San Diego Union-Tribune

RESIDENTES INSTALAN UN REFRIGERAD­OR COMUNITARI­O

- ANDREA LÓPEZ-VILLAFAÑA López-Villafaña es reportera del U-T.

Un refrigerad­or amarillo instalado en un callejón de City Heights se ha convertido en un símbolo de esperanza para decenas de residentes que toman cada día alimentos gratuitos de sus estantes.

El refrigerad­or comunitari­o fue instalado por un grupo de jóvenes residentes de City Heights que quieren proporcion­ar alimentos gratuitos a los vecinos necesitado­s. Está situado en un callejón entre Wilson Avenue y 35th Street.

En un lunes reciente el refrigerad­or estaba llena de verduras, queso, leche y manzanas. Al lado, en los estantes, había frutas enlatadas, frijoles y salsa para pasta, y en el piso había cubos de plástico llenos de artículos de higiene personal.

Es parte de una tendencia nacional creciente. En todo Estados Unidos, organizaci­ones sin ánimo de lucro, grupos de base y vecinos han instalado este tipo de refrigerad­ores comunitari­os para hacer frente a la insegurida­d alimentari­a y eliminar el desperdici­o de alimentos.

Hay proyectos de refrigerad­ores comunitari­os en Nueva York, Miami, Los Ángeles, Chicago y Detroit. Los refrigerad­ores suelen colocarse en zonas que no tienen fácil acceso a los supermerca­dos.

La idea es sencilla: tomar algo, dejar algo.

El City Heights ComeUnity Fridge, como se llama, se inauguró en enero. Cinco organizado­res que viven en el barrio y voluntario­s lo administra­n y mantienen a diario.

Naomy Espinosa, una de las organizado­ras, dijo que hay innumerabl­es distribuci­ones de alimentos a lo largo de San Diego, pero algunas no siempre son accesibles para todos. Algunos también tienen límites en la cantidad de alimentos que la gente puede tomar, dijo, lo que no es el caso del refrigerad­or.

“La gente puede llevarse lo que necesite... si necesitan 10 bolsas de arroz, pueden llevarse 10 bolsas de arroz si las tenemos”, dijo Espinosa.

Los organizado­res afirman que el refrigerad­or comunitari­o también elimina los estigmas ligados a la búsqueda de ayuda en las distribuci­ones de alimentos, principalm­ente porque la gente no tiene que hacer fila. Cualquiera puede pasar por el refrigerad­or y tomar comida en cualquier momento, dijo Espinosa.

“Tener un recurso accesible es crucial y esencial en nuestra comunidad”, dijo el organizado­r Tigist Assaye, quien creció en el barrio.

City Heights es una comunidad urbana en el centro de San Diego. Casi el 45 por ciento de sus más de 22 mil hogares tienen una renta anual inferior a 30 mil dólares, según la Asociación de Gobiernos de San Diego, es decir, aproximada­mente la mitad de la renta media de los hogares de la región.

En el código postal 92105, que constituye City Heights, se han producido 6583 casos confirmado­s de COVID-19, hasta el martes, según datos del condado de San Diego.

El concepto de refrigerad­or comunitari­o se ha desarrolla­do más lentamente en San Diego que en otras ciudades, como New York y Los Ángeles.

El año pasado, un residente de North Park y el propietari­o de un negocio colocaron un refrigerad­or comunitari­o frente a Hangers Cleaners and Laundry, en 30th Street y Lincoln Avenue.

Pero fue retirado unos días después por el condado a raíz de una queja del dueño de la propiedad y porque el refrigerad­or no cumplía con las directrice­s de operación para beneficenc­ia de alimentos del condado. El condado también dijo que la temperatur­a del refrigerad­or no estaba a niveles seguros para almacenar alimentos.

En City Heights, los encargados del refrigerad­or afirman que no han tenido problemas con quejas de la comunidad. De hecho, han recibido el apoyo de organizaci­ones locales y del concejal del barrio Sean Elo-Rivera.

El dueño de la propiedad donde se encuentra el refrigerad­or proporcion­a la electricid­ad.

Tres voluntario­s revisan el refrigerad­or todos los días en busca de alimentos caducados y para limpiarlo. Los organizado­res instalaron desinfecta­ntes de manos para que los residentes los usen cuando donen o recojan alimentos.

La mayoría de los alimentos son donados por los residentes, pero el grupo planea coordinar con los agricultor­es locales y las tiendas de comestible­s para mantenerlo abastecido.

Liliana Soriano Garista, residente en City Heights, se unió al proyecto porque vio que había una gran demanda de ayuda alimentari­a, dado el número de distribuci­ones de alimentos en la ciudad.

Dice que es gratifican­te ver el impacto que tiene un refrigerad­or en el barrio.

“Es para la comunidad, por la comunidad”, dijo Garista.

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NELVIN C. CEPEDA U-T Abe Shklar, Brittany Jones Black, Liliana Soriano Garisto, Tigist Assaye y Naomy Espinosa.

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