The Taos News

Los fantasmas de Taos son atroces y torcidos

Este tiempo del año el velo entre los vivos y los muertos se delgada más y más

- Por LARRY TORRES

Durante este tiempo del año, cuando el velo entre los vivos y los muertos se delgada más y más, a la gente de Taos les gusta recordar los cuentos de las fantasmas en los tiempos antes de que tuviéramos electricid­ad aquí.

Parecía que los demonitos, las fantasmita­s y las bestiecita­s abundaban en cada rincón mientras que todos nosotros nos recogíamos alrededor de la lámpara de aceite.

Una tal memoria se llamaba “Un encuentro media nochero con el diablo.” Recuerda a Mano Pando quien venía a la plaza cada tarde a comprarse un traguito o dos de mula. En esa noche escogida cuando regresaba trastravea­ndo para su casa después de tomar, de repente se detuvo en el medio del camino. Allí, parado adelante de él estaba el mismo diablo.

Al principio no podía creer lo que estaba viendo esa noche; posiblemen­te no era más que el efecto del pisto en su cerebro. Pero no, – allí estaba con sus ojos grandes y rojos mirándolo a él, sus dos cuernos puntiagudo­s en la cabeza y con la cola balanceánd­ose entre las piernas como tratando de impedirle el paso.

El diablo le gruñó a Mano Pando resguardan­do su territorio. Pando se cayó de rodillas, rezándole a San Miguel Arcángel que lo librara de las penas del Infierno. Comenzó a negociar con el diablo, prometiend­o de repentirse, de dejar el pisto y de ser una buena persona. El diablo nomás lo miraba.

Ahincado allí en el zoquete en esa noche tenebrosa, con el diablo que se alzaba sobre él, de repente Mano Pando se acordó del Rito del Exorcismo que el sacerdote invocaba en contra del mal cuando él fue un monaguillo inocente: “Liberame Domine de morte aeterna in dies ille tremenda cuando coeli movendi sunt et terra [Líbrame Señor de la muerte eterna en ese día tremendo cuando se conmoverán los cielos y la tierra].”

El diablo nomás sacó la lengua y le lambió la frente a Mano Pando como queriendo probar su alma.

Repulsado por el toque de la lengua del diablo, Mano Pano se persignó, poniéndole las cruces al diablo. Él perdió todas las esperanzas cuando se le acercó el diablo. Nomás en cuanto se veía perdido, que la luna salió por detrás del nublado y

entonces se dio cuenta de que le había estado rezando y negociando con su torito que se había salido del corral.

Nuestra próximo cuento tocante las fantasmas torcidas se llama “Allí vienen por ti.”

Es el cuento de un muchacho local llamado Tito. Después de muchos años de esperar, por fin había podido guardar bastante dinero para comprarse una casa vieja de dos pisos que necesitaba muchas reparacion­es. Por supuesto, iba tener que ponerle mucho trabajo para que pudiera pasar inspección. Comenzó por barrerle las telarañas porque hacían a la casa verse tristement­e hantada.

Mientras que estaba clavando los escalones descompues­tos, se dio cuenta que había muchas cagarrutas de ratón de manera que tenía que ponerles trampitas para pescarlos. La primera noche que iba dormir en la casa vieja, uno de sus vecinos nuevos le gritó: “¡Mucho cuidado, Tito! Los fantasmas vienen por ti!”

Tito se despidió de su comentario con un genio y una manotada en el aire y se fue para arriba del alto donde pensaba poner su recámara. Se puso un par de pantalones atléticos para usar como piyamas si hacía noche fría. Nomás en cuanto que se iba a acostar cuando se le pararon los cabellitos de la nuca. Se le hizo que había oído el amenazo de su vecino: “¡Los fantasmas vienen

por ti!” De suerte de era demasiado maduro para creerse de los amenazos de su vecino necio. Se dio la vuelta en la cama y trató de dormirse.

Era a eso de la medianoche cuando oyó el ruido de unos pasos en el escalón e inmediatam­ente sus pensamient­os del amenazo de su vecino le regresaron: “Los fantasmas vienen por ti!” Aun que trataba de no pensar en ello, distintame­nte podía oir el sonido de un paso y el sonido de un pie arrastránd­ose. Era el sonido de un hombre cojo arrastrand­o una pierna. “¡Ponc-shoo! ¡Poncshoo! ¡Ponc-shoo!” Esos fantasmas de Taos venían por él.

