San Diego Union-Tribune

DAN NUEVO COLOR A 4 ICÓNICAS ESQUINAS

Murales, más vigilancia marcan los cambios en Euclid e Imperial

- ANDREA LOPEZ-VILLAFAÑA, LAURYN SCHROEDER

SAN DIEGO —

Con un pincel en la mano, Kim Phillips-Pea añade color a un mural que está pintando cerca de una de las intersecci­ones más infames de San Diego.

Phillips-Pea y un grupo de artistas locales llamados Southeast Art Team están pintando un mural que representa los negocios que la comunidad quiere ver en el vecindario: una cafetería, una librería, una tienda minorista y un club para artistas.

El mural está siendo colocado en un edificio abandonado y tapiado cerca de la esquina de las avenidas Euclid e Imperial, una parte del vecindario de Lincoln Park que los residentes llaman Las cuatro esquinas de la vida.

No siempre fue llamado así. Cuando Phillips-Pea creció cerca del vecindario recordó que la intersecci­ón se llamaba Las cuatro esquinas de la muerte, porque era un lugar donde a menudo se enfrentaba­n bandas rivales. El apodo dio forma a la forma en que la gente veía el área hace años, dijo, y a veces sigue caracteriz­ando a la comunidad hoy en día.

Por eso, los residentes del barrio como Phillips-Pea han trabajado durante casi una década para revitaliza­r las cuatro esquinas, para cambiar la narrativa.

“No queremos que la gente tenga miedo”, dijo PhillipsPe­a. “No podemos huir de donde vivimos”.

Phillips-Pea dijo que quiere que su hijo y otros jóvenes crezcan sintiendo que su comunidad ofrece oportunida­des positivas.

“No sucede de la noche a la mañana”, dijo, mientras su hijo de 9 años esperaba en su coche a que terminara de pintar.

En los últimos 10 años, organizaci­ones y residentes han intentado apropiarse del área, rebautizán­dola extraofici­al

mente como “Las cuatro esquinas de la vida”.

Aunque el crimen en el vecindario no ha desapareci­do, los esfuerzos de la comunidad están dando sus frutos, dicen. El área está atrayendo a artistas, algunos desarrollo­s de viviendas y una mayor presencia de la policía que esperan que se ocupe de los sin techo en la intersecci­ón.

Andrea Hetheru, residente de Lincoln Park, se emociona al hablar de los cambios que ve cuando pasa por las cuatro esquinas.

La residente de 16 años dijo que a finales del año pasado la zona era propensa a los basureros ilegales y era un punto caliente para el uso de drogas y los campamento­s de los sin techo. Ahora, no es nada de eso.

El mural, la ausencia de basura y actividad ilícita, y la instalació­n de pequeñas luces en los árboles son pequeños signos de que las cosas están cambiando, dijo. Pero todavía hay mucho trabajo por delante.

“Si lo comparo con lo que ha sido en el último año, me siento como si estuviera en el cielo. Pero si lo comparo con lo que creo que debería ser, no está ni siquiera cerca”, dijo Hetheru.

En un día reciente, los coches subieron y bajaron por la calle principal mientras los clientes compraban comida en un puesto de tacos en la esquina. La gente echaba gasolina en la estación de Arco y, al otro lado de la calle, un hombre se sentaba con su low rider tocando música frente a la tienda de licores Green Cat. Una mujer y sus hijos pasaron y miraron el mural.

Una historia de violencia de pandillas

La intersecci­ón de las avenidas Imperial y Euclid en Lincoln Park no está en el centro del sureste de San Diego. Pero desde finales de los ochenta hasta los noventa se vio como un punto focal donde convergier­on territorio­s de varias bandas rivales.

En ese entonces, al menos 35 pandillas callejeras operaban en los barrios de Encanto, Skyline, Paradise Hills, Valencia Park, Lincoln Park y Emerald Hills, según un artículo de la Unión de San Diego de 1988.

Ese año, un oficial de policía fue asesinado durante una persecució­n a pie con miembros de pandillas locales. En 2003, dos mujeres murieron en el fuego cruzado entre bandas rivales en Lincoln Park. En 2010, la violencia atrajo la atención nacional y una pandilla de Lin

coln Park apareció en el programa Gangland del History Channel.

Los residentes aún no están seguros de quién acuñó el apodo de Las cuatro esquinas de la muerte, pero se mantuvo.

Hoy en día, los registros de crímenes pintan un cuadro mixto de progreso. Hay menos asesinatos y actividade­s violentas de pandillas, dicen los residentes, pero persisten crímenes menos graves.

Dos grupos de bloques censales —pequeñas áreas geográfica­s dentro de las ciudades y condados— se conectan a la intersecci­ón de las cuatro esquinas, creando un cuadrado al sur de la Avenida Imperial, al oeste de la Avenida South Euclid, al norte de la Avenida Logan y al este de la Interestat­al 805.

Según los datos reporta

dos por el Departamen­to de Policía de San Diego, un total de 1600 crímenes fueron reportados en el área desde 2013 hasta 2019. El crimen en general ha aumentado en los últimos siete años en un 33 por ciento, con casi 300 incidentes el año pasado, aunque la mayoría fueron delitos no violentos, como fraude, robo, vandalismo, malversaci­ón de fondos y actos maliciosos.

Los residentes exigen ‘paz en el sureste’

Hace casi nueve años, 100 miembros y líderes de la comunidad se pararon en las avenidas Imperial y Euclid con carteles que decían, “Paz en el Sureste” y “Las armas matan los sueños”.

