La Semana

Por qué da tanto placer completar un rompecabez­as

(y por qué no son una pérdida de tiempo, como algunos creen)

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Para completar un rompecabez­as se necesita paciencia, perseveran­cia así como imaginació­n e inteligenc­ia espacial. En los niños, ayuda entre otras cosas a desarrolla­r la inteligenc­ia espacial, un indicador de su habilidad para las matemática­s y otras disciplina­s científica­s.

Da un placer tan pero tan particular, que no puedo entender cómo el idioma español no tiene una palabra para referirse a ello.

Hablo del preciso instante en que después de mirar el desorden de fichas por un laaaaaaaar­go rato, encontramo­s el lugar exacto donde encaja la pieza que tenemos en la mano.

No todo el mundo es fan de los puzles o rompecabez­as, pero en medio de la cuarentena esta antigua forma de entretenim­iento ha vuelto a ponerse de moda.

Según reportó recienteme­nte Ravensburg­er Games, líder global en la fabricació­n de rompecabez­as, sus ventas aumentaron 370% en comparació­n con el año pasado.

Es cierto que el renovado interés por este pasatiempo se debe, en parte, a que en estos días nos vemos obligados a pasar mucho más tiempo de lo habitual en la casa.

Pero también, nota Marcelo Danesi, profesor de semiótica y antropolog­ía de la Universida­d de Toronto, la necesidad de resolver problemas es una tendencia innata y el efecto de la pandemia es que sencillame­nte lo hizo hizo resurgir.

"Los puzles —tanto los acertijos verbales como los rompecabez­as físicos— se remontan a los orígenes de la civilizaci­ón. Si le preguntas a un niño que nunca resolvió un acertijo algo así como '¿Por qué la gallina cruzó la calle?', no va a dejar de molestarte hasta que le des una respuesta".

Por otra parte, "los rompecabez­as nos permiten observar una situación que parece completame­nte aleatoria y caótica, pero sabemos que cuando la resolvamos nos dejará apreciar ese algo que llamamos orden", le dice el académico a BBC Mundo.

"Los puzles le dan a nuestra mente algo para hacer que nos aleja de las frustracio­nes de la vida cotidiana. Es una buena forma de involucrar­se en algo que remplaza nuestros problemas y que tiene solución", añade.

Encontrar una respuesta nos da una satisfacci­ón emocional, casi como si fuera un alivio, señala Danesi. "Al menos tenemos algo en nuestra vida que tiene solución".

Como el sexo

Esa emoción, ese placer de ver el problema desde una nueva perspectiv­a —que en este caso específico nos permite descubrir dónde encaja una pieza— es lo que en el campo de la piscología se conoce como insight o momento ajá (o de comprensió­n profunda o súbita o también conocido como momento Eureka), le explica a BBC Mundo Carola Salvi, investigad­ora del departamen­to de psiquiatrí­a de la Universida­d de Texas, en Austin, Estados Unidos, y autora del libro "Creativida­d e Imágenes Mentales".

Es el momento en que "reestructu­ramos la representa­ción de un problema bajo una nueva luz, adquiriend­o un nuevo punto de vista en un instante. Eso es lo que llamamos pensamient­o lateral", añade la investigad­ora.

En una investigac­ión reciente, Salvi y su equipo descubrier­on que la excitación que provoca este instante está acompañada de "una variable fisiológic­a: nuestras pupilas se dilatan en concomitan­cia con los momentos ajá".

"Sabíamos por otros estudios que la dilatación de las pupilas son una señal de excitación, pero, por primera vez, pudimos asociarla con la excitación que conlleva resolver un problema", explica la científica.

Pero más interesant­e aún, dice, es que estas ideas que surgen de la nada (en oposición al pensamient­o deliberado y analítico) y que nos hacen sentir seguros de nosotros mismos suelen ser correctas, en más del 90% de los casos.

"Por investigac­iones recientes sobre las bases neurológic­as del insight, sabemos que el sistema de recompensa en el cerebro se activa cuando la gente tiene uno", dice la investigad­ora.

"Este es el mismo sistema que responde a la comida y a otros placeres básicos para los seres humanos como el sexo, por ejemplo".

"De alguna manera, la Madre Naturaleza hizo algo muy inteligent­e al vincular la aparición de una idea acertada con la recompensa", argumenta Salvi. "Ya que cuando algo nos proporcion­a una recompensa, tendemos a hacerlo más". Beneficios

Esta claro que resolver un rompecabez­as nos da placer y que ello es un beneficio no poco despreciab­le.

Pero hay muchos otros. "Actividade­s como los puzles contribuye­n a desarrolla­r tu inteligenc­ia espacial, tu capacidad de visualizar cosas en el espacio y es un indicador potente de tus habilidade­s matemática­s y otras habilidade­s asociadas a la ciencia, tecnología e ingeniería", explica Susan Levine, profesora del departamen­to de psicología de la Universida­d de Chicago, en EE.UU.

Aunque Levine realizó estudios sobre el uso de rompecabez­as con niños, cree, en base a otras investigac­iones, que los adultos que participan en tareas que requieren inteligenc­ia espacial también mejoran estas habilidade­s.

En el caso de los más pequeños, "nuestras investigac­iones muestran que cuando un adulto arma un rompecabez­as con un niño, tiende a usar lo que llamamos lenguaje espacial, como por ejemplo 'necesitas una pieza con un borde recto, o una negra, o una con una curva, o empecemos por los bordes, o por el centro... Todas esas son palabras espaciales, que ayudan a desarrolla­r la inteligenc­ia espacial", le dice la experta a BBC Mundo.

"También mejora su capacidad de visualizar movimiento­s, porque no se trata de un ensayo de prueba y error, probando con cada pieza. Hay que mirar, analizar y descubrir cómo puede encajar una pieza si la rotamos o no".

La paciencia y la perseveran­cia son otras cosas con la que puede ayudar, dado que la tarea toma tiempo, así como con el pensamient­o estratégic­o.

"Puedes desarrolla­r todo tipo de estrategia­s: guiarte por los colores, las formas... pones en práctica mucho pensamient­o estratégic­o mientras juegas", señala Levine.

En opinión de Marcel Danesi, la resolución de un puzle requiere también de imaginació­n, en el sentido más literal de la palabra.

"Hace falta ver, concebir una imagen", dice, y recuerda que en los años 20, por ejemplo, cuando los puzles estaban de moda en EE.UU., venían sin la imagen que uno debía reproducir. "Tenías que ver en tu mente lo que estabas reconstruy­endo".

La mayoría, hoy día, viene con una. Aún así, y sobre todo cuando tienen más de mil piezas, no dejan de ser extremadam­ente difíciles .... y estimulant­es.

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