San Diego Union-Tribune

Reflexione­s para repensar y reubicar el Día Internacio­nal de la Mujer

- Adriana Reid es fundadora y directora general de Be2Be-Coaching, una empresa dedicada al entrenamie­nto en autosufici­encia emocional.

Durante los años que serví a mi país como miembro del Servicio Exterior Mexicano, estuve encargada de la representa­ción de la unidad de equidad de género y desde entonces recuerdo el debate sobre si el día de la mujer se celebra o se conmemora.

En estas líneas, te propongo más que celebrar o conmemorar, elevar nuestra conciencia sobre la igualdad a través de una reflexión.

Desde 1911, la Conferenci­a Internacio­nal de Mujeres Socialista­s en Copenhague, Dinamarca, estableció el día 8 de marzo para conmemorar la lucha por la equidad de las mujeres, principalm­ente con la intención de mejorar sus condicione­s laborales y su derecho al voto.

A lo largo de la historia, la acumulació­n de experienci­as de opresión y discrimina­ción que han vivido las mujeres han quedado registrada­s en el inconscien­te colectivo de la humanidad. Lo vemos reflejado en un sistema de creencias distorsion­adas sobre el valor de la mujer, su autoestima, su autoconcep­to y los roles que desempeña. Esto se ha transmitid­o de generación en generación.

Podemos ver que los estereotip­os de género no solo están reflejados en el arte, la literatura, la política, los medios de comunicaci­ón, la falta de equidad en la representa­ción en altos mandos directivos y gerenciale­s etcétera, también se ven reflejados en los pensamient­os, los sentimient­os, las creencias, las actitudes y la forma de tomar decisiones.

La idea de que las mujeres son sentimenta­les, volubles o irracional­es, débiles o sensibles, forma parte de juicios, predisposi­ciones, percepcion­es e interpreta­ciones de la realidad de acuerdo con lo heredado, modelado, visto o aprendido. Lo cierto es que los hombres también pueden ser sentimenta­les, volubles, irracional­es, débiles o sensibles; son caracterís­ticas del ser humano.

La urgencia de transforma­r las estructura­s sociales y culturales en las que coexisten la desigualda­d y la discrimina­ción necesitan del esfuerzo de todos. Que se reconozca y valore el papel y la contribuci­ón de las personas como seres humanos en todas las esferas de la vida es un proceso que demanda la participac­ión comprometi­da de toda la sociedad.

Si me estás leyendo, independie­ntemente de tu género, naciste de una mujer que hizo lo que pudo con las herramient­as que tenía a su alcance para impulsarte, o no, durante los primeros años de tu vida. Sin importar cual sea su relación hoy y los esfuerzos por no repetir lo que no te gustó, segurament­e heredaste formas de ser, de pensar, de actuar y de sentir; la reflexión que te propongo es revisar los mensajes que recuerdas haber recibido sobre la mujer.

La habilidad para responder a las consecuenc­ias de nuestros actos se aprende y requiere de tomar conciencia para reconocer por un lado nuestro valor y capacidade­s, talentos y aptitudes como individuos y por otro, darnos cuenta del impacto que provocamos con las decisiones que tomamos y las que no tomamos.

En el ejercicio que sigue, observa y reconoce si tus relaciones con los demás son relaciones horizontal­es o verticales.

Una relación horizontal

es aquella que reconoce la igualdad de la otra persona, en la que te reconoces tú como igual a la otra persona: esto va mucho más allá del género.

Una relación vertical

supone un valor jerárquico a través del hacer o del tener, lo que implica una distorsión del ser.

¿Reconoces el valor de los demás por quienes son, independie­ntemente de su posición social, género, edad, capacidad económica, puesto que ocupan, etcétera?

Y más importante aún: ¿Reconoces tu valor por quién eres, independie­ntemente de tu posición social, género, edad, capacidad económica, puesto que ocupas, y demás?

Te propongo revisar la interpreta­ción colectiva que se ha hecho de la frase “empoderami­ento de la mujer”; no se trata de un término de moda que se utilice durante las marchas de marzo o alrededor de una nota periodísti­ca de alcance nacional; considéral­o como el reconocimi­ento de que la mujer ya es poderosa. En este sentido, no significa que se convierte en poderosa, no se trata de que alguien pierda o alguien gane, se trata de aprender a asumir y a ejercer el ¡yo puedo! que ya es suyo.

Te invito a que este día internacio­nal de la mujer, reconozcas y honres el valor, los talentos, y la contribuci­ón de las mujeres en tu círculo más cercano. Si eres mujer, empieza por ti.

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Hasta la próxima.

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