La Mama Gansa enamorada
Parte 4: La Excelencia del amor
Los más grandes promulgadores del amor que el mundo ha conocido, no fueron Antonio y Cleopatra, París y Elena, Lancelot y Guinevere, Romeo y Julieta, el Rey Pepín y la Reina Berta, ni Yuri Zhivago y su novia, Lara. El más grande promulgador del amor no fue un hombre renombrado por sus grandes hazañas o por su expertís sexual. Él consideraba su castidad un don de Dios tanto como el matrimonio lo es para otras personas.
Él era un escolar nacido en un pueblecito llamado “Tarso” en la antigua Turquía. Su nombre era Saúl. Él era uno de los grandes persecutores de los Cristianos seguidores de Jesús. Según la tradición bíblica, un día en ruta hacia Damasco para continuar a perseguir a más Cristianos, lo hundió una gran luz brillante y oyó a una voz hablándole y preguntándole: “Saúl, Saúl, ¿por qué me estás persiguiendo?-Yo soy Jesús, al que estás persiguiendo.”
Entonces algo como escamas se le cayeron de los ojos y se convirtió en uno de los más grandes promulgadores de “La Vía” como se le llamaba a los primeros Cristianos. Llegó a conocerse como “Pablo de Tarso” y uno de los más ardientes seguidores de Jesús. Pablo promulgaba el Cristo Resucitado en las Siete Iglesias de Éfeso, Sardes, Filadelfia, Lardácea, Tiratira, Esmirna, y Pergaña y también en Patmos y en Roma. En la carta de Pablo a los Corintios, trata de clarificar el amor en catorce maneras diferentes.
“Si yo hablo en lenguas humanas y angélicas, pero no tengo amor, he llegado a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe. Y si tengo el don de profecía, y entiendo todos los misterios y todo conocimiento, y si tengo toda la fe como para trasladar montañas, pero no tengo amor, nada soy. Y si doy todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregara mi cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me aprovecha. El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante; no se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido; no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad;
Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser; pero si hay dones de profecía, se acabarán; si hay lenguas, cesarán; si hay conocimiento, se acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; pero cuando venga lo perfecto, lo incompleto se acabará. Cuando yo era niño, hablaba
como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé las cosas de niño. Porque ahora vemos como por un espejo, veladamente, pero entonces veremos cara a cara; ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente, como he sido conocido. Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.”
La mayoría de nosotros sencillamente definimos al amor como una profunda afección que le tenemos a alguien o a alguna cosa. Los ancianos Griegos, quienes se consideraban como maestros del amor, lo dividían en varias categorías: El Amor ágape es Amor total e incondicional conviviente. El Amor erótico es Amor romántico, y carnal. Filios es Amor fraterno, el Amor filático es el Amor de sí mismo o platónico.
El amor de La Mamacita Gansa sin embargo, es un amor infantil inocente. Rebusca y cree en la vida pura que no discrimina ni juzga. Es un amor que convive a la fantasía y lo imposible. Es un amor sin límites. Invita a los niños, a pesar de sus edades a que entren en un mundo de sueños y de seguridad paternal. El amor de la Mamacita Gansa es más real que la realidad y puede ser recibido por todas las mentes en todas partes del mundo.