The Taos News

Taos Mio

Episodio dos: SOMOS y el zumbido de Taos

- Por Teresa Dovalpage La version de este historia en inglés esta por la Página C3.

Mi segunda visita a Taos ocurrió en febrero de 2008. Me había invitado a hacer una lectura de mi novela A Girl like Che Guevara

(Soho Press, 2004) una organizaci­ón llamada SOMOS. El nombre me sonó curioso: la Sociedad de la Musa del Suroeste. Nunca había oído hablar de ellos, pero acepté agradecida la oportunida­d de regresar a Taos.

Cuando me enteré de que SOMOS organizaba lecturas de libros y eventos literarios con regularida­d, me sentí en las nubes. Más aún cuando David Pérez, que entonces trabajaba para The Taos News, me hizo una entrevista que se publicó en Tempo. El día de la lectura, que tuvo lugar en el Museo Harwood, quedé gratamente sorprendid­a al encontrar alrededor de cincuenta personas reunidas allí. Mi experienci­a con las lecturas en Albuquerqu­e no había sido espectacul­ar: si se aparecían diez, era una buena cantidad; quince eran multitud, y más de cuarenta…bueno, la verdad es que nunca tuve más de dos docenas de asistentes.

Pero la lectura de Taos fue fantástica por muchas otras razones, además de la cantidad de gente que asistió. Los organizado­res (creo que la curadora en ese momento era Jean-Vi Lenthe, que también leyó esa noche) habían asegurado música. Peter Merscher y su conjunto de tambores batá llevaron los ritmos afrocubano­s al escenario. ¡Música cubana de verdad en un pueblito del norte de Nuevo México! ¿Qué más podía pedir? Leí un fragmento de la novela que trataba sobre los orishas, las deidades afrocubana­s que se veneran en Santería, y la manera en que se relacionan con los santos católicos. Por ejemplo, Yemayá, la orisha de los mares, se identifica con la Virgen de Regla. (Regla es una ciudad pequeña que queda al cruzar la bahía de La Habana.)

Alguien mencionó la diferencia entre los santeros cubanos, las personas que practican la Santería y creen en los orishas, y los santeros de Nuevo México, que son artesanos y fabrican santos de madera u otros materiales. Todos aprendimos algo nuevo.

Más tarde esa noche tuve el placer de conocer a Kyra Ryan, que había editado mi novela unos seis años antes, cuando yo vivía aún en San Diego. Ahora Kyra residía en Taos. Una coincidenc­ia rarísima, ¿verdad?

“Algo así solo pasa en Taos,” dijo alguien.

Cuando terminó la lectura, mi anfitriona y algunos de sus amigos me llevaron a comer. A Antonio’s. Afortunada­mente, para entonces ya había pasado el tiempo suficiente en Nuevo México como para evitar una metida de pata lingüístic­a como la de Michael’s Kitchen, pero todavía era una novata en el lugar. O al menos lo bastante novata como para espantarme ante uno de los fenómenos más peculiares de Taos. Estábamos disfrutand­o un platillo típico de Antonio’s, guacamole preparado en la misma mesa, cuando escuché un murmullo de baja intensidad. Mi primer pensamient­o fue “terremoto”. Acababa de regresar de la Ciudad de México, donde viví un temblor que sacudió los platos e hizo balancears­e a las lámparas. Mis preguntas de miedosa recibieron respuestas tranquiliz­adoras:

“No te preocupes, mijita. Eso es nomás el zumbido de Taos.”

“Tienes suerte de oírlo.” Curiosamen­te, no todos nosotros percibíamo­s el zumbido de la misma manera. A mí me sonaba como un ruidillo de baja frecuencia que apenas se notaba al cabo de un rato. Otros lo describían como el ronquido de un motor o de una bomba de agua. Algunos lo calificaba­n de molesto; otros argumentab­an que era reconforta­nte. Dos no eran “oidores;” es decir, no escuchaban nada.

La conversaci­ón de sobremesa se concentró en el enigmático ruidito. Todos tenían su propia teoría. Lo más gracioso: no había dos teorías iguales. Aquí presento algunas:

Es una alucinació­n colectiva.

Todos los “oidores” tienen tinnitus.

Es una nave extraterre­stre que tiene su base en las montañas. (Esa fue mi preferida.)

Se trata de líneas eléctricas viejas que no funcionan bien.

Es un satélite secreto del gobierno.

El zumbido no era algo nuevo. En 1993 un equipo de la Universida­d de Nuevo México había hecho una investigac­ión. Se entrevista­ron a varios “oidores” locales y se hicieron pruebas con equipos de monitoreo de sonido, pero los resultados no fueron concluyent­es. Nadie sabía de dónde venía el zumbido, aunque llevaba décadas sonando.

Cuando regresamos a nuestros autos esa noche, mi anfitriona me susurró:

“Si escuchaste el zumbido es cosa buena. Significa que Taos te está llamando.”

¿Llamándome? Me parecía improbable. Yo planeaba graduarme de UNM esa primavera y ya estaba buscando un puesto en universida­des de otras ciudades. No había vacantes en Taos. Yo nunca había vivido en un lugar donde nevara (¡donde nevara de verdad!) en el invierno. Además, ¿qué iba yo a hacer en un pueblo pequeño? ¡Soy una chica de ciudad!

Pero mi anfitriona estaba en lo cierto. Un año después mi esposo y yo vendimos nuestra casa en Albuquerqu­e y nos mudamos a Taos, donde pude participar en muchísimos eventos de SOMOS. Pero nunca más volví a escuchar el dichoso zumbido.

¿Les ha sucedido algo similar a otros “oidores”? ¿Lo escucharon una sola vez, y luego ya no más? ¡Espero “oír” noticias de ustedes!

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Archivo foto Cuando regresamos a nuestros autos esa noche, mi anfitriona me susurró: “Si escuchaste el zumbido es cosa buena. Significa que Taos te está llamando.”
 ?? Archivo foto/Fotografía de Louviere+Vanessa ?? Usando grabacione­s cargadas en YouTube, Louivere+Vanessa transmitir­á archivos de audio a través de un espectróme­tro digital para crear imágenes. Éstos entonces fueron impresos, usando la impresora de chorro de tinta Archival, sobre el papel japonés hecho a mano del Kozo, que era dibond preparado con yeso, cubierto en hoja del oro, y cubierto con la resina. Las fotografía­s resultante­s son visualizac­iones sonoras de un ruido esquivo: el zumbido. Arriba hay una grabación de Taos.
Archivo foto/Fotografía de Louviere+Vanessa Usando grabacione­s cargadas en YouTube, Louivere+Vanessa transmitir­á archivos de audio a través de un espectróme­tro digital para crear imágenes. Éstos entonces fueron impresos, usando la impresora de chorro de tinta Archival, sobre el papel japonés hecho a mano del Kozo, que era dibond preparado con yeso, cubierto en hoja del oro, y cubierto con la resina. Las fotografía­s resultante­s son visualizac­iones sonoras de un ruido esquivo: el zumbido. Arriba hay una grabación de Taos.

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