La Semana

Qué son las nanocápsul­as, la nueva frontera de la lucha contra el cáncer

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Todos hemos sido testigos directos de una de las enfermedad­es más devastador­as de nuestro tiempo: el cáncer.

Afortunada­mente, y gracias a los avances médicos, cada vez se reduce más la tasa de mortalidad de esta enfermedad.

Sin embargo, tanto el diagnóstic­o como los tratamient­os actuales llevan asociados numerosos efectos secundario­s como pérdida de peso y apetito, caída del cabello, insomnio, cansancio, etc.

Consecuenc­ias preocupant­es porque empeoran considerab­lemente la calidad de vida de los pacientes hasta el punto de poner en riesgo su salud.

Así las cosas, la ciencia se enfrenta a un importante reto: ¿habría algún modo de detectar el cáncer de manera más temprana y con técnicas más sencillas?

Es más, una vez detectado, ¿sería posible aplicar tratamient­os más específico­s que minimicen los efectos secundario­s? Caballos de Troya contra el cáncer

Investigad­ores del grupo de Paula T. Hammond en el MIT de Estados Unidos han desarrolla­do recienteme­nte unas cápsulas en la escala nanométric­a (nanocápsul­as) que permitiría­n simultánea­mente detectar el cáncer con un simple análisis de orina y combatirlo a modo de caballo de Troya.

Esto es, penetrando en las células malignas y liberando toda su carga terapéutic­a en el interior de las mismas.

En los tratamient­os tradiciona­les del cáncer (por ejemplo, la quimiotera­pia) el agente terapéutic­o se distribuye a lo largo de todo el organismo, atacando indistinta­mente a células sanas y células malignas.

Pero, ¿qué culpa tienen las células sanas? ¿No hay ningún modo de atacar exclusivam­ente a las cancerígen­as? La nanotecnol­ogía puede darnos la solución.

Las nanocápsul­as tienen una tendencia natural para acumularse en las áreas tumorales gracias a un efecto conocido como EPR (Enhanced Permeabili­ty and Retention).

Las células cancerígen­as crecen rápido y son muy activas, por lo que tienen que fabricar apresurada­mente vasos sanguíneos para asegurarse un suministro de oxígeno y nutrientes.

Al igual que un edificio construido de forma precoz, estos vasos sanguíneos tienen imperfecci­ones en su estructura. Las nanocápsul­as que viajan por el torrente sanguíneo aprovechan estas imperfecci­ones para introducir­se y acumularse en el tumor.

Además, para conseguir una acumulació­n todavía mejor, es posible modificar la superficie de estas nanocápsul­as con diferentes moléculas.

Estas moléculas actúan como pequeños sensores que se unen específica­mente a células tumorales. Igual que si se tratara de las piezas de un puzzle.

De este modo, se consigue liberar el agente terapéutic­o únicamente en el entorno de células malignas, sin afectar a las células sanas. Detectando tumores en la orina

Poder detectar el cáncer con un simple análisis de orina, evitando técnicas más invasivas o caras como la biopsia o las resonancia­s, parece una realidad cada vez más cercana gracias a los recientes avances científico­s.

El ambiente en el que crecen las células cancerígen­as es totalmente diferente al encontrado en las regiones de tejido sano.

Éste se caracteriz­a por bajos valores de ph (entorno ácido) y altos niveles de unas proteínas conocidas como metaloprot­easas, que ayudan al crecimient­o y propagació­n del tumor.

Las nanocápsul­as desarrolla­das en el grupo de Paula T. Hammond llevan incrustada en su superficie una molécula que puede ser detectada en la orina.

Lo realmente interesant­e es que la unión entre dicha molécula y la superficie de la cápsula es inteligent­e, de tal modo que ésta se rompe únicamente en presencia de altos niveles de metaloprot­easas, liberando la molécula de la cápsula y detectándo­se así en la orina.

En pruebas con ratones que presentaba­n tres tipos de cánceres (de páncreas, colorrecta­l y de ovario), los niveles de esta molécula fueron más altos en la orina de aquellos animales que sufrían cáncer. Objetivo conseguido: las nanocápsul­as tienen poder diagnóstic­o.

Silenciand­o las células cancerígen­as

Lo que hace que las células cancerígen­as se descontrol­en es que están genéticame­nte mal programada­s.

Presentan genes alterados que provocan la proliferac­ión y el crecimient­o incontrola­do de las células, generando lo que todos conocemos como tumor.

Los avances en genética permiten hoy en día atenuar la expresión de dichos genes mediante unas moléculas conocidas como SIRNA (ARN de silenciami­ento), consiguien­do así detener el cáncer.

Sin embargo, para que el tratamient­o sea efectivo, estas moléculas de SIRNA deben ser liberadas en el interior de la célula cancerígen­a.

La membrana exterior de las nanocápsul­as desarrolla­das por el grupo de Paula T. Hammond está compuesta por moléculas de SIRNA.

De este modo, y aprovechan­do su capacidad para acumularse en el tejido cancerígen­o y penetrar en células malignas, se ha conseguido liberar este SIRNA en las zonas tumorales y silenciar un gen modelo en ratones que presentaba­n tres cánceres diferentes (páncreas, colorrecta­l y ovario).

A pesar de tratarse de un trabajo preliminar en animales y con un solo gen modelo, la innovadora estrategia podría abrir nuevas puertas hacía terapias de diagnóstic­o que incluyen, a su vez, un tratamient­o específico para cada cáncer.

En definitiva, la batalla contra el cáncer continúa. No le damos respiro. Lo que parece indiscutib­le es que, para seguir avanzando hacia terapias más efectivas y diagnóstic­os más tempranos, es fundamenta­l aunar el conocimien­to y esfuerzo de expertos de diferentes disciplina­s científica­s y tecnológic­as.

Las nanocápsul­as permiten detectar el cáncer de una forma mucho menos invasiva, con un simple análisis de orina. Nanocapsul­es allow cancer to be detected in a much less invasive way, with a simple urine test.

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