San Diego Union-Tribune

Los ataques de los supremacis­tas blancos no son algo nuevo, hay que protegerse

- Pedro Ríos es defensor de derechos humanos y de los migrantes en el sur de California.

La absolución de Kyle Rittenhous­e hace unas semanas por un jurado en Kenosha, Wisconsin, le da luz verde a grupos racistas para justificar la violencia para promover sus creencias supremacis­tas blancas. Pero para las comunidade­s fronteriza­s, este tipo de violencia lo conocemos ya por décadas.

Rittenhous­e es el adolescent­e, ahora de 18 años, que tomó un rifle semiautomá­tico y disparó a tres personas, matando a dos de ellas en una protesta contra un tiroteo policial contra un hombre negro. La violencia flagrante que representa Rittenhous­e se manifiesta a través de los vigilantes que quieren tomar la ley en sus propias manos, pero también es el mismo tipo de violencia que fue la base de la Patrulla Fronteriza en 1924.

Si bien los linchamien­tos se asocian ampliament­e como una forma de represión que los anglosajon­es usaban para aterroriza­r y controlar a los negros hasta la década de 1950, se sabe poco que los mexicanos también enfrentaro­n una represión similar. En Texas, por ejemplo, los años entre 1910 y 1920 fueron conocidos como La Matanza, por la extrema violencia que los vigilantes y los Texas Rangers dirigieron hacia los mexicanos. La violencia incluyó ejecucione­s extrajudic­iales, a través de cientos de linchamien­tos y varias masacres. La violencia contra los mexicanos fue una extensión de la guerra de agresión de Estados Unidos que terminó en 1848, con la mitad de México ocupada por Estados Unidos.

Desde entonces e incluso después de 1924, prevalece la violencia de los justiciero­s contra los mexicanos y aquellos que parecen ser mexicanos. Hace poco más de dos años en un Walmart en El Paso, un hombre blanco cometió una masacre que mató a 22 personas e hirió a otras 26. Publicó un manifiesto de que estaba motivado para actuar contra la “invasión hispana de Texas”, usando un lenguaje similar al que el presidente Trump había usado en su campaña para ser presidente de los Estados Unidos.

Pero hace 37 años en San Ysidro, experiment­amos algo igualmente devastador, cuando un hombre blanco entró en un McDonald’s y mató a 21 personas. Conocí a dos de los niños que fueron

asesinados a tiros ese trágico día. La motivación del pistolero: despreciab­a a los mexicanos y, la mañana del incidente, le dijo a su esposa que estaría cazando humanos.

Solo unos años antes de la masacre de McDonald’s, hombres armados ya se habían apostado a lo largo de la frontera en el condado de San Diego porque también querían detener un imaginario “problema de

ilegales”. A finales de los setenta, el Ku-Klux-Klan (KKK) organizó una serie de guardias fronterizo­s, y muchos de sus integrante­s eran soldados estadounid­enses. Esto fue repetido en 1980 por otro grupo supremacis­ta blanco del norte del condado de San Diego, quien también era conocido por formar pandillas y atacar a jóvenes mexicanos en Fallbrook, California.

En las décadas que siguieron

al KKK en la frontera, grupos similares se han manifestad­o alegando defender a Estados Unidos de los migrantes. En Texas, Nuevo México, Arizona y California, milicias armadas y grupos caza-migrantes han cometido atroces actos de violencia.

En 2005, hablé con dos migrantes que fueron baleados y heridos en Campo, California. Afirmaron que hombres asociados con el

Proyecto Minutemen les dispararon cuando intentaban cruzar la frontera justo donde el grupo Minutemen estaba acampando. Tuvieron suerte de que no los mataran.

El 30 de mayo de 2009, un miembro de un grupo de vigilantes en Arizona mató a Raúl Flores, de 29 años, y a su hija, Brisenia, de 9, en su casa en Arivaca, Arizona. El grupo de vigilantes estaba utilizando la violencia para financiar sus operativos a lo largo de la frontera.

El caso de Rittenhous­e probableme­nte no será el último en el que un justiciero blanco se salga con la suya. Esta vez, el riesgo aumenta con un mensaje de que los vigilantes no serán culpables de los crímenes cometidos. Las comunidade­s que son el objetivo de estos individuos y organizaci­ones deben prepararse especialme­nte en manifestac­iones públicas. Ahora más que nunca, nuestro movimiento necesita denunciar los sistemas que mantienen la supremacía blanca, pero deberíamos tomar todas las precaucion­es necesarias sobre cómo nos protegemos en público.

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JASON ARMOND LOS ANGELES TIMES Revolution Club, LA lleva a cabo una protesta y una marcha que comienza en Pan Pacific Park tras el veredicto del juicio de Kyle Rittenhous­e en Los Ángeles.
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