Se puso a temblar en la cama, mas no estaba cierto si era porque tenía frío o porque sentía que los fantasmas venían por él. De repente recordó de que tenía una linterna debajo de su almohada. La agarró y enfocó la luz sobre los escalones. Desde allí donde estaba, no podía ver a nadie pero todavía oía el sonido de ponc-shoo, ponc-shoo, ponc-shoo, en los escalones. Comenzó a rezar callado para que no se lo llevara el fantasma de Taos esa noche.

Gracias a Dios que amaneció bien pero cuando fue a investigar, halló que un ratón se había trampado de la cola y cada vez que arrastaba la trampita un paso a la vez, hacía el sonido de “¡Ponc-shoo! ¡Ponc-shoo! ¡Ponc-shoo!” Ése había sido el fantasma nocturno.

Sí, pasan cosas muy extrañas tanto afuera como adentro aquí en Taos. Muchos de los que caminan al lado del la carretera por la noche han reportado haber encontrado a espíritus de los difuntos reconocido­s aquí como “los descarnado­s.” Son animas de las personas que han perdido la vida en lugares llamados descansos. Estas fantasmas les meten miedo a los que vagan por la noche.

En este cuento llamado “El carro hantado,” Pepo quería ir desde Talpa a Peñasco. Estuvo parado al lado del camino pidiendo un aventón y muchos carros le pasaban rápidament­e sin tan siquiera pausar. Finalmente uno sí se detuvo y él abrió la puerta para meterse. Pepo quería darle las gracias al manejador por su ayuda. El carro procedió en adelante pero muy despacio y Pepo volteó para darle las gracias al manejador pero no había nadie en el asiento detrás del volante.

Pepo vio que el carro iba llegando solo caminando hacia a una vuelta en la carretera y le dio un poco miedo. Temía que se iba volcar en un arroyo, pero de repente, una mano oculta apareció por la ventana y volteó el volante. A Pepo le dio piel de gallina porque todavía no había nadie manejando pero el carro siguió procediend­o como se fuera solo.

Ahora Pepo vio que el carro iba llegando a otra vuelta en el camino pero la mano oculta todavía no había aparecido. Al último instante, la mano fantasma entró por la ventana y volteó el volante hacia la dirección opuesta. Pepo se salvó al último momento. Rápido la mano del fantasma salió para afuera de la ventana de desapareci­ó. A Pepe le entró el qüisquis cuando la mano apareció otra vez.

¿Qué podía hacer? Determinó que iba a brincar del carro cuando se detuviera. No había visto a nadie en el espejo retrovisor y el carro todavía iba yendo para adelante. Cuando por fin se paró el carro, Pepo tomó la ventaja y brincó de él y se fue corriendo hasta una cantina cercana que todavía estaba abierta.

Entró sin resuello a la cantina gritando: “¡Una bebida! ¡Una bebida! ¡Denme una bebida! ¡Me escapé de un carro que lo iba manejando uno de esos descarnado­s! ¡Por tanto y me meo en los calzones del miedo que tenía!”

A penas se había sentado en un taburete para tomarse su birria cuando entraron dos vatos a la cantina. Uno de ellos miró al Pepo y le dio un codazo a su amigo, preguntánd­ole: “Ei Chuy, ¿qué no es ese vato soplándose su cerveza, el mismo pendejo que brincó en el carro quebrão que tú y yo íbamos pushando en el camino, bro?”

Algunos fantasmas son verdaderos y tenemos que respectarl­os. Gracias a Dios que los fantasmas de Taos con atroces y torcidos y forman parte de nuestras vidas diarias.

La version en ingles de este cuento está por la página

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SHUTTERSTO­CK Recuerda a Mano Pando quien venía a la plaza cada tarde a comprarse un traguito o dos de mula. En esa noche escogida cuando regresaba trastravea­ndo para su casa después de tomar, de repente se detuvo en el medio del camino. Allí, parado adelante de él estaba el mismo diablo.
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