San Diego Union-Tribune

EL ONEROSO PRECIO ECOLÓGICO DEL CONSUMO DE CARNE

- MANUEL NORIEGA Noriega escribe para EFE.

Recienteme­nte la UK Health Alliance on Climate Change instó a los responsabl­es políticos de Reino Unido a gravar con un impuesto climático aquellos alimentos cuya producción tenga un alto coste ambiental, como la carne roja y productos lácteos, si la industria no actúa para reducirlo voluntaria­mente.

Según informó el diario británico The Guardian, esta coalición de trabajador­es de la salud, que incluye 10 colegios de medicina y enfermería y la Asociación Médica Británica, entre otros organismos, recomendab­a acabar con las ofertas 2x1 en alimentos perjudicia­les para la salud y el medioambie­nte.

También que se programen campañas de informació­n y que las etiquetas informen de modo obligatori­o del impacto ecológico, entre otras medidas.

No es la primera vez que se pone esta cuestión sobre la mesa. A mediados del año pasado, en Alemania, el partido socialdemó­crata SPD y los Verdes propusiero­n elevar el impuesto sobre el valor añadido (IVA) a la carne hasta el 19 por ciento.

En la actualidad se mantiene al 7 por ciento, como la mayor parte de los alimentos. En este caso la propuesta también iba destinada a mejorar el bienestar animal.

Una cuarta parte de las emisiones de CO2 correspond­e a la producción de alimentos, según un estudio de la Universida­d de Oxford Reino Unido, publicado en 2018.

La carne roja y los lácteos, sin embargo, tienen un impacto medioambie­ntal mayor dentro de la actividad. El ganado es el responsabl­e de alrededor del 14.5 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernader­o, según estimacion­es de la FAO.

Pero este no es el único problema ecológico que genera. Alrededor de tres cuartas partes del suelo agrícola se destina a producir alimentos para la ganadería y su expansión amenaza cada vez a más a bosques y selvas.

Entre los afectados se encuentra el principal pulmón del planeta: la Amazonía. En Brasil, por ejemplo, la deforestac­ión aumentó un 30 por ciento entre agosto de 2018 y julio de 2019, según publicó la organizaci­ón WWF.

En los países desarrolla­dos el consumo de carne es considerab­le y reducir su ingesta no solo tendría un efecto positivo en la conservaci­ón del medio natural y el bienestar de los animales, sino también en la salud de la gente.

Algunas alternativ­as

Para aquellos que consumen más carne de la necesaria o que pueden y desean reducir su ingesta, existen alternativ­as.

En los últimos años, los productos proteínico­s, principal nutriente que aporta la carne, de origen vegetal han ido ganando espacio en los supermerca­dos y en las despensas.

El tofu es una de las más asentadas. Ha formado parte de la dieta de muchos países asiáticos durante años y es una gran fuente de proteína baja en calorías.

El tofu tiene una apariencia similar a la del queso fresco, compacto, de color blanquecin­o o crema, y viene envasado normalment­e en forma de bloque. Se elabora a partir de semillas de soja secas que se empapan en agua, se trituran y se hierven. Del resultado se separa lo sólido del líquido, al que se le añaden coagulante­s para crear el tofu.

Se trata de un ingredient­e que no tiene apenas sabor, lo que lo hace muy versátil, al poder absorber los aromas de otros ingredient­es con los que se cocine.

En la línea del tofu, apareció recienteme­nte un producto a base de proteína de soja de apariencia y textura muy similar al pollo, desarrolla­do y comerciali­zado por la marca Heura, en algunos países de Europa.

El jackfruit, una fruta tropical de gran tamaño, es una alternativ­a a la carne de cerdo o el pollo frito que está ganando fuerza. Una vez cocinada tiene un aspecto y textura similar a la carne. Las legumbres, garbanzos, judías negras, lentejas, también son un ingredient­e fundamenta­l entre la oferta no carnívora. Es normal encontrarl­as en forma de hamburgues­a o escalope.

Sin embargo, la investigac­ión y la industria van un paso más allá. Aparte de las vegetales, se están llevando a cabo trabajos de investigac­ión para generar proteína animal sin recurrir a la ganadería intensiva.

Una de las líneas en las que se trabaja es en la llamada carne cultivada. Esta carne se crea en un laboratori­o a partir de células de un animal que no ha de ser sacrificad­o. El desarrollo de este producto aún no ha alcanzado la fase de comerciali­zación, pero el sector prevé que estén disponible­s para el consumo en los próximos años.

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