Diario de un Vaquero
Las Guerras de Campos Abiertos
Había varios rumores que la Unión se estaba desbaratando. Los Estados del norte parecían estar a favor de abolir la esclavitud y de promulgar “la libertad y la justicia para todos.” Los Estados del sur, sin embargo, querían continuar su control de propiedad de la labor esclava libre. Necesitaban que alguien recogiera su algodón y su cultivo de soja y prepararlos para el mercado. Existían diez territorios en los Estados del sur, conocidos como “Ole Dixie.” El Señor Juan-Lucas reflexionaba mientras miraba alrededor es mañana. Él estaba pensando sobre el hecho que “Di” era el número Francés que se refería a los 10 Estados del sur cuales ya se iban convirtiendo en “Estados Confederados.”
Temía que la Guerra Civil iba a llegar y todo el progreso atribuido a la Venta de la Luisiana caería en peligro. El Ejército de la Unión había consumido la mayor parte del abastecimiento de las reces en el norte, causando una escasez. La expansión de la empacadora de carnes también animaba a los ciudadanos a que consumieran a la rez. Ya para 1866 millones de ganados de cuernos largos habían sido acorraladas y arreadas a los depósitos de ferrocarriles. La práctica de la ranchería continuó a aumentarse hasta fines de los 1800s. A los colonizadores Americanos autenticados se les permitió reclamar a los terrenos públicos en los altiplanos como “campos abiertos” para apacentar ganados comprados.
Lo qué le estorbaba más al Señor Juan Lucas era de que se había dado cuenta del establecimiento de oponentes secretos a la esclavitud del sud. Ellos se ponían largas y blancas túnicas, surmontadas con capuchas puntiagudas quienes oponían cualquier influjo de los Estados norteños. Entre sociedades gentiles, les llamaban “el Clán.” La unión de los ginetes blancos encapuchados nocturnos no se hallaban solo en el sudeste Americano y en el área de la Venta de la Luisiana, aún. Antes de la Venta, los Estados Unidos Americanos invocaron la idea del “Destino Manifiesto” y declaró guerra contra México en 1846.
El Señor Juan Lucas había aprendido de un vaquero ambulante, que el Presidente de Los Estados Unidos, James K Polk amaba la idea del Destino Manifiesto. Era la convicción de que Dios intentaba a que La América Norteña fuese controlada por los Americanos de Los Estados Unidos. En abril de 1847, envíó a Nicolás Trist como embajador a esforzar de negociar bien con México. En mayo, Trist desembarcó en Veracruz. El Embajador Trist podía ofrecerles paz solo si México cedía sus territorios norteños.
En febrero 2 de 1848 Trist se juntó con representantes Mexicanos y firmaron el Tratado de Guadalupe-Hidalgo. El 19 de febrero de 1848, el Presidente Polk recibió el Tratado en Washingtón. El día 30 de mayo, 1848 el Congreso del Méjico D.F. ratificó el Tratado.
A pesar de que los 1800s no eran bastante turbulentes, El Señor Juan-Lucas descubrió que en los territorios Mejicanos anteriores, había un paralelo semejante al de los Encapuchados Blancos en el sureste de Los Estados Unidos. Esos ginetes salín de noche buscando a cómo lidiar con ser parte de una nación extranjera y de hablar solo en Inglés. En Nuevo Méjico, un hombre llamado Juan José Herrera de San Miguel cerca de Las Vegas, fue el fundador y organizador de “Las Gorras Blancas” de allí.