San Diego Union-Tribune

SÍ, PUEDES CONTRAER COVID DOS VECES. NO TE ALARMES

Las reinfeccio­nes han sido raras y en su mayoría leves

- JONATHAN WOSEN

Los datos del condado de San Diego sugieren que pocos residentes han adquirido COVID-19 dos veces hasta ahora, haciendo eco de los hallazgos de los investigad­ores de todo el mundo.

El Union-Tribune preguntó a la Agencia de Salud y Servicios Humanos del Condado de San Diego el número de personas que han dado positivo en dos ocasiones por el coronaviru­s, con su segunda prueba al menos tres meses después de la primera. Ese límite se basa en un informe de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedad­es que dice que una persona infectada puede propagar el virus hasta tres meses después de mostrar los primeros síntomas...

“Menos de 10" sandieguin­os cumplían esos criterios, según la oficial de comunicaci­ones Sarah Sweeney.

Esa es una pequeña fracción de las más de 70 mil personas que han dado positivo en el test de COVID-19 en la región. Y Sweeney advierte que el condado no está segu

también tuvo un costo.

“Aparte de, obviamente, las implicacio­nes para la salud de contagiars­e de COVID, el mayor impacto de esto es el aislamient­o social”, dijo. “En un día típico en el centro de bienestar, tendríamos 500 y 600 personas que vienen y van. Podrían hacer clases de viaje, tai chi, yoga, aeróbicos en silla, ir al cibercafé, un grupo de canto o hacer proyectos de arte”.

Todo eso terminó en marzo. Ahora, una sala que antes veía a los mismos amigos reuniéndos­e a diario para las comidas se utiliza para empacar alimentos en cajas para su entrega, un servicio que creció de 60 mil entregas al mes a 220 mil para ayudar a las personas mayores que están encerradas.

Para algunos, la rápida entrega de los paquetes de comida cinco días a la semana es una de las únicas interaccio­nes que tienen con otra persona.

“No hay mucho que hacer, debido al COVID”, dijo Rogers. " Solo quedarse en casa y esperar mi comida”.

En respuesta al aislamient­o que muchos ancianos están experiment­ando, Serving Seniors ha creado Connection­s, un programa donde los voluntario­s llaman a los ancianos que están en casa tres días a la semana para charlar y averiguar cómo están.

La organizaci­ón sin fines de lucro no es la única que reconoce la difícil situación de muchos ancianos durante la pandemia. La Seniors Community Foundation de San Diego lanzó este año una iniciativa de 1 millón de dólares para que no haya personas mayores solas y ha proporcion­ado alrededor de 200 mil dólares en subvencion­es a varias organizaci­ones para abordar el tema.

Samond Hayes, de 21 años, es uno de los conductore­s de entregas de comida a domicilio. Rogers se encuentra entre unas 100 personas en su ruta, que abarca 13 edificios.

“Serving Seniors”, dice Hayes mientras golpea cada puerta de su ruta. La gente suele responder con una sonrisa sincera y agradece a Hayes, aunque algunos están postrados en la cama y le piden que entre.

El martes, entregó una cena caliente de bistec Salisbury y bolsas con el desayuno y el almuerzo. No habría entregas en Acción de Gracias, pero la entrega del miércoles incluiría pavo pa

ra que los clientes lo disfruten en las fiestas.

Su primera parada fue para una mujer discapacit­ada que vive en Lions Community Manor.

“Una vez entré y ella estaba en el suelo”, dijo Hayes, revelando que a veces su trabajo implica algo más que la entrega de comida. “Tuve que ayudarla a levantarse”.

En el Sara Frances Hometel, la clienta Judy Trotter, de 77 años, también dijo que hace poco fuera de su habitación estos días.

“En realidad no hago nada”, dijo. “Salgo si voy a la tienda o si voy al médico o al banco. Pero aparte de eso, estoy dentro”.

El aislamient­o de Trotter no se debe a COVID-19, del que dijo que no estaba preocupada. Más bien, es su propia elección de estilo de vida.

Michael Stone, que también vive en el Sara Frances Hometel, dijo a los 66 años que le preocupa pillar a COVID-19, por lo que pasa gran parte del día viendo Netf lix y la televisión por cable en casa.

“No quiero atrapar esta cosa”, dijo. “Tengo que estar cerca de los que me quieren. No voy a ninguna parte. No hago nada demasiado. Mi vida es muy insípida, pero estoy vivo y estoy a salvo”.

Stone es conocido en la escena musical local como Stoney B. Como líder de la banda de blues Stoney B, solía tocar cuatro conciertos a la semana. Con el cierre, ha tocado cuatro shows desde marzo, incluyendo un par que fueron transmitid­os en

vivo por razones de seguridad.

“Estábamos muy contentos de tocar en algún lugar juntos”, dijo.

Mientras que algunos clientes dijeron que se están volviendo locos, otros dijeron que se han adaptado.

“Podría ser peor”, dijo Tom Treher, un residente de Horton House que cumplirá 74 años el 4 de diciembre. “Gran parte de mi vida ha estado aquí en mi departamen­to, escuchando programas deportivos. Me mantengo activo. Sigo haciendo ejercicio de suelo y ese tipo de cosas. Toco un poco la guitarra”.

Treher es ciego, pero sale de compras por su cuenta. Solía ir al Centro Comunitari­o para Ciegos, pero ahora participa en las clases virtuales de la organizaci­ón.

“Tengo español el lunes y francés el viernes”, dijo. “Hay trivialida­des el miércoles y bingo el viernes”.

En cuanto al contacto personal, Treher dijo que se limita a Hayes, a la gente que conoce en el vestíbulo y a otros que conoce mientras hace compras.

En el Hotel Golden West, el cliente del servicio de ancianos Richard Parker, de 70 años, también dijo que no se siente aislado por el cierre.

“Tengo una bicicleta de montaña muy bonita y monto todo lo que puedo”, dijo. “Me mantengo alejado de la mayoría de la gente”.

Parker dijo que se está tomando la pandemia en serio.

“Este virus, sea lo que sea

que esté pasando, no es una broma”, dijo. “He estado viendo las noticias. Estoy lidiando con ello”.

Kenneth Gerber, de 74 años, residente de Golden West, dijo que solía ir al Centro de Bienestar Gary y Mary West para comer pero no para otras actividade­s, así que su cierre no le afectó demasiado.

Aún así, la vida ha sido más aburrida este año, dijo.

“No hay mucho que hacer”, dijo. “Salgo y doy paseos, pero eso es todo. Antes me gustaba salir e ir a todos lados, pero ya no hay nada abierto, apenas.”

Margarita Morales, de 64 años, vive en el Peachtree Inn y dijo que el cierre ha sido especialme­nte frustrante para su madre, de 91 años, que vive con ella y solía gustarle ir de compras.

“Solía salir con mi madre”, dijo. “Solíamos salir a comer. Ya no podemos hacer eso. Ahora podemos memorizar esta habitación completame­nte. Puedo cerrar los ojos y saber dónde está todo”.

Morales dijo que le compró cuentas a su madre para hacer pulseras como una forma de mantenerse ocupada. Con ganas de cocinar un pavo para el Día de Acción de Gracias, pensó en cómo las cosas podrían ser peores.

“Estoy agradecida de que nadie en mi familia haya contraído el coronaviru­s, y estoy agradecida por tener un techo y ropa”, dijo.

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DENIS POROY El chofer Samond Hayes entrega una comida a Sean Smyth en San Diego.

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