La Semana

Un inmigrante sabio

- POR GUILLERMO ROJAS AND VICTORIA LIS MARINO | TULSA, OK

“Caminante no hay camino, se hace camino al andar”, decía Antonio Machado. Y nadie mejor que Adrian Rodriguez, dueño de Rodriguez Fashion, ubicado en 12656 E 31st, para validar el contenido de esta frase. Unas seis veces caminó la frontera que divide Estados Unidos de México, unas seis veces cruzó y cambió su destino, sin saber que, a cada paso, un aprendizaj­e nuevo le permitiría mejorar su vida.

Adrián Rodríguez es un comerciant­e exitoso, reconocido joyero del Este de Tulsa, tiene la suerte de haber sido artífice completo de su propio éxito. Pero no fue fortuna quien lo asistió en su cruzada, sino la capitaliza­ción de aprendizaj­es que se convirtier­on en sabiduría pura.

Llegó a suelo americano hace 43 años, cuando las leyes inmigrator­ias no eran tan duras como en la actualidad y la frontera era más permeable. “Vinieras de donde vinieras entrabas, pero también salías. Una vez migracione­s me agarró un sábado, y al otro sábado ya estaba de vuelta en Oklahoma”, recordó entre risas. “Aquí en Tulsa en esa década tantito te miraban en la calle y te levantaban. Te preguntaba­n por tu ID, si no tenias una válida te llevaban, pero no te arrestaban”, agregó.

Tantas veces cruzó y lo devolviero­n, que podría decirse que se convirtió en un profesiona­l. Por suerte la última fue la vencida, y ya casado en el año 85’ y con un trabajo fijo en una fábrica local, aprovechó la ley de amnistía y se convirtió en ciudadano americano.

A partir de ese entonces no perdió pisada y se obsesionó con vivir como Estados Unidos mandaba. “Yo vine a aprender todo, vine de un rancho con burros, vacas, piedras en el camino. Recuerdo subirme a un caballo, a un burro, ir a cortar leña. Cuando en Estados Unidos había luz, en mi pueblo no”, contó con humildad. Sin embargo, a diferencia de muchos, las luces de la ciudad no eclipsaron su pensamient­o, y con responsabi­lidad, ahorro y constancia consiguió la casa propia, aprendiend­o de si mismo al andar.

“Al principio trabajé en una fábrica 24 años y abrí este mismo negocio en paralelo. Empecé vendiendo ropa en la calle, tocando puertas y financiand­o”, contó con congoja. Pasó el tiempo y decidió que lo mejor era abrir una tienda. Arrancó con su esposa comerciali­zando ropa para rancheros y bijouterie, y desde hace 8 años decidió dedicarse puramente a las joyas y a un negocio vital para la comunidad hispana: “el cambio de cheques”. Adrián sabe que es un negocio difícil, “si eres tonto te cortas, es un arma de doble filo, porque tu cambias un cheque, pero no sabes de dónde es y hay mucha gente que se dedica a estafar. Tienes que ser detective y adivinador, entre todo lo que se pierde se gana”, aseguró confesando que cada año pierde más de $15.000 en cheques.

A las estafas hay que sumarle también los robos, y la familia de Adrián los conoce bien. La tienda fue asaltada 4 veces, se han llevado vitrinas con joyería, mas de $10.000 y hasta golpearon a su esposa. “Pero no me di por vencido, yo seguí adelante, gracias al dueño de las joyas que me permitió renovar mercadería al instante”, dijo Adrián remarcando cómo la responsabi­lidad fue la clave de su éxito. “Hay que ser responsabl­e y. humilde, más cuando uno viene de abajo, porque cuando estas arriba crees que los de abajo no merecen nada, y si lo merecen”.

Adrián es un caso más del gran sueño americano, uno de esos que conoció a la antigua Tulsa anglo y hoy es testigo del crecimient­o incesante de la comunidad hispana.

“Yo vine cuando no había gente aquí, y los hispanos hemos progresado mucho, antes éramos contados, no había ni carros, nos ayudábamos había una pequeña cantinita en la calle Denver y nos llevábamos los unos a los otros, nos juntábamos mucho. Yo conozco mucha gente de mi pueblo, algunos son ricos, otros no, pero todos viven bien”, dijo con certeza.

Si bien esta historia es de un éxito rotundo Adrián confiesa que la felicidad está lejos de ser alcanzada en estado puro.

“No sé si soy feliz porque uno es egoísta y siempre quiere mas. Logras aquello y es como. Un vicio quieres mas. Y eso está mal. La ambición es buena siempre y cuando tu la controles, porque si no la controlas nunca vas a ser feliz”, resaltó.

La vida llevó a este hombre a la sabiduría más pura, las experienci­as lo marcaron como tatuajes y hoy busca compartir todo eso que sabe con su comunidad. Por eso, a quienes quieren progresar en América recuerden las palabras de Adrián:

“Este país ha sido creado para vivir bien, pero para que un negocio progrese hay que saber administra­r. Yo no tenia ni un oficio de nada y aquí estoy, decidí aprender. Así que ahorren dinero y sean responsabl­es”. (La Semana)

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ADRIAN RODRIGUEZ (C), DUEÑO DE RODRIGUEZ FASHION
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