Cuerpo Mente

Especial salud

Puedes tomar medidas para mantener tu cerebro en forma y alejar las enfermedad­es neurológic­as. Nunca es demasiado pronto ni demasiado tarde para empezar.

- DR. DALE E. BREDESEN, neurólogo y autor de El fin del Alzheimer (Ed. Grijalbo). Ha sido director de investigac­ión en la Facultad de Medicina de la Universida­d de California, Los Ángeles. Es director médico de MPI Cognition.

Tu cerebro, más joven

Acualquier persona en torno a los 40 años le interesa tomar medidas para reforzar la salud de su cerebro. Conforme cumplimos años, una de las principale­s inquietude­s es no perder memoria o mantener la capacidad de concentrac­ión. Está en nuestra mano tomar medidas de estilo de vida y nutriciona­les para proteger las neuronas y satisfacer sus necesidade­s. La recompensa será un cerebro joven durante muchos años. Estudios científico­s. Son medidas que tienen el aval de los estudios científico­s, como nuestro trabajo publicado en la revista Aging. A partir de estas investigac­iones hemos desarrolla­do un protocolo

que hemos denominado ReCODE y que incluye una serie de alimetos, complement­os nutriciona­les y otros componente­s que fortalecen el cerebro y sus capacidade­s.

EVITAR EL DETERIORO

La investigac­ión sobre las causas de la enfermedad de Alzheimer ha contribuid­o a descubrir formas concretas de proteger a las neuronas. La teoría clásica explicaba que el Alzheimer era debido a la formación de placas de amiloide, una proteína pegajosa que se acumula entre las neuronas y con el tiempo produce daños devastador­es. Pero no se sabía por qué proliferab­an las placas de amiloide. Ahora sabemos que su producción forma par

te de una respuesta defensiva del organismo frente a distintas amenazas que a partir de un momento determinad­o se escapa de control.

CAMBIAR EL ESTILO DE VIDA

Un proceso protector. Observar la multiplici­dad de factores que contribuye­n al desarrollo y la progresión del Alzheimer nos ayuda a entender cómo prevenir el proceso. Y esa lista de factores nos permite evaluar cuántos de ellos están presentes en nuestra vida diaria. Evita los malos hábitos. Cuanto más tiempo pases llevando un estilo de vida perjudicia­l (estrés, dormir poco y mal, comer a altas horas de la noche, no hacer ejercicio, consumir bollería industrial, lácteos, azúcar, gluten, tomar medicament­os que reducen el ácido estomacal o estatinas, etc.) más probable es que estés dañando tus capacidade­s mentales. Neuroamena­zas. Es posible que ya estés expuesto a una o más de las tres neuroamena­zas: inf lamación, falta de moléculas neuroprote­ctoras o exposición a sustancias tóxicas. Pero estás a tiempo de evitarlas y reforzar la resistenci­a de tu cerebro para hacerles frente. Cuidar el metabolism­o. Dos de las amenazas, la inf lamación y la carencia de moléculas que favorecen la cognición, están íntimament­e ligadas al metabolism­o. Este, a su vez, es una función determinad­a por nuestra alimentaci­ón, nivel de actividad, genética, exposición al estrés y manejo del mismo. Otros trastornos. No es ninguna sorpresa que muchos de los trastornos que incrementa­n el riesgo de Alzheimer –desde prediabete­s a obesidad, falta de vitamina D y estilo de vida sedentario– sean resultado de cuánto y cómo comemos y nos ejercitamo­s.

CUIDAR TODO EL CUERPO Todo está interrelac­ionado. El organismo humano es un sistema muy complejo. En lugar de concebir el cerebro como un órgano distinto del resto del cuerpo, debemos reconocer que nuestras células y sis

Los mismos malos hábitos que favorecen la obesidad, la diabetes y enfermedad­es crónicas son un peligro para el cerebro.

temas fisiológic­os funcionan como un conjunto. Lo que hace que un sistema prospere o falle suele hacer que otros sistemas, al parecer no relacionad­os, prosperen o fallen también. Si prevenimos y, en todo caso, corregimos desequilib­rios en nuestra bioquímica básica, podemos prevenir y aliviar las disfuncion­es antes de que la enfermedad se desarrolle.

Ir a la causa. Atacar un síntoma que surge después del desarrollo de una enfermedad, como suelen hacer la mayoría de los métodos convencion­ales, es muy distinto a atacar la causa de raíz de una enfermedad a nivel celular. Dicho de otro modo, queremos atacar la raíz del deterioro cognitivo y resolver cualquier desequilib­rio antes de que se vuelva irreversib­le.

UN PLAN COMPLETO

En el inicio. Las bases que se deben abordar para revertir el deterioro cognitivo y disminuir el riesgo de empeoramie­nto en el futuro son: inf lamación/infección, resistenci­a a la insulina, agotamient­o de hormonas y nutrientes de respaldo, exposición a toxinas y reemplazo y protección de las conexiones cerebrales (sinapsis) perdidas o disfuncion­ales.

Conocer todos los riesgos. Hay muchos factores potenciale­s o anormalida­des que contribuye­n al deterioro cognitivo y al riesgo de desarrolla­rlo. En un inicio, nosotros identifica­mos 36, y desde entonces hemos identifica­do algunos más, aunque no son cientos, ni mucho menos miles. La prevención efectiva y la reversión temprana requieren conocer el estatus de cada factor: si has estado expuesto a toxinas específica­s de moho llamadas micotoxina­s, por ejemplo, o si la concentrac­ión de moléculas inf lamatorias en sangre es demasiado alta. Evitar toxinas. Sorteamos una marejada de toxinas a diario. Inhalamos venenos, ingerimos toxi

nas y las absorbemos a través de la piel, producimos toxinas endógenas como productos de reacciones bioquímica­s, estamos expuestos a campos electromag­néticos tóxicos y radiación, etc. La mayor parte del tiempo no percibimos dichas toxinas, pero es importante hacer un esfuerzo para evitarlas.

MOHO Y OTROS RIESGOS Aire contaminad­o. Se suele prestar poca atención a las micotoxina­s, pero los estudios las relacionan con ciertas alteracion­es cerebrales. Mohos como Stachybotr­ys, Aspergillu­s, Penicilliu­m y Chaetomium son especialme­nte preocupant­es y pueden encontrars­e tanto en alimentos como en el aire que respiramos en interiores. Para que no penetren en nuestro cuerpo es fundamenta­l vigilar la calidad de los alimentos y del aire.

Se pueden evitar. Existen muchos otros factores que pueden jugar en contra de la salud del cerebro. Te mencionaré solo algunos: poseer empastes dentales con mercurio; tomar medicament­os como las benzodiace­pinas y las estatinas, entre otros; fumar, consumir alcohol y otras drogas; dormir poco o sufrir alteracion­es del sueño como las apneas; utilizar cosméticos no ecológicos o no naturales; no hacer ejercicio o no beber suficiente agua. La mayoría de estos riesgos se pueden evitar fácilmente. Puedes empezar ya. La clave está en ir descubrien­do puntos débiles (quizá no haces ejercicio, no te preocupan los contaminan­tes o puedes mejorar la dieta) y empezar a tomar medidas cuanto antes. Pero si notas síntomas que te preocupan puedes dirigirte a un profesiona­l que realice un diagnóstic­o exhaustivo. Sin excusas. Algunas personas se resisten a modificar sus hábitos porque se sienten bien o no tienen tiempo para tomar decisiones de este tipo, pero sin duda vale la pena cuando están en juego la salud y el bienestar.

La prediabete­s, la obesidad, la falta de vitamina D y la vida sedentaria son factores de riesgo.

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Mantén a ra ya microbios dañi n os qu e pu ede n lle ga r a l ce re bro con higie n e y pro bióticos por vía n a sa l.
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