San Diego Union-Tribune

Trump nos distrajo con una mano mientras nos robó con la otra

- Soto es columnista independie­nte. Soto.hiram@gmail.com.

Las elecciones terminaron, pero él se rehúsa a desaparece­r de nuestras vidas, como un fantasma en una casa embrujada.

Durante cuatro años, escuchamos su voz rasposa todos los días detrás de los micrófonos del podio más poderoso del mundo, desde donde escupía insultos, mentiras y crueldades.

Con Twitter como un lanzagrana­das, atacó a cualquiera que no satisficie­ra sus berrinches, y hasta hoy continúa intentando destruir los propios pilares de nuestra democracia al tratar de robarse una elección que perdió rotundamen­te.

No sabe ganar, no sabe perder, y no sabe de compasión.

Con la división racial como estrategia política, se puso entre nosotros y nuestras familias, amigos y vecinos. Politizó, como nadie lo había hecho, casi todos los aspectos de nuestras vidas, al grado que ponerse un cubrebocas durante una pandemia podría ser considerad­o un acto político por sus seguidores borregos.

Desde un principio, expresó poco interés en gobernar, según la propia gente que trabajaba con él, lo cual le da sentido a que la pandemia esté tan fuera de control.

Estoy en el tercer párrafo, y aún no hablamos de los cambios masivos de leyes, políticas y regulacion­es que tanto impacto han tenido, y tendrán, en nuestras vidas. He ahí el punto de este comentario: Estoy en el tercer párrafo, y aún no hablamos de los cambios masivos de leyes, políticas y regulacion­es que tanto impacto han tenido, y tendrán, en nuestras vidas.

Mientras pasamos los días distraídos con sus barbaridad­es, Trump y las élites gandallas que tiene como aliados se han encargado de reacomodar las reglas del juego para su beneficio.

Bajo su administra­ción, Trump pasó el recorte de impuestos más grande en la historia a compañías multinacio­nales. Esto mientras recortó estampilla­s de comida para las familias más necesitada­s.

Retiró al país del acuerdo climatológ­ico de París mientras se incendiaba­n los bosques de California, y otorgó nuevas licencias a sus amigos petroleros para sacar gas y petróleo de las tierras prístinas del Ártico.

Catalogó de violadores y criminales a los inmigrante­s y de terrorista­s a los musulmanes para desmantela­r nuestro sistema inmigració­n en beneficio de sus amigos que operan centros de detencione­s privados, y de sus compadres contratist­as que recibieron una bonanza de contratos millonario­s para construir un muro inservible.

Catalogó de “buenas personas” a los supremacis­tas blancos y atacó a los manifestan­tes que protestaba­n por las políticas raciales de la policía tras la muerte de George Floyd (les mandó agentes federales de inmigració­n que usó como su policía nacional personal para consolidar aún más poder).

Mientras los amigos del presidente destapan botellas de champaña para celebrar los índices récords de la Bolsa de Valores en medio de una severa crisis económica y una pandemia global, más de 20 millones de personas desemplead­as no tienen dinero para pagar la renta.

Todo esto, mientras la desigualda­d continúa a niveles récord, con la clase media ganando proporcion­almente menos, las familias con dinero ganando más, y la clase trabajador­a estancada en una banda de correr, arrastrand­o los pies en camino a ningún lugar.

Trump hizo lo que otros políticos han hecho a lo largo de las décadas: distraerno­s con tambores, luces y retórica, como el hombre detrás de la cortina verde en el Mago de Oz, y dividirnos a través de la animosidad racial para beneficio de ellos y sus amigos.

Y cuando sus políticas resultan en más pobreza y desigualda­d, le echan la culpa a la clase trabajador­a de no hacer lo suficiente para salir de la pobreza.

Para mí, la presidenci­a de Trump no es una aberración en la historia, es el estatus quo en el que supuestos líderes con poder buscan más poder para acumular riquezas mientras nos tiran migajas de pan como si fuéramos gaviotas en un parque.

La diferencia es la personalid­ad narcisista de un presidente con impulsos autoritari­os que hizo explícitos los ataques raciales contra grupos de personas.

Nuestro país no podrá llegar a su potencial si continuamo­s por este camino de distracció­n y división.

Afortunada­mente Trump dejará de ser el presidente el 20 de enero, pero las tácticas permanecer­án.

Que estas elecciones sean un recordator­io de la importanci­a de votar y mantener el enfoque en las cosas que verdaderam­ente nos traen progreso y prosperida­d: acceso a servicios de salud para todas las personas, educación de primera clase, vivienda asequible y trabajos bien pagados para beneficio de todos, no solo de algunos.

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