SIMON REVELA SUS TRUCOS EN TALLERES
Eso hace que no sólo él sino también los criadores tengan más dificultades para encontrar matarifes. Y al final esa escasez repercute en todos los clientes que no quieren consumir carne industriale.
Para Simon Taylor esa es quizá la tarea más importante del carnicero: ver a las personas no solo como consumidores y tratar la carne no solo como un producto. “En Inglaterra la gente se ha alejado mucho de los alimentos originarios”, explica Taylor. Sus clientes apenas demandan ya las entrañas aunque a él le gusta vender y aprovechar los animales enteros. Por eso predica en sus talleres la filosofía Nose-to-Tail: “Enseño a la gente cómo preparar el mayor número posible de partes del animal”. El trabajo en la carnicería, los talleres, los campeonatos con los “British Beefeaters”, su familia… durante mucho tiempo Taylor pensó que podía hacer malabarismos con todas esas tareas. Hasta que en 2018, cuando acababa de regresar el “World Butchers’ Challenge” celebrado en Belfast, tuvo que ser ingresado en un hospital. El motivo: un virus cardiaco.
“Eso me abrió los ojos, hasta ese momento yo pensaba que era invencible”. Desde entonces el carnicero intenta lograr el equilibrio entre el trabajo y la familia. Los domingos apaga el móvil y juega con su hijo Jude, de 6 años, y su hija Ivy de 3.
PRÓXIMO PROYECTO: UN MATADERO
No obstante, sigue trabajando en nuevos proyectos. Taylor ha ido a visitar a un criador de vacas con la furgoneta blanca de la carnicería. Hace un tiempo británico, la lluvia golpea sin parar las ventanillas. Taylor se baja del coche y camina con paso rápido junto a un establo hasta llegar a una obra en lo alto de una colina, su gorra de gangster está empapada. Entra en un edificio de techo plano y saluda a los obreros. “Aquí”, exclama señalando una estancia vacía con paredes de cemento y cables que cuelgan sueltos por todas partes, “aquí estarán colgadas las mitades de las vacas”. Camina un par de pasos más y señala el techo: “Gracias a un sistema de corredera luego las podremos trasladar hasta aquí para procesarlas”. Entra en la habitación del fondo, tiene una ventana desde la que se divisa la granja y las colinas que la rodean: “En este lugar prepararemos la carne y recibiremos a nuestros clientes”. Taylor quiere que los caminos sean aún más cortos, por eso está construyendo su propio matadero. El edificio todavía está frío y vacío, pero Taylor tiene una visión muy precisa de cómo será en el futuro.