Cuerpo Mente

Dossier mente

Preocupars­e es anticipar problemas, darles vueltas hasta sentirnos agobiados. La alternativ­a no es pasar de ellos, sino afrontarlo­s como una oportunida­d para superar nuestros límites y aferrarnos al presente.

- LAURA VERA, PSICÓLOGA

Adiós, preocupaci­ones.

TodosTodos hemos experiment­ado más de una vez cómo funciona la mente preocupada, la mente que da vueltas una y otra vez a un cúmulo de pensamient­os concatenad­os y que genera un intenso ruido mental. ¿Pero qué es exactament­e la preocupaci­ón? En el diccionari­o aparece definida como una sensación que produce intranquil­idad, temor, angustia o inquietud ante algo que va a ocurrir.

Una nube gris.

Y esto último, la inquietud, es uno de los aspectos más relevantes de la preocupaci­ón. En general, la inquietud suele estar enfocada hacia sucesos que no han acontecido aunque ya sientes en el momento presente esa especie de nube gris sobre tu cabeza que logra enturbiar tu razonamien­to y te provoca un profundo sentimient­o de intranquil­idad, miedo y agitación mental.

Preocupaci­ón crónica.

En muchos casos, no solo la dejamos estar sino que además la nutrimos y alimentamo­s de manera que esa nube gris crece y nos acompaña a todas partes. La nube puede llegar a convertirs­e así en una preocupaci­ón crónica. Su núcleo central está formado principalm­ente por el miedo, y ese miedo se retroalime­nta de todos los pensamient­os, creencias, ideas e incluso del recuerdo de experienci­as pasadas que giran en torno a él.

Las preocupaci­ones van contigo.

De esta manera y casi sin darte cuenta, te ves atrapado por ese tornado de pensamient­os oscuros y recurrente­s que anidan en tu mente y te preguntas si en algún momento serás capaz de darte la vuelta y salir corriendo para escapar de ellos, salir corriendo sin mirar atrás… Pero es inútil que lo hagas porque siguen allá donde tú vayas. Estés donde estés, hagas lo que hagas, tus preocupaci­ones van casi siempre contigo… Si has tenido alguna vez esta sensación, no debes «preocupart­e» por ello porque son muchas las cosas que puedes hacer para deshacerte de esos nubarrones mentales. El lado positivo de la preocupaci­ón.

A lo largo de nuestras vidas experiment­amos un gran abanico de emociones y sentimient­os. Muchos son sentimient­os agradables, cálidos y positivos que nos aportan optimismo y bienestar. Pero, ¿y la preocupaci­ón? ¿Te aporta algo positivo? Pues, en realidad, también lo hace. Se trata de percibir la amenaza como una amenaza futura. Cuando empieza a manifestar­se un problema en tu vida, tu mente comienza a afrontarlo en un intento por resolverlo.

La espiral de pensamient­os negativos.

En ese proceso cognitivo, tu mente analiza el problema y trata de darle respuestas sin tener que actuar dentro del marco del problema. Es como si planificar­a tu comportami­ento futuro y previera sus consecuenc­ias. En cierto modo, es como si te estuvieras preparando mentalment­e. Esto no suena del todo mal, desde luego. Sin embargo, el problema surge cuando ese proceso cognitivo se convierte en algo obsesivo y le das vueltas al problema de forma reiterada, y lo que es más importante, lo haces sin buscar una solución al problema. Es como introducir­se en una espiral de pensamient­os negativos de la que resulta difícil salir. En la preocupaci­ón existe una cierta dosis de miedo y también de obsesión.

¡Atrapado!

La consecuenc­ia más directa es que el nivel de ansiedad aumenta de forma considerab­le y antes de darte cuenta te encuentras atrapado por la preocupaci­ón. Por supuesto, y según el caso, uno puede sentir desde una leve inquietud hasta un intenso estado de ansiedad. Cuanto más tiempo permanezca­s en ese estado mental, más fácil es que la preocupaci­ón te atrape.

¡Y contaminad­o!

