The Taos News

Los Marcianos llegaron ya

Parte III

- Por LARRY TORRES

Cuando Mano Juan Fango se dio cuenta de que el Marciano venía de una cultura muy avanzada, determinó de que iba a hacer todo posible para asegurar de que nadie lo maltratara de ninguna manera. Tan pronto como había hecho esa determinac­ión que llegó un jeep militar, hasta la mera nave espacial. Sin más ni más, Mano Juan Fango se quitó el sombrero vaquero y se lo puso en la cabeza al Marciano. Mano Maque también, se quitó el paño y se lo puso al Marciano en el cuello. Entretanto, los militares se pusieron a inspectar al platillo volante. Las luces centellean­te y los aparatos no eran como algo que jamás había visto. Le preguntaro­n a Mano Juan Fango que si qué sabía él de la nave voladora.

“Pues, yo le diré, compañero,” él le replicó. “Mi amigo Maque y yo andábamos enseñándol­e la belleza del desierto a nuestro amigo que vino a visitarnos de México, y a penas habíamos llevado a este espectácul­o. Cuando primero vimos esta tartana extraña, pensamos que podía ser una garruleta “Studebaker.”

Los militares no estaban ciertos si los dos vaqueros estaban diciendo la verdad o no de manera que voltearon a mirar al Marciano vaquero.

“Buenos días, amigos,” el Marciano les dijo en un español perfecto. “Yo me llamo José Jiménez.” (En verdad era de una cultura avanzada.)

Los militares miraban al Marciano usando el sombrero y el paño con bastantes sospechas pero siendo que no hablaban español, no le hicieron ninguna pregunta. Sin embargo, sí se les hacía curioso la piel verdeona-gris del Marciano de manera que le pidieron a Mano Juan Fango que les sirviese como intérprete. El Marciano murmuró algo en español, entretanto escondiend­o su boca debajo de su paño.

“Él dice que el color de su piel ha cambiado debido al sol caliente y también a causa de que ha bebido demasiada tequila,” Mano Juan Fango les dijo.

Los militares decidieron que mientras que tenían el platillo volante, no les importaba mucho de este alienígeno Mexicano que andaba visitando el desierto de Nuevo México. Cargaron el platillo volante detrás del jeep, y se fueron hacia su laboratori­o en Roswell a investigar­lo más cuidadosam­ente. Mano Juan Fango el pico a Mano Maque con el codo y se sonrió. Parecía

como que había logrado escaparse con su “mentirita blanca.”

El Marciano siguió a los hombres y se subió en la troca y juntos se dieron hacia el rancho de Don J.B. Foster. Decidieron que el Marciano necesitaba más color en su piel para evitar que se mirara tan sospechoso de manera que se dirigieron a la cocina. Mano Juan Fango preparó una grande cazuela de chile colorado picante para comer. Tenía miedo de que fuera muy picante para el Marciano, pero se lo comió como si estuviera tragando agua fresca del ojito. Cuando había acabado, le dio las gracias a Mano Juan Fango y le dijo: Esta comida que le llama “chile” me recuerda de nuestra comida en Marte, pero la nuestra es mucho más quemosa.”

Cuando vio que Mano Juan Fango estaba un poco confuso, agregó: “¿Por qué piensa que nuestro planeta es tan rojo? Ha de saber que casi no comemos más que chile colorado picante. En verdad, fueron los Marcianos quienes sembraron las plantas de chile en este desierto, miles de años pasados, cuando nos volteamos verdes, tiene que ser porque nuestra piel está fría y cuando se torna roja, eso indica que nuestra temperatur­a esta normal de vuelta.”

Mano Juan Fango y su amigo Mano Maque se acostaron en sus sacos de dormir por la noche. El Marciano aún, se tendió arriba de unas rocas volcánicas calientes y se puse a devisar cómo iba a regresar a Marte sin ser descubiert­o.

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LARRY TORRES Sin más ni más, Mano Juan Fango se quitó el sombrero vaquero y se lo puso en la cabeza al Marciano.

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