Con Biden, no tenemos el lujo de quitar el dedo del renglón
La llegada del presidente electo Joe Biden a la Casa Blanca el 20 de enero ofrece a muchos una esperanza renovada de que la administración entrante tratará los problemas de inmigración de manera diferente. Biden ha prometido una serie de órdenes ejecutivas para revertir algunas de las medidas más draconianas que Trump ejecutó durante sus cuatro años como presidente de los Estados Unidos. De hecho, Trump promulgó más de 400 acciones sobre inmigración, la mayoría de las cuales restringieron la inmigración y trataron a los migrantes como enemigos.
Si bien creo que Biden deshará algunas de las acciones más atroces de Trump, también es importante considerar que la maquinaria que usó Trump para atacar ciudades santuario, construir muros fronterizos, y aterrorizar a las familias migrantes, es parte de una estructura que también estuvo en vigor durante el gobierno de Obama, cuando Biden era vicepresidente.
No olvidemos que Obama se ganó el apodo de Deportador en Jefe precisamente porque bajo sus dos mandatos, los jueces y funcionarios de inmigración sacaron a millones de personas del país. La cantidad de casos relacionados con la separación familiar durante ese tiempo es inconmensurable. También es cierto que, en 2005, como senador, Biden votó a favor de la autoridad que Trump ha utilizado para acelerar la construcción del muro fronterizo y destruir hábitats sensibles en todo el suroeste, incluido el condado de San Diego.
No intento decir de ninguna manera que un segundo mandato de Trump hubiera sido mejor. No dudo que habría sido exponencialmente peor. Sin embargo, lo que estoy afirmando es que no podemos darnos el lujo de quitar el dedo del renglón. En otras palabras, nuestras comunidades deben organizarse de manera aún más estratégica si queremos ver políticas buenas y justas que traten a los miembros de nuestras familias como seres humanos. El mayor desafío para esto no serán necesariamente los supremacistas blancos que desprecian a cualquiera que consideren extranjero. Sabemos quiénes son; los racistas ya no tienen miedo de esconder sus rostros detrás de sábanas blancas. Nuestra mayor lucha será enfrentar a defensores y aliados que se disculparán por Biden cuando ICE lleve a cabo una redada y desintegre a familias migrantes. Los argumentos serán que eran “criminales” y por lo tanto merecen ese trato. O como dijo recientemente un “aliado” en una publicación, que solo los marginados se quejan de las consecuencias mortales de los muros fronterizos.
Si bien no espero que el gobierno de Biden adopte una posición abolicionista sobre la aplicación de la ley de inmigración, no significa que nuestras comunidades no puedan dejar de presionar por ello. De hecho, es imperativo que lo hagamos. Hacerlo crea el espacio político para imaginar lo que puede ser un futuro digno, donde la vigilancia de nuestras comunidades no es algo normalizado y parte del estatus quo aceptable de violencia estructural que soportamos.
Para empezar, debemos continuar abogando por la abolición de ICE. ¿Cómo se reforma una agencia que comete a diario abusos contra los derechos humanos? No es posible. Debemos pedir la liberación de migrantes detenidos en centros de detención. Es inconcebible que empresas privadas se beneficien de la detención de seres humanos. Debemos pedir el fin de los proyectos del muro fronterizo y que se derriben los construidos. Los muros fronterizos devastan ecosistemas sensibles y canalizan a los migrantes hacia la muerte. La muerte era parte de la intención de la estrategia de la Patrulla Fronteriza cuando la implementaron hace más de 25 años.
También debemos pedir la restauración de las leyes de asilo, el fin de las medidas que tienen la intención de dañar a los migrantes cuando buscan seguridad. Esto es fundamental para centrar los principios de los derechos humanos en cualquier sociedad que valore la vida humana. Y como el Congreso tiene mucho que decir sobre las políticas de inmigración, también debemos hacerlos responsables si se niegan a adoptar leyes para regularizar el estatus de millones de migrantes que viven y trabajan en los Estados Unidos. Ya es tiempo.
De nuevo, no tenemos el lujo de quitar el dedo del renglón con el gobierno de Biden. Pero debemos organizarnos de manera estratégica, decisiva y urgente, y eso debe comenzar ya.