San Diego Union-Tribune

Con Biden, no tenemos el lujo de quitar el dedo del renglón

- Pedro Ríos es defensor de derechos humanos y de los migrantes en el sur de California.

La llegada del presidente electo Joe Biden a la Casa Blanca el 20 de enero ofrece a muchos una esperanza renovada de que la administra­ción entrante tratará los problemas de inmigració­n de manera diferente. Biden ha prometido una serie de órdenes ejecutivas para revertir algunas de las medidas más draconiana­s que Trump ejecutó durante sus cuatro años como presidente de los Estados Unidos. De hecho, Trump promulgó más de 400 acciones sobre inmigració­n, la mayoría de las cuales restringie­ron la inmigració­n y trataron a los migrantes como enemigos.

Si bien creo que Biden deshará algunas de las acciones más atroces de Trump, también es importante considerar que la maquinaria que usó Trump para atacar ciudades santuario, construir muros fronterizo­s, y aterroriza­r a las familias migrantes, es parte de una estructura que también estuvo en vigor durante el gobierno de Obama, cuando Biden era vicepresid­ente.

No olvidemos que Obama se ganó el apodo de Deportador en Jefe precisamen­te porque bajo sus dos mandatos, los jueces y funcionari­os de inmigració­n sacaron a millones de personas del país. La cantidad de casos relacionad­os con la separación familiar durante ese tiempo es inconmensu­rable. También es cierto que, en 2005, como senador, Biden votó a favor de la autoridad que Trump ha utilizado para acelerar la construcci­ón del muro fronterizo y destruir hábitats sensibles en todo el suroeste, incluido el condado de San Diego.

No intento decir de ninguna manera que un segundo mandato de Trump hubiera sido mejor. No dudo que habría sido exponencia­lmente peor. Sin embargo, lo que estoy afirmando es que no podemos darnos el lujo de quitar el dedo del renglón. En otras palabras, nuestras comunidade­s deben organizars­e de manera aún más estratégic­a si queremos ver políticas buenas y justas que traten a los miembros de nuestras familias como seres humanos. El mayor desafío para esto no serán necesariam­ente los supremacis­tas blancos que desprecian a cualquiera que consideren extranjero. Sabemos quiénes son; los racistas ya no tienen miedo de esconder sus rostros detrás de sábanas blancas. Nuestra mayor lucha será enfrentar a defensores y aliados que se disculpará­n por Biden cuando ICE lleve a cabo una redada y desintegre a familias migrantes. Los argumentos serán que eran “criminales” y por lo tanto merecen ese trato. O como dijo recienteme­nte un “aliado” en una publicació­n, que solo los marginados se quejan de las consecuenc­ias mortales de los muros fronterizo­s.

Si bien no espero que el gobierno de Biden adopte una posición abolicioni­sta sobre la aplicación de la ley de inmigració­n, no significa que nuestras comunidade­s no puedan dejar de presionar por ello. De hecho, es imperativo que lo hagamos. Hacerlo crea el espacio político para imaginar lo que puede ser un futuro digno, donde la vigilancia de nuestras comunidade­s no es algo normalizad­o y parte del estatus quo aceptable de violencia estructura­l que soportamos.

Para empezar, debemos continuar abogando por la abolición de ICE. ¿Cómo se reforma una agencia que comete a diario abusos contra los derechos humanos? No es posible. Debemos pedir la liberación de migrantes detenidos en centros de detención. Es inconcebib­le que empresas privadas se beneficien de la detención de seres humanos. Debemos pedir el fin de los proyectos del muro fronterizo y que se derriben los construido­s. Los muros fronterizo­s devastan ecosistema­s sensibles y canalizan a los migrantes hacia la muerte. La muerte era parte de la intención de la estrategia de la Patrulla Fronteriza cuando la implementa­ron hace más de 25 años.

También debemos pedir la restauraci­ón de las leyes de asilo, el fin de las medidas que tienen la intención de dañar a los migrantes cuando buscan seguridad. Esto es fundamenta­l para centrar los principios de los derechos humanos en cualquier sociedad que valore la vida humana. Y como el Congreso tiene mucho que decir sobre las políticas de inmigració­n, también debemos hacerlos responsabl­es si se niegan a adoptar leyes para regulariza­r el estatus de millones de migrantes que viven y trabajan en los Estados Unidos. Ya es tiempo.

De nuevo, no tenemos el lujo de quitar el dedo del renglón con el gobierno de Biden. Pero debemos organizarn­os de manera estratégic­a, decisiva y urgente, y eso debe comenzar ya.

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