San Diego Union-Tribune

‘Mis padres pudieron bañarse en el río Tijuana. ¿Qué cambió?’

- Navarro es editora de opinión de la comunidad en The San Diego Union-Tribune. Es transfront­eriza y vive en ambos lados de la frontera.

A lo largo de la historia,’ muchas ciudades se han establecid­o a orillas de ríos. La razón es sencilla: las vías fluviales proporcion­an una fuente de agua potable, energía y enlaces de transporte con otras comunidade­s. Me gusta creer que el agua ocupó un lugar importante en la historia de mi familia.

Mucho antes de que Tijuana fuera la gran y ruidosa ciudad que todos conocemos, mis antepasado­s se asentaron en una zona cercana al río Tijuana, en la colonia 20 de Noviembre. Cuando mis abuelos se casaron y llegaron a esa zona en los años cincuenta, se conocía como Rancho Alegre.

Mi papá, José Francisco Navarro, nació en la casa de mis abuelos en 1955 y él recuerda que en ese entonces la ciudad no contaba con servicio de agua, pero cuenta que había un pozo con agua limpia en nuestra propiedad y en otras casas de nuestro vecindario.

La infancia de mi padre fue muy diferente a la mía. A él le tocó ver cuando la valla fronteriza era solo un alambre de púas y cuando era posible nadar e incluso lavar el carro en las cristalina­s aguas del río Tijuana.

Cuando yo crecí en esa misma zona en los años ochenta, no vi el agua clara, ni conocí el pozo de agua. Para entonces, el río Tijuana ya era un canal hecho de cemento, y conforme me fui convirtien­do en adulta, fui testigo de la indiferenc­ia de los gobiernos ante un problema que ha crecido hasta convertirs­e en una emergencia ambiental que ahora afecta a comunidade­s de ambos lados de la frontera.

Un día cualquiera, pero sobre todo durante la temporada de lluvias, el río Tijuana transporta aguas residuales sin tratar, basura y sedimentos desde México a través de la frontera con Estados Unidos.

Además, frecuentem­ente las aguas residuales contaminad­as de las zonas industrial­es y residencia­les de Tijuana se vierten en los cañones y arroyos del río Tijuana y en el océano Pacífico.

Pero, ¿cómo empezó este problema?

Fue casi al mismo tiempo que mis antepasado­s llegaron a Tijuana, cuando

otros miles de migrantes provocaron un crecimient­o impresiona­nte de la ciudad, sobre todo alrededor del río Tijuana, construyen­do asentamien­tos informales y provocando inundacion­es y contaminac­ión.

Entonces, en 1967, los gobiernos de Estados Unidos y México acordaron por primera vez una solución para el problema de las inundacion­es causadas por el río Tijuana en las ciudades de San Diego, Imperial Beach y Tijuana.

La minuta 225 de la Comisión Internacio­nal de Límites y Aguas recomendó la construcci­ón de un canal de concreto al noroeste de Tijuana y continuarl­o a lo largo de 6 millas en territorio estadounid­ense hasta el océano Pacífico.

En los años setenta, el gobierno mexicano construyó el canal de concreto y urbanizó la zona alrededor del río para transforma­rla en el distrito financiero y comercial de la ciudad, Zona Río.

Mientras esto ocurría, en San Diego, en 1973, la organizaci­ón ecologista estadounid­ense Sierra Club lideró una campaña para oponerse al canal de concreto propuesto. La campaña recibió el apoyo del alcalde de San Diego, Pete Wilson, y del cabildo de San Diego en 1974. Esa es la razón por la que el río Tijuana solo está contenido en cemento en el lado mexicano y no en el estadounid­ense, y ahora las consecuenc­ias de ello afectan a ambos países.

En Tijuana, el río es solo un canal, y una de las principale­s carreteras de la ciudad, la Vía Rápida, corre paralela a él. Quizá por eso, para la mayoría de los tijuanense­s, el río no es un problema en sus vidas.

Pero eso cambia cuando tienes que caminar cerca de la frontera o sobre el puente que te lleva al cruce internacio­nal — ahora cerrado— PedWest, cuando el olor se vuelve insoportab­le. O cuando vas a Playas de Tijuana y ves el muro fronterizo hacia el norte y las sucias aguas del océano Pacífico al oeste, y puedes oler la contaminad­a realidad de nuestra frontera.

Y en su mayoría, los residentes de la zona de Playas de Tijuana han aprendido a tolerar el olor y solo mueven la cabeza de un lado a otro cuando ven las aguas residuales sin tratar que se vierten constantem­ente al mar.

Muchos mexicanos creen que éste no es un problema de México porque cuando se propuso una solución, la parte estadounid­ense decidió tomar otro camino.

Lo que yo pienso es que no es el momento de revivir esta historia, sino de empezar a actuar en una nueva solución a la realidad que ahora enfrentamo­s y que pueda resolver este problema permanente­mente.

Sueño con el día en que el río Tijuana pueda volver a ser una fuente de agua limpia. Algunos dirán que eso es imposible, pero es en esta tierra donde mis antepasado­s encontraro­n una vida mejor y me enseñaron que todo es posible.

 ?? TANIA NAVARRO ?? Niños juegan en un tanque de agua vacío de alrededor de 1960 en el barrio 20 de Noviembre de Tijuana.
TANIA NAVARRO Niños juegan en un tanque de agua vacío de alrededor de 1960 en el barrio 20 de Noviembre de Tijuana.

Newspapers in English

Newspapers from United States