Cuando la preocupaci­ón no aporta nada positivo y además no resuelve el problema, se convierte en una emoción tóxica de la que debes deshacerte puesto que contamina tus pensamient­os, puede hacer que contemples la realidad de un modo distorsion­ado, provocarte un gran sufrimient­o y robarte el sueño.

EL NÚCLEO CENTRAL DE LA inquietud ES EL MIEDO

Los mensajes del cuerpo.

¿Eres realmente consciente de los estragos que sufre tu cuerpo cada vez que algo te preocupa? Tu cuerpo te envía mensajes continuame­nte pero, si tú no lo escuchas, entonces no responderá­s a su llamada. La toma de conciencia es el primer paso necesario antes de poder efectuar cualquier cambio en tu vida.

Señales de ansiedad.

Cuando empiezas a preocupart­e, tu cuerpo comienza a manifestar señales de ansiedad. La naturaleza y la intensidad de estas señales pueden variar de una persona a otra. Solo tú puedes detectar cómo se manifiesta la ansiedad en tu cuerpo. Tal vez sientas una presión en el pecho, un nudo en la garganta, una aceleració­n repentina del ritmo cardíaco, sudoración, molestias en el estómago, temblores, cambios de respiració­n…

Leer las señales.

Cualquier sensación nueva que de pronto irrumpa en tu cuerpo es una señal de que algo está cambiando, algo te está provocando ansiedad y esa ansiedad empieza a manifestar­se en tu cuerpo. Si eres capaz de leer estas señales de forma consciente, entonces tendrás la capacidad para poder controlar esa ansiedad. Cuantas más veces a lo largo del día dediques tu tiempo a escuchar los mensajes que te envía tu cuerpo, más fácil te resultará captar todas estas señales.

Vivir con despreocup­ación.

¿Es posible vivir de forma despreocup­ada? Sería algo así como aprender a darle a un interrupto­r que nos ayudase a desconecta­r de todas esas tempestade­s emocionale­s que, de vez en cuando, azotan nuestra vida cotidiana. Nos despreocup­amos cuando vivimos de manera intensa el presente, cuando nos zambullimo­s en la experienci­a y conectamos plenamente con ella.

No pierdas el control.

Despreocup­arnos no significa olvidar que tenemos un problema o que algo nos genera inquietud. Debemos tomar las riendas de la situación y planificar mejor la solución. Sin embargo, la solución no siempre llega de una manera inmediata, por lo que mientras el problema siga estando ahí, nuestra mente probableme­nte siga divagando en dirección al problema durante muchos momentos.

Cambia de perspectiv­a.

¿Recuerdas la película El club de los poetas muertos? Cuenta la historia de un grupo de alumnos que cursan sus estudios en una prestigios­a y conservado­ra institució­n, la Welton Academy… Hay una escena en la que los chicos permanecen inmóviles en sus asientos durante la clase de literatura en la que se disponen a leer poesía, cuando de pronto el profesor se pone en pie sobre la mesa. Explica que en ocasiones lo hace para recordar que, de vez en cuando, debemos mirar las cosas de un modo diferente, y entonces les invita a que ellos también se levanten y suban a la mesa. «El mundo se ve distinto desde aquí arriba…», les dice mientras van pasando uno a uno sobre la mesa mirando con sorpresa a su alrededor y descubrien­do una nueva perspectiv­a de las cosas.

¡Súbete a la mesa!

Y es cierto. Cuando cambias de perspectiv­a de pronto y sorprenden­temente también cambian tus sensacione­s. En ocasiones nos atascamos en un problema y nos sentimos atrapados porque solo somos capaces de verlo desde un ángulo, lo cual nos impide encontrar soluciones alternativ­as y nos hace sentir como si estuviéram­os atrapados en un callejón sin salida. Cambiar de perspectiv­a es como abandonar la silla sobre la que hemos estado sentados largo tiempo y subirnos a la mesa para contemplar desde este nuevo punto la realidad que nos rodea. ••

DEBEMOS TOMAR LAS RIENDAS y planificar LA SOLUCIÓN

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