Cuerpo Mente

Momentos PARA COMPRENDER TU VIDA INTERIOR

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1 Introspecc­ión. Es inútil esperar evidencias o revelacion­es de una primera mirada dentro de nosotros. Lo primero que veremos solo es desorden y confusión. Hay que permanecer allí un ratito, el tiempo suficiente para acostumbra­rnos, como cuando entras en la penumbra de una bodega o de un desván. Te detienes, respiras y observas. Esperas un momento: ¿cuándo fue la última vez que te tomaste la molestia de no hacer nada?

2 El eco de la música. La situación «perfecta» para escuchar música es la de la atención plena: no hacer nada más que escuchar música. Piénsalo y verás que no es tan frecuente en nuestros días. Cuando uno para y realmente escucha, pasan cosas muy distintas. Además de la música, surge también el eco de la música en nosotros: en nuestro cuerpo, en nuestras emociones, nuestros pensamient­os, nuestros recuerdos...

3 Higiene mental. Cuando no es un horizonte cotidiano, una cárcel, la soledad es en general fecunda. Saber estar solo permite un encuentro verdadero con uno mismo, sin la trampa de nuestras dispersion­es sociales. Gracias a las pantallas, que suprimen el tiempo de soledad, nunca estamos realmente solos, pero estudios recientes demuestran que, paradójica­mente, el tiempo pasado delante de las pantallas agrava aún más la sensación de soledad.

4 Caminar. Avanzar solo y en la naturaleza. El único esfuerzo es el de poner un pie delante del otro, y darse tiempo. Entonces, como afirma el escritor y viajero Nicolas Bouvier: «Ideas que acaricibas sin razón te abandonan; otras, al contrario, se ajustan y amoldan a ti como las piedras del torrente. No hay necesidad de intervenir, el camino trabaja para ti». El itinerario no importa: hemos venido para airear nuestra mente, para exponerla al mundo y a la naturaleza.

5 Presencia atenta. Meditar no es relajarse, es explorarse: cómo saboreamos, cómo sufrimos. Y comprender así, poco a poco, cómo podemos aliviar nuestras penas o amplificar nuestras alegrías… Dirijamos primero nuestra atención a los movimiento­s de la respiració­n y tomémonos el tiempo necesario para sentirlos más que para analizarlo­s o controlarl­os. Abrámonos después a las sensacione­s del cuerpo, sean las que sean, agradables o desagradab­les.

6 Examen de conciencia. Se trata de una introspecc­ión en la que nos planteamos la cuestión del bien y del mal en forma de reflexión sobre nuestros errores, nuestras faltas o nuestros pecados. ¿Por qué no preguntarn­os regularmen­te si vamos navegando según el rumbo de nuestros deseos y nuestros valores, o si por el contrario nos hemos apartado demasiado de ellos?

7 Una pausa necesaria. En el momento en que uno acepta, en el que interiorme­nte dice sí, baja significat­ivamente el nivel de estrés psicológic­o, pero también biológico, y aumenta la capacidad de discernir. La aceptación requiere una pausa, requiere pasar por nuestra vida interior. Tras este examen, aceptar es decirnos: «¡Sí!, sí, está bien, esto es lo que hay, por ahora…». decirlo de verdad, mentalment­e, de la forma que mejor se adapte a nosotros.

8 Nombrar y saborear. No se trata –o no solo– de hacer nuestra vida interior más bella, sino de tomar conciencia de todas esas emociones agradables que nos ayudan a afrontar mejor la adversidad. Por eso nuestro trabajo sobre la vida interior debería consistir en reconocer la extremada variedad de nuestras emociones agradables, suscitarla­s y saborearla­s. ¡Y nombrarlas! Albert Camus afirmaba: «Nombrar mal un objeto es aumentar la desdicha en el mundo». Y saborear mal las emociones agradables es privar a nuestra felicidad de unos recursos cotidianos que son inagotable­s.

9 Conciencia de la dispersión. Cuando hay dispersión –porque habrá–, hay que aceptarla, nombrarla: «Vale, de acuerdo, mi atención se está desviando de aca para allá». Y simplement­e hay que volver a la tarea que estábamos haciendo. Si la dispersión se repite, hay que verificar que no estemos en la zona de «fatiga atencional» que aparece en general tras treinta o cuarenta minutos de concentrac­ión. En ese momento, lo que conviene no es distraerse con pantallas. Es vital no hacerlo, ya que sería fatigarse de otra forma. Hay que concederse, por el contrario, un «descanso atencional»: no hacer nada, respirar hondo, levantarse, estirarse, moverse…

10 El arte de las buenas decisiones. Existen muchos recursos para que los cambios o las decisiones que tomamos tengan éxito, y esas reglas son las que empleamos en psicoterap­ia: definir objetivos concretos y realistas; que siempre tras la resolución haya un primer gesto, simbólico e inmediato («La marcha más larga siempre empieza con un primer paso»); cuando uno tiene dificultad­es o fracasa, ser tolerante y benévolo con uno mismo; compromete­rse ante el prójimo; fragmentar los objetivos a largo plazo, en una sucesión de objetivos a corto plazo, limitados y bien dirigidos.

EN LOS instantes EN QUE ESTAMOS PRESENTES EL TIEMPO SE DETIENE

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