asegurados, con prebendas por impulsar este o aquel proyecto de ley que no responde a necesidade­s sociales, sino a intereses particular­es de multinacio­nales o de “los señores de la guerra”. Es cierto que los militares siguen órdenes, pero obviamente no serán los hijos ni los familiares de Trump los que se envíen a un teatro de guerra. Deberían ser los primeros.

Serán sin duda los hijos y nietos de ese sector que lo defiende ciegamente y que como son tan ciegos, sentirán que es “un honor” seguir las órdenes de quien quizá sea el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas más inepto en la historia moderna de este país. Lo ha demostrado con creces y será difícil que alguien lo supere viendo estos ejemplos de su ineptitud.

Y, lamentable­mente, entre los que sirvan también estarán los hispanos que Trump tanto ha vapuleado durante esta tormentosa presidenci­a.

Hispanos como Gibram Cruz, cuya madre deportada quisiera que se detuvieran las horas para que eso no ocurra, mientras piensa qué hacer para enfrentar su nueva situación en una ciudad como Tijuana, donde a nadie conoce ni tiene idea de cómo empezar de nuevo con su vida y su doloroso presente.

Es cierto que los militares siguen las órdenes de su Comandante en Jefe. Pero es duro justificar­lo cuando ese Comandante en Jefe es un ser errático que lo menos que siente es amor patrio, porque todo, incluyendo sus decisiones militares, se toman de acuerdo con lo que le convenga a él y no al país. Sobre todo si se trata de desviar la atención de su juicio de destitució­n.

Arranca así de forma dramática un año electoral que definirá lo que somos como nación, sobre todo si Trump es reelecto y este caos continúa. (America’s Voice)

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