«nuestra transformación personal tiene que estar vinculada con la social o medioambiental»
no de lo que tenemos que hacer en el día a día. Yo enseño una meditación simple que consta de tres partes. En la primera, se trata de reflexionar sobre qué puedo aportar a la sociedad dada mi condición, edad, posición económica, habilidades o fortalezas; la segunda, con qué causas sociales, humanas, medioambientales puedo conectar, con qué causas me puedo implicar; y la tercera, quizás la más importante, qué empuja mi corazón, pero no desde el ego sino desde el amor. Hay que intentar que sea nuestro amor y compasión lo que nos mueva en cada acción. El amor es un modo de vivir en el mundo, es la encarnación de la sabiduría.
–¿Cómo puede ayudarnos la meditación en estos momentos?
–Por un lado, la meditación nos ayuda a soltar ese sentido del yo que tenemos y ver un poco más allá de nuestro ego. El ego es eso que siempre intenta sacar algo de las situaciones: «qué puedo obtener de esto»… Hay que intentar soltar estos pensamientos para entrar en otra dimensión. Por otro lado, la meditación nos puede ayudar con el no apego o ausencia de apego, y esto no significa trascender el mundo y no estar en contacto con esta realidad material, sino no aferrarnos a nuestro ego, a los resultados que queremos obtener haciendo algo. Nuestro trabajo es hacerlo lo mejor posible, pero sin aferrarnos a lograr unos resultados determinados.
–La filosofía budista parece en este sentido una gran herramienta para la transformación social...
–Buda nos enseñó que las malas acciones están relacionadas con tres venenos: la avaricia, el odio, y la ignorancia o creencias erróneas. En la tradición budista se ha hecho referencia a estos tres venenos en el plano personal, pero hoy podemos ver cómo estos tres venenos se han institucionalizado y han cobrado vida propia al integrarse estructuralmente en la sociedad.
–¿Puede dar algún ejemplo?
–Por ejemplo, la avaricia tiene relación con no tener nunca suficiente, con el hecho de querer siempre más, y vemos que podría definir al modelo productivo capitalista. Las corporaciones nunca tienen suficientes beneficios ni el PIB de los países es lo suficientemente alto. En el caso del odio, en Estados Unidos invertimos una cantidad enorme de dinero en gastos militares, y luego están cuestiones como el racismo, el odio hacia los refugiados… Si pensamos en la ignorancia, en la confusión o las creencias erróneas, yo las asociaría con el consumismo, convertido en la nueva religión e institucionalizado por los medios de comunicación. Creemos que consumir nos va a hacer felices, pero no es así. El budismo hace hincapié en este aspecto. Ahora no solo tenemos que trabajar con nuestros venenos personales, sino también con los de los demás, contra su institucionalización.
–¿La forma de hacerlo es el altruismo, la compasión…?
–La tradición budista destaca la sabiduría y la compasión. La sabiduría es la visión clara sobre la no separación, y la compasión, la forma en cómo encarnamos o ponemos en práctica esa visión clara.
–¿Si nos liberamos del ego y pasamos a sentirnos en conexión con todo lo que nos rodea seremos más felices?
–Seguramente. El ego es ilusorio y en sí mismo defectuoso. Todo lo que gira en torno al ego nos va a producir sensación de inseguridad, de ausencia. En cambio, cuando aprendemos a soltar el ego, esta ilusión, podemos experimentar la realidad de una manera diferente, más relacionada con el amor.
–¿Estamos ante un gran despertar, actualmente?
–Algunas personas destacan este momento como uno en el que muchas cosas se están desmoronando, aunque otras lo viven en positivo como un momento de gran despertar. Lo que está claro es que es un tiempo en el que nuestros viejos hábitos ya no nos funcionan y que constituye un reto, porque tenemos que adaptarnos a una nueva forma de vivir. A todos nos afecta este cambio. Hay gente que reaccionará mal, pero a otra esta sacudida le ayudará a despegar. Este es el punto positivo de esta crisis que estamos viviendo. El mundo nos está forzando a abrirnos.
–¿Es optimista respecto al momento actual?
–No soy ni pesimista ni optimista. En zen se habla mucho de la mente que no sabe. Se trata de estar abierto a no saber qué va a ocurrir, pero sabiendo que nuestro trabajo es hacerlo lo mejor que podamos, y hacerlo con alegría. El optimismo y el pesimismo son producto de la mente dual y lo interesante es trascender esta dualidad.
GEMA SALGADO