Había habido un aumento de los tiroteos relacionad­os con pandillas en el área en 2011 y los residentes esta

ban tratando de reclamar su comunidad. Empezaron a presionar para renombrar las cuatro esquinas.

La organizaci­ón sin fines de lucro Paving Great Futures fue uno de los grupos que lanzó una celebració­n aún anual llamada la Celebració­n de las Cuatro Esquinas de la Vida, para ayudar a disipar la reputación negativa del vecindario. Armand King, el jefe de operacione­s de la organizaci­ón, creció en la zona.

“No necesito que nuestros hijos caminen por el barrio sabiendo que ‘vivo en las Cuatro Esquinas de la Muerte’”, dijo King.

Dijo que no hay razón para que el apodo se quede tanto tiempo, pero muestra cómo la comunidad fue pasada por alto durante muchos años. Dijo que el nombre negativo ha deprimido la

inversión y el desarrollo cerca de las cuatro esquinas.

El promotor inmobiliar­io local Robert Ito ha experiment­ado eso de primera mano.

Ito, que creció en Encanto, recienteme­nte perdió dinero en un proyecto de viviendas cerca de las cuatro esquinas después de que un inversor hizo una visita al lugar y vio a gente sentada cerca de la intersecci­ón, bebiendo y consumiend­o drogas.

Ito dijo que le quedó claro que la comunidad debe centrarse en la limpieza y en la inversión en el vecindario.

Eso podría ser un desafío.

Los datos de la Oficina del Censo de Estados Unidos para 2018 muestran que más de la mitad de los 860 hogares de la zona tienen ingresos anuales inferiores a 30 mil dólares. Otro 42 por ciento tiene ingresos entre 30 mil y 99 mil dólares.

La población de los bloques del censo de Lincoln Park es más joven en comparació­n con el resto del condado, ya que casi el 60 por ciento es menor de 35 años. Menos de la mitad de la población del condado es menor de 35 años.

De los 1800 residentes del área que tienen 25 años o más, menos del 6 por ciento tienen títulos de licenciatu­ra o un nivel de educación superior.

También hay una mayor concentrac­ión de minorías raciales en esas dos cuadras del censo que en toda la ciudad. Más del 60 por ciento de los 3450 residentes son hispanos; casi el 30 por ciento son negros, el 8 por ciento son asiáticos y el 3 por ciento son blancos.

Casi uno de cada tres residentes nació fuera de los Estados Unidos, según los datos del censo.

La mayoría de la gente nunca lo ha visto de esta manera

La zona estuvo una vez llena de negocios, dijo Barry Pollard, director ejecutivo de la organizaci­ón sin fines de lucro Proyecto de Colaboraci­ón Urbana, pero muchos negocios allí cerraron debido a la violencia de las pandillas.

A lo largo de los años, los problemas de la esquina se han transforma­do de la violencia a la falta de vivienda.

Pollard organizó el Equipo de Activación de Euclide e Imperial, un grupo de miembros de la comunidad, representa­ntes de la ciudad, oficiales de policía y proveedore­s de servicios de salud mental, que trabajan juntos en cuestiones de falta de vivienda y consumo de drogas en la zona.

Con el apoyo de la comunidad, el departamen­to de policía ha hecho hincapié en el mes pasado en patrullar las cuatro esquinas y en ofrecer servicios a las personas que andan por ahí, dijo Jennifer Gregory, oficial de relaciones comunitari­as del Departamen­to de Policía de San Diego.

El equipo de la comunidad está buscando formas creativas de atraer a las empresas, organizar eventos y añadir arte a la zona.

Ito, el promotor del complejo de viviendas programada­s, encargó al Equipo de Arte del Sureste la pintura del mural para transforma­r el edificio deteriorad­o que se encuentra actualment­e en la Avenida Imperial.

La gente verá el progreso en el mural, dijo Pollard, y en un nuevo complejo de 78 unidades de vivienda para personas mayores asequibles al menos a un año de la inauguraci­ón.

“La mayoría de la gente nunca lo ha visto de esta manera”, dijo Pollard, añadiendo que hay mucho trabajo por delante para asegurar que sea sostenible.

Phillips-Pea y la artista Raquel Rhone, parte del Equipo de Arte del Sureste, dicen que planean abrir una galería de arte en el barrio a finales de octubre. También planean organizar una caminata de arte por la comunidad.

Phillips-Pea dijo que es maravillos­o ver al vecindario cobrar vida con el arte y los esfuerzos de la comunidad.

“Esto es lo que está llamando la atención en la zona... contra las pandillas, los asesinatos y la prostituci­ón”, dijo Phillips-Pea. reporteras del U-T.

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NELVIN C. CEPEDA U-T Kim Phillips-Pea (derecha) y Raquel Rhone del Equipo de Arte del Sureste se toman un breve descanso de la pintura de un gran proyecto de murales en Lincoln Park.
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NELVIN C. CEPEDA U-T Shirish Villasenor pinta detalles de un mural.
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U-T FILE PHOTO Residents and local leaders of the neighborho­ods rallied against violence at Euclid and Imperial avenues in 2011.
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NELVIN C. CEPEDA U-T Ami Young-Hill pinta el comienzo del trabajo de follaje en uno de los paneles de la pared mural cerca de la intersecci­ón de la Avenida Imperial y Euclid.

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