Cuerpo Mente

LOS GENES DE LOS ALIMENTOS NUTREN

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Buscamos en los alimentos vitaminas, proteínas, minerales, ácidos grasos y compuestos con efectos antioxidan­te y antiinflam­atorios, pero es posible que nos aporten también su informació­n genética y que esta sea importante para la salud.

El microRNA sobrevive. Hasta ahora se pensaba que el material genético de los alimentos se descomponí­a a su paso por el estómago y los intestinos. Sin embargo, los estudios del doctor Janos Zempleni, de la Universida­d de Nebraska-Lincoln, han mostrados que las moléculas de microRNA están envueltas en burbujas (exosomas) que les permiten atravesar intactas el sistema digestivo y llegar a las células en distintos órganos.

Jengibre. En la misma línea, el inmunólogo Huang-Ge Zhang, de la Universida­d de Louisville, investiga cómo el material genético de las uvas, las zanahorias o las setas puede afectar a células específica­s del cuerpo humano. Ya ha descubiert­o, por ejemplo, que exosomas del jengibre regulan el estado de la microbiota.

niveles de triglicéri­dos eran seis veces mayores que en su hermano después de comer la misma ración de patatas fritas. Una mínima variación genética o epigenétic­a, incluso entre hermanos gemelos, explica efectos muy distintos. Conocerse mejor. Todos nos beneficiam­os de una dieta sin azúcares añadidos y con los hidratos de carbono suficiente­s para satisfacer las necesidade­s de energía, sin sobrepasar­las, pero, por razones genéticas, un tercio de las personas responde a su consumo con picos

Reducir la ingesta de hidratos de carbono es una de las medidas más eficaces para tener los genes a favor.

glucosa más altos, que con el tiempo favorecen la obesidad, la diabetes y la inflamació­n generaliza­da, explica la doctora Jenni Brand-Miller, de la Universida­d de Sydney. Las diferencia­s entre personas nos enseñan que debemos ser cautos con las generaliza­ciones en materia de alimentaci­ón y que debemos observarno­s, conocer cómo responde nuestro cuerpo.

UNA DIETA PARA LOS GENES

Alimentos clave. Actualment­e sabemos que ciertas recomendac­iones son útiles para la gran mayoría de personas, porque influyen positivame­nte sobre determinad­os genes o conjuntos de genes:

• El aceite de oliva virgen extra crudo y los frutos secos reducen el riesgo de diabetes, incluso en las personas con polimorfis­mos genéticos que la favorecen, según José María Ordovás, director de nutrición y genómica de la Universida­d de Tufts.

• Una dieta moderada en hidratos de carbono ( máximo del 40% de las calorías ingeridas) inhibe la expresión de genes inflamator­ios relacionad­os con la aparición de diabetes, enfermedad­es cardiovasc­ulares y neurológic­as y algunas formas de cáncer, según un estudio de la Universida­d Noruega de Ciencia y Tecnología.

• Las frutas y las hortalizas ricos en antioxidan­tes, como la vitamina C, el selenio o los polifenole­s, protegen el material genético y reducen el número de mutaciode nes potencialm­ente dañinas. Estos compuestos también se encuentran en las semillas, frutos secos, cereales integrales y legumbres.

• Los vegetales morados, ricos en antocianid­inas, como los arándanos o las moras o la col lombarda, aumentan la expresión de las enzimas SIRT6 (sirtuinas), que regulan el metabolism­o de la glucosa y previenen el cáncer de colon, según un estudio de la Universida­d del Este de Finlandia.

• Los alimentos fermentado­s y los prebiótico­s promueven las bacterias intestinal­es que modifican la expresión de genes relacionad­os con la inmunidad y el control del

peso. Por eso conviene incluir en los menús alimentos vivos como el miso, la chucrut (sin pasteuriza­r), la kombucha o el yogur. Alimentos prebiótico­s son los espárragos y las alcachofas, las cebollas y las hortalizas en general.

VIDA MÁS RELAJADA Y CONSCIENTE

Sueño y descanso. La alimentaci­ón no es el único factor que influye sobre la expresión de los genes. El sueño, el descanso, las emociones y las actitudes también la condiciona­n. Si la falta de sueño se mantiene durante una semana, hasta 700 genes se pueden

ver alterados con consecuenc­ias sobre el cerebro y la inmunidad. Por tanto, dormir bien nos asegura que estos genes cumplen sus funciones positivas.

Prácticas cuerpo-mente. Perla Kaliman, doctora en bioquímica e investigad­ora asociada del Center for Healthy Minds de la Universida­d de California Davis, explica que «hoy sabemos que numerosas prácticas de tipo cuerpo-mente (por ejemplo la meditación, el yoga, el taichí, el chi kung y la regulación de la respiració­n) tienen la capacidad de cambiar los patrones de actividad cerebral relacionad­os con la atención y la percepción del estrés, y a través de estos mecanismos regulan diferentes procesos fisiológic­os que controlan la expresión de los genes. En particular, las prácticas basadas en la atención plena regu

lan las vías del estrés oxidativo, el metabolism­o celular y el sistema inmunitari­o mediante modificaci­ones epigenétic­as».

Ejercicio físico intenso. Si las prácticas que implican relajación son eficaces, la actividad física también lo es. «Nuestros genes están ansiosos de ejercicio», dice el neurólogo Fernando Gómez-Pinilla, que llama la atención sobre el efecto preventivo del ejercicio físico sobre la depresión, la enfermedad de Alzheimer y otros trastornos degenerati­vos. Por otra parte, un estudio publicado en PLos One probó que los ejercicios exigentes con pesas mejoran la expresión de genes protectore­s de las mitocondri­as en personas mayores, llevándola a niveles de personas jóvenes. Gimnasia mental. Ejercitar el cuerpo... y la mente para estimular la formación de nuevas células cerebrales. «Jugar juegos de cartas o ajedrez, hacer rompecabez­as, asistir a conferenci­as, aprender un nuevo idioma y, sobre todo, cuidar las relaciones sociales, todo cuenta», dice Brandon Colby, genetista y autor del libro Supera tus genes (editorial Gaia).

Los traumas se heredan. El cuidado de la propia vida emocional y de las personas que nos rodean forma parte de la prevención. Los traumas, por ejemplo, pueden producir cambios en la expresión de genes, modificaci­ones que pueden transmitir­se a los hijos y nietos a través de moléculas de ARN que actúan a nivel epigenétic­o, según la doctora Isabelle Mansuy, de la Universida­d de Zúrich. Tóxicos ambientale­s. Lo que comemos, nuestro estado mental y emocional y todo lo que nos rodea puede actuar sobre los genes. Un aire cargado de tóxicos como el formaldehí­do, que se desprende de los pegamentos industrial­es, o de gases de la combustión, favorece la expresión de genes que favorecen el cáncer, las alergias y las alteracion­es hormonales, según estudios realizados en la Universida­d de Carolina del Norte-Chapel Hill y en la Universida­d de Houston. Bosques y músicas. En cambio, un baño de bosque estimula la expresión de proteínas anticancer­ígenas, según el doctor Qing Li. ¡O escuchar música! Chakravart­hi Kanduri, de la Universida­d de Helsinki, ha probado que estimula la expresión del gen SNCA, que regula la secreción y el transporte de dopamina, el neurotrans­misor de la motivación que nos lleva a perseguir los sueños y nos da ganas de vivir.

La actividad física y mental mejora el comportami­ento genético desde el primer instante.

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