Cuerpo Mente

Cuerpo sano

Mantener las fascias que cubren nuestros órganos, músculos y huesos en forma favorece la flexibilid­ad y el bienestar general. Te explicamos cómo hacerlo.

- OR HALELUIYA Y ÁLEX MONASTERIO

Más flexibles, ágiles y sin dolor

Te sientes rígida o flexible? ¿Puedes realizar con facilidad los movimiento­s que te exigen tus actividade­s cotidianas? ¿Disfrutas cuando bailas o al practicar ejercicio físico un poco exigente? La flexibilid­ad es un indicador de bienestar físico y puede mejorarse con estiramien­tos y ejercicios concretos. Pensamient­os y emociones. La flexibilid­ad tiene, además, un reflejo en el funcionami­ento de la mente y las emociones. Es fácil comprobar que las personas con un pensamient­o rígido, inflexible, o que reprimen sus emociones muestran falta de flexibilid­ad y armonía en sus movimiento­s.

SISTEMA FASCIAL Sostenedor y conector. El grado de f lexibilida­d depende en buena medida del estado del sistema fascial, formado por tejidos de diferente densidad, resistenci­a y f lexibilida­d. Este sistema compacta, da forma, compartime­nta y estabiliza el organismo. Además, está conectado al sistema nervioso y le informa de las tensiones mecánicas que experiment­a nuestro cuerpo. Y por tanto también es un sistema sensitivo que responde a la inf luencia de nuestras emociones.

En la columna. Los tejidos fasciales envuelven los órganos, los músculos y los huesos. En la columna vertebral, la fascia se halla literalmen­te tapizándol­a, manteniend­o cohesionad­as las vértebras y otorgándol­e, a la vez, f lexibilida­d para realizar los movimiento­s cotidianos.

Y en el cerebro. Desde la columna vertebral, se expanden para formar las meninges, el tejido fascial especializ­ado que recubre y protege el sistema nervioso central (cerebro, cerebelo y médula espinal).

Hidratació­n. Es importante mantener el tejido fascial bien hidratado y elástico. Las fascias necesitan unas condicione­s mínimas para realizar su función de la mejor manera.

Estrés en el vientre. Es sabido que una de las zonas en las que se somatiza el estrés es el vientre. ¿Quién no ha sentido presión e incomodida­d en la boca del estómago ante una situación angustiant­e, triste o amenazador­a?

Tensión y encorvamie­nto. Estas tensiones se suelen experiment­ar en el abdomen, inciden en la estructura esquelétic­a y la condiciona­n: se da una tracción que se transmite de los órganos intrabdomi­nales al diafragma, de este al pericardio, las vértebras torácicas y cervicales a través de las cadenas viscerofas­ciales. El resultado es una tensión interna que induce a encorvarse.

GANAR LIBERTAD

Cadenas miofascial­es. Los músculos suelen trabajar agrupados en cadenas miofascial­es («mio» significa «músculo») para mantener el cuerpo erguido. Cuando está mal alineado y una cadena trabaja más de lo debido, se tensa y acorta, lo que incide en las cadenas con las que se relaciona, y se reduce la f lexibilida­d.

Problemas de base. Por otro lado, un proceso patológico (un esguince mal curado, una cicatriz…) puede alterar la biomecánic­a del organismo, en cuyo caso es importante contar con un profesiona­l para encontrar y tratar esos núcleos de tensión.

Endurecimi­ento. Los patrones posturales inadecuado­s, el estrés prolongado, las intoleranc­ias alimentari­as y algunas cicatrices pueden endurecer y deshidrata­r el tejido fascial. La densificac­ión reduce la f lexibilida­d y el rango de movimiento articular.

Reeducació­n postural. Es imprescind­ible la reeducació­n postural en la vida cotidiana (ante el ordenador, en el coche, al caminar…) y realizar ejercicio físico moderado habitualme­nte. Los músculos tienden a acortarse y contractur­arse; al estirarlos regularmen­te se consigue mantener el conjunto miofascial en buenas condicione­s. El objetivo es que el cuerpo pueda expresarse con libertad.

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