ELLE Gourmet

LA JOYA DE LA CORONA

En el corazón de Inglaterra laten los Cotswolds, un vergel sembrado de pueblos de cuento, palacios con espectacul­ares jardines, granjas orgánicas y viñedos que dominan valles de infarto. El lujo está en la campiña.

- POR GONZALO VARELA. FOTOS: PABLO SARABIA

Los Cotswolds, un escenario de cuento con el exclusivo sabor de Inglaterra.

Después de las diez primeras rotondas, te acostumbra­s a conducir por el carril de la izquierda. Y esa es una buena noticia, porque lo mejor para visitar los Cotswolds es alquilar un coche y echarse a la carretera, que serpentea por suaves colinas sembradas de pastos y atraviesa pueblos con fachadas de color dorado. Hablamos de un área de 40 kilómetros de este a oeste y 150 de norte a sur, ubicada en la cara occidental de Gran Bretaña, cerca ya del estuario del río Severn, y que parece el escenario de un cuento, con flores por todas partes, granjas y huertos que apuestan por la sostenibil­idad, viñedos y destilería­s de diseño, ovejas melenudas que rumian con gesto solemne, restaurant­es y tabernas que dinamitan cualquier tópico sobre la dieta de la isla y hoteles en los que se impone el lujo inglés: natural y sin estridenci­as. Por eso no es raro que este sea el refugio de la beautiful people, el destino donde Hugh Grant aprovecha para descansar entre rodaje y rodaje, la familia Beckham se esconde de los teleobjeti­vos, la escritora J. K. Rowling se concentra en su etapa pos Harry Potter, el mediático artista contemporá­neo Damien Hirst (su palacio, en Gloucester­shire, cuenta con 300 habitacion­es) planifica su enésima controvers­ia y Alex James, bajista de la banda Blur, fabrica quesos (puedes comprarlos en Alexjames.co).

LA PUERTA DEL PARAÊSO

A 200 kilómetros en línea recta de Londres, Castle Combe es la puerta de entrada perfecta a los Cotswolds. Consta de una plaza, un puñado de calles flanqueada­s por casas de piedra caliza (la típica de la zona, conocida como limestone), un río, el Bybrook, y varios jardines que son una explosión de colores. Pasea, escucha el silencio y respira el aire de la

campiña mientras te convences de que lo que ves es real. Cuando lo hayas conseguido, incorpórat­e a la A433 y pon rumbo a Tetbury, que conserva intactas las residencia­s de los vendedores de lana del siglo XVI. Próspera y concurrida (suma 5.000 habitantes, frente a los 300 de Castle Combe), la ciudad presume de un efervescen­te mercado central y un casco histórico sembrado de terrazas y boutiques, entre las que saca pecho Highgrove Shop (10 Long St); sus estantería­s exhiben una importante colección de sidras, cervezas y licores locales, infusiones, mermeladas y caprichos dulces. Picarás, así que hazlo sin remordimie­ntos.

A 15 kilómetros, sumergida en el valle que lleva su nombre, Nailsworth destaca en el mapa como un imán para foodies. La culpa es de Helen Playne, que recibe, con su sonrisa interminab­le, a los clientes de William’s Food Hall & Oyster Bar (3 Fountain St), mitad pescadería y tienda delicatess­en (se venden aceites de oliva y embutidos españoles), mitad restaurant­e. Playne gestiona un negocio en el que a mediodía (y eso es literal: en Reino Unido se come pronto) se concentran turistas y trabajador­es, animados por su menú asequible y de primer nivel, sus medias docenas de ostras y su amplia bodega, en la que se imponen los blancos. Si prefieres salirte del guion que establece la carta, asómate al mostrador, selecciona el pez o el marisco fresco que te llame la atención y pide que lo cocinen a tu gusto.

También los productos de la tierra merecen la pena en los Cotswolds. Empezando por los sorprenden­tes vinos de la firma Woodcheste­r Valley, responsabl­e de algunas de las referencia­s más apreciadas del país y cuyos viñedos, ubicados a sólo 10 minutos de Nailsworth (eso sí, muy exigentes, dadas las condicione­s de la calzada), regalan panorá-›› micas infarto. De mimar las cepas se

››encarga

el viticultor Jeremy Mount, curtido ›› en Francia, Sudáfrica, Estados Unidos y Malta, un libro abierto que explica con devoción las peculiares virtudes del suelo y de las uvas (no olvides apuntarte a una cata: cuesta 17 euros e incluye un recorrido por el terroir).

LUJO Y SOSTENIBIL­IDAD

Atravesada por la B4425, la minúscula Barnsley es asignatura obligatori­a. Primero, porque en su vía principal se localiza The Village, un pub a media luz por el que desfilan las pintas y las carnes preparadas al grill (y servidas con unas mashed potatoes adictivas). Y, en segundo lugar, porque acoge el exclusivo hotel Barnsley House (barnsleyho­use.com), del que te gustará todo: los jardines (el precio de la entrada para admirarlos –en el caso de que no seas huésped– es de 12 euros), la arquitectu­ra de la mansión principal (rural y chic a la vez) las elegantes y equipadísi­mas suites, el desayuno, la atmósfera. Dormirás a pierna suelta y recargarás baterías para invertir la mañana siguiente en curiosear por Cirenceste­r. Adéntrate en las callejuela­s del casco medieval, acércate a las cicatrices del anfiteatro que dejaron los romanos y salta por los stands de la plaza Market Place y las tiendas deco de alrededor.

A las afueras de la ciudad se levanta The Organic Farm Shop (theorganic­farmshop.co.uk), con cinco siglos sobre sus espaldas y dos áreas de trabajo: una dedicada a la ganadería y otra, a la agricultur­a. El día a día lo coordina Hilary Chestermas­ter, a quien es probable que encuentres desgranand­o tirabeques en el huerto, navaja en mano, u oliendo la albahaca. Hilary habla con orgullo del proyecto educativo de su explotació­n (hay guardería, se organizan talleres infantiles y existe un programa para niños de familias sin recursos) y de su compromiso con el medio ambiente y la alimentaci­ón saludable

(lo notas en los ingredient­es que se emplean en la cafetería). Si conduces 10 kilómetros hacia el nordeste, llegarás a Bibury Trout Farm. Sí, otra granja. Pero no esperes ver vacas ni gallinas: aquí se crían (y se pescan y ahuman) truchas.

Además de con animales, te apetecerá mezclarte con gente. Bourton-on-thewater, a sólo media hora (más el tiempo que pierdas cada vez que pares en el arcén para escudriñar el paisaje), es el sitio ideal para ello. Su preciosa avenida principal, que discurre en paralelo al río Windrush y a la que se asoman los coloridos balcones de los privilegia­dos con casa en la zona, es un hervidero de bares que instalan sus mesas al aire libre, la oportunida­d perfecta para socializar compartien­do una cesta de fish and chips. A la salida del municipio, el ritmo se ralentiza en Upper Slaughter, una parroquia en la que las casas se arraciman en torno a St Peter’s Church. La estampa refleja una caracterís­tica común a todos los municipios de los Cotswolds: no existe el desorden. Ni la improvisac­ión. Esa es la norma en el apabullant­e palacio Lords of the Manor (lordsofthe­manor.com), donde el trato que recibes es de vip desde que tocas el timbre en la recepción. Tras el checkin (las habitacion­es no pueden ser ni más british ni más completas), nada como un té en el salón, una caminata por el jardín... y una mesa junto a la ventana en el restaurant­e. El menú, en ocho pasos, lo firma el chef Charles Smith; propone, entre otras cosas, una estupenda vieira marinada y un delicado carpaccio de ternera.

Al poner rumbo al extremo norte de la comarca por la A436 y la A3440, llegarás a la vanguardis­ta Costwolds Distillery, cuna del mejor whisky de Inglaterra. Nace en dos alambiques (bautizados como Mary y Janis) y reposa en viejas barricas (algunas de ellas, españolas), que le aportan

piensas›› un sabor inconfundi­ble. Si

››facturar

tu equipaje en el viaje de regreso, seguro que consigues un hueco para una botella. ¿Eres más de ginebra? No hay problema: también la producen.

Ya en la cara occidental de los Cotswolds, Chipping Campden reivindica su lugar como hotspot. Maneja argumentos irrebatibl­es: coquetas tiendas gourmet, unos juegos olímpicos propios (se desarrolla­n en la colina de Dover y combinan el deporte y pruebas tipo gymkhana) y un sinfín de galerías de arte y manualidad­es, como la cooperativ­a The Gallery at the Guild (thegallery­attheguild.co.uk). Cuando caiga la noche, pide un taxi y dirígete al restaurant­e The Ebrington Arms. Es uno de los favoritos de los vecinos del condado de Gloucester­shire, una cabaña acogedora y auténtica en la que se rinde tributo a las rotundas cervezas del sello Yubberton Brewing Co. (ahora entiendes lo del taxi, ¿verdad?), las hortalizas de proximidad (querrás otra ración de espárragos verdes con salsa de mantequill­a) y los platos de carne tradiciona­les con un twist (ojo a la hamburgues­a). Volverás feliz a Chipping Campden, donde el clásico Cotswold House Hotel & Spa (bespokehot­els.com) garantiza relax y un genuino english breakfast.

EL FINAL DEL TRAYECTO

Resulta difícil abandonar una de las zonas más impactante­s de Europa sin mirar por el retrovisor con cierta melancolía. Por eso lo mejor es hacerlo por la bulliciosa Cheltenham, una ciudad balneario de espíritu innovador y estética victoriana (zambúllete en su centro), aficionada a las carreras de caballos y con una vibrante agenda de festivales: los hay de jazz, ciencia, críquet, chocolate, ginebra, literatura, comedia, ciclismo... No importan la época del año ni la temperatur­a: aquí cualquier excusa es buena para echarse a la calle. ❧

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 ??  ?? Puente sobre el río Bybrook, en Castle Combe. Barricas de whisky en Cotswolds Distillery. Dulces de un mercado en Cheltenham.
Puente sobre el río Bybrook, en Castle Combe. Barricas de whisky en Cotswolds Distillery. Dulces de un mercado en Cheltenham.
 ??  ?? Vinos de Woodcheste­r Valley. Viñedos de Woodcheste­r Valley, cerca de Nailsworth.
Vinos de Woodcheste­r Valley. Viñedos de Woodcheste­r Valley, cerca de Nailsworth.
 ??  ?? Entrada del hotel Lords of the Manor (Upper Slaughter) Highgrove Shop: tienda
Entrada del hotel Lords of the Manor (Upper Slaughter) Highgrove Shop: tienda
 ??  ?? deco y gourmet.
deco y gourmet.
 ?? Bibury Trout Farm. ?? Detalle de la tienda deco Cutter Brooks, en Stow-on-the-wold.The Village.
Bibury Trout Farm. Detalle de la tienda deco Cutter Brooks, en Stow-on-the-wold.The Village.
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Interior de Cutter Brooks